Ya está aquí. Ya ha vuelto. Otra vez. Sabes que la ansiedad acaba de aparecer de nuevo porque empiezas a notar esos pequeños cambios físicos en tu cuerpo, quizá apenas perceptibles para los demás sí, pero tan familiares para ti (tanto, que te has convertido en un/a experto/a detectándolos en su mínima expresión). Ahora bien, ¿sabes exactamente cuáles son todos los síntomas físicos de la ansiedad? Pon a prueba tu conocimiento sobre la ansiedad en la entrada del blog de esta semana.

¿Qué síntomas físicos tiene la ansiedad?

Los síntomas físicos, fisiológicos o emocionales de la ansiedad son todos aquellos cambios que se producen en nuestro cuerpo, como consecuencia de la activación que se produce en nuestro organismo por la intermediación del Sistema Nervioso Simpático, y que como ya tan bien sabemos cumplen una función característica de supervivencia, ya que nos preparan para la conducta de ataque o huida característica ante un potencial peligro o amenaza.

Si bien es cierto que son muy variados y cada persona puede experimentar unos u otros, dependiendo del caso, en general la ansiedad se manifiesta a través de los siguientes síntomas físicos, que hemos organizado y clasificado según la zona corporal implicada:

Síntomas cardiovasculares: síntomas físicos relacionados con el corazón.

  • Taquicardia, palpitaciones o aceleración cardíaca: sensación de que el corazón “late más rápido o deprisa” de lo normal.
  • Palpitaciones: sentir que los latidos aparecen de forma irregular, como si se produjese un pequeño “salto” o se detuviese (sensación subjetiva).

Síntomas respiratorios: síntomas físicos relacionados con los pulmones y la respiración.

  • Respiración acelerada y superficial (e incluso hiperventilación): respirar de forma muy rápida y corta, generalmente con el tórax, o bien respirar de forma excesivamente rápida y profunda –hiperventilación-.
  • Dificultades para respirar: sensación de no poder coger aire con facilidad o de no poder respirar con normalidad.
  • Sensación de ahogo o sofoco: sensación subjetiva (no real) de asfixia, sensación de falta de aire.

Síntomas neuromusculares: síntomas físicos relacionados con los músculos.

  • Tensión muscular: excesiva rigidez en determinadas zonas del cuerpo, generalmente en las cervicales, hombros, cuello o mandíbula (bruxismo), aunque puede aparecer de forma generalizada en cualquier grupo muscular o músculo específico de nuestro cuerpo. Sentirse como “agarrotado”.
  • Presión en el pecho: consecuencia de la presión o tensión muscular excesiva en la zona del tórax.
  • “Nudo” en la garganta: consecuencia de la presión o tensión muscular excesiva en la zona de la garganta.
  • Cefalea tensional: dolores de cabeza ocasionados por una tensión excesiva muscular.
  • Temblor o agitación (o bien parálisis): agitación o movimiento rápido e involuntario del cuerpo o de alguna zona específica, o al contrario, sentirse rígido o con la sensación subjetiva de no poder moverse. • Parestesia en manos y piernas: sensación de hormigueo por las extremidades.
  • Rigidez (o debilidad) en extremidades: notarse especialmente tenso en brazos y piernas, o bien especialmente débil o inestable.
  • Fatiga excesiva: sensación de estar excesivamente cansado, sin motivo aparente.

Síntomas gastrointestinales: síntomas físicos relacionados con el estómago.

  • Náuseas o vómitos: sensación de tener ganas de vomitar o expulsar el contenido del estómago a través de la boca.
  • Sensación de “nudo” en el estómago: consecuencia de la presión o tensión muscular excesiva en la zona del diafragma.
  • Gases, ardor de estómago, urgencia en la defecación y otras molestias digestivas: notar más flatulencias o ventosidades, acidez o “reflujos” digestivos (sensación de quemazón que sube hasta la laringe) o incluso ganas repentinas de ir al baño para defecar heces.
  • Diarrea: en casos extremos se puede producir esta expulsión fecal de forma incontrolada.

Síntomas neurovegetativos: síntomas físicos relacionados con el sistema nervioso y los órganos vegetativos.

  • Sudoración excesiva: notar que aumenta el sudor o líquido salado en las manos, axilas o pies (aunque también la cabeza, nuca u otras zonas).
  • Sequedad de boca: sensación de viscosidad en la boca (sensación de boca “pastosa”), notar que no tienes apenas saliva y te cuesta incluso hablar o tragar con normalidad.
  • Mareos y sensación de inestabilidad: sensación subjetiva de dificultad de equilibrio.
  • Escalofríos: sensación de frío intenso y repentino, con o sin ligeros temblores.
  • Calor: en el extremo contrario, aumento de la sensación de calor.
  • Síntomas genitourinarios: síntomas físicos relacionados con los aparatos genitales y urinarios.
  • Urgencia urinaria: ganas repentinas e intensas de necesitar ir al baño a orinar.

Otros síntomas: como visión borrosa o “en túnel”, zumbidos o pitidos en el oído…

¿Cómo podemos “aliviar” estos síntomas?

En términos generales, os ofrecemos tres grandes “tips” para conseguir aliviar o paliar la intensidad de estos síntomas físicos, entre otros:

1. Aprende técnicas de relajación y/o meditación. Cualquiera de los diferentes tipos de técnicas de relajación (desde su forma más simple, la respiración diafragmática, a la relajación muscular progresiva –RMP- de Jacobson o la relajación autógena de Schultz, entre otras) van a conseguir reducir el nivel generalizado de activación corporal y, por ende, reducir la intensidad de los síntomas físicos de la ansiedad. Es, de hecho, el conjunto de técnicas que actúan directamente sobre los síntomas fisiológicos, por ello constituyen el tratamiento de elección (aunque no exclusivamente).

2. Utiliza la exposición interoceptiva (con seguimiento de un profesional). ¿No la conoces? Es una técnica psicológica que se basa en exponerme a los propios síntomas físicos de ansiedad temidos, provocándome yo mismo/a los síntomas fisiológicos de forma controlada, a través de una serie de ejercicios prácticos, para comprobar que son síntomas inofensivos –aunque sí, molestos- y, por tanto, habituarme a ellos y dejar de tenerles miedo (de forma que actuamos directamente sobre el tan conocido “miedo al miedo” y rompemos el círculo vicioso que me hace experimentar más ansiedad al detectar o notar los síntomas físicos).

3. Practica ejercicio físico. Si comenzamos a poner en práctica ejercicio moderado o nos iniciamos en una actividad deportiva, conseguiremos mejorar nuestro estado emocional y reducir la ansiedad. Asimismo, nos ayudará también a familiarizarnos con los síntomas físicos tan parecidos a aquellos que experimentamos cuando tenemos ansiedad (ya que, a fin de cuentas, el ejercicio físico también es activación) y, por tanto, facilitará su aceptación y normalización.

En resumen, si bien es cierto que existen numerosos síntomas físicos de ansiedad (puesto que la ansiedad es activación, es eminentemente fisiológica, aunque también cognitiva y motora), podemos reducir la intensidad e incluso aparición de estos síntomas fisiológicos si seguimos una serie de estrategias o técnicas fisiológicas o conductuales (aunque también cognitivas), como la práctica de técnicas de relajación, meditación o ejercicio físico, entre otras.

Y tú, ¿en qué zona corporal los sientes? ¿Tienes algún síntoma “estrella”? ¿Te animas a “desactivarte” de forma física? ¡Anímate a dejar tu comentario!

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