FOBIAS DE IMPULSIÓN
Las fobia de impulsión son un intenso temor a determinados pensamientos que pueden llegar a tener el propio sujeto, como es el miedo a la perdida de control del propio cuerpo o el miedo a volverse loco en un momento dado; esto nos puede estar sucediendo cuando pensamos que a causa de perder el control, física y/o mentalmente, podemos llegar a hacer algo de forma repentina que resulte ser tremendamente grave o irreversible, como hacer daño a otras personas con las que estamos, empujar a alguien a la carretera o vías de tren, saltar al vacío desde un balcón o lugar elevado…
Los pensamientos creados son muy intensos y además moralmente muy fuertes, creyendo que somos “malas personas” porque haremos daño a otras personas más indefensas que nosotros. Pero es indudable, desde luego, que la persona que está sufriendo este tipo de miedos no tiene la intención de hacer nada, no desea por nada del mundo que sucedan esos pensamientos que imagina; pensamientos como pueden ser:
• Miedo a hacer daño a otras personas con un arma, habitualmente cuchillos.
• Miedo a saltar o empujar a alguien por un balcón, a las vías del tren, a la calzada, etc.
• Miedo a hacer daño a su bebé, sobre todo se manifiesta el pánico a ahogarlo mientras es el momento del baño.
• Miedo a atropellar a alguien intencionadamente mientras conduce un vehículo.
CÓMO SE TRABAJA CON LAS FOBIAS DE IMPULSIÓN
Abordaje de las fobias de impulsión mediante la terapia de aceptación y compromiso (ACT)
Los pensamientos obsesivos forman parte de este tipo de fobia, las personas con esta clase de pensamientos rechazan una y otra vez las ideas recurrentes que les invaden quedándose atascadas en ellos, se convierte en una bola de nieve causando así mal estar, ansiedad y en ocasiones haciéndoles sentir culpables por tener esos pensamientos. El hecho en sí mismo de querer eliminar esos pensamientos los hacen más presentes, más recurrentes y con mayor intensidad, es como decirle a un niño pequeño que no toque el jarrón chino, seguramente lo primero que haga el niño es ir a tocar el jarrón en cuanto la madre se dé la vuelta. Uno se dice a sí mismo, no tengo que pensar en “esto” y ¡zas! seguidamente estás pensando justo en “eso” que no querías. Haced la prueba, no penséis en un tractor amarillo, ¿qué ha ocurrido? El control es el problema, no la solución.
La terapia de aceptación y compromiso consiste en abrirse a la experiencia de esos pensamientos, sensaciones y emociones sin hacer nada para que desaparezcan, sin intentar controlarlos o eliminarlos. La persona aprende que los pensamientos no son más que eso, pensamientos. El enfoque no está en modificar los contenidos de los pensamientos y corregirlos sino en cambiar nuestra relación con ellos. Es decir, relacionarnos de otra manera con nuestros pensamientos, emociones, imágenes mentales, recuerdos y otros eventos internos. Esta relación distinta con nuestras experiencias internas hace que éstas no se conviertan en un obstáculo para la vida que deseamos.
En este contexto aceptar significa responder activamente a los sentimientos, sintiéndolos; a los pensamientos, pensándolos; a los recuerdos, recordándolos; a las sensaciones corporales, sintiéndolas por todo el cuerpo. Disposición y aceptación significan adoptar una postura amable y cariñosa hacia ti mismo, tu historia y tus programaciones. De esta manera te resultará más fácil ser consciente de tus propias vivencias.
En esta terapia se trabaja la desliteralización, es decir, desmantelar o romper con los significados del lenguaje, sus funciones y su relación con las emociones. En el caso de las fobias de impulsión el lenguaje interno que tenemos, los pensamientos obsesivos (por ejemplo, estas en el metro cerca de otra persona y te asalta el pensamiento de “¿y si lo empujo y lo tiro a las vías según está pasando el metro?”) los interpretamos de forma literal, como si en realidad lo que estoy pensando fuese a suceder (cosa que no es así) y además nos lo creemos a ciencia cierta, consideramos que las palabras son equivalentes a la realidad.
Con la desliteralización aprendemos a observar a los pensamientos e imágenes como lo que son – nada más que piezas de lenguaje, palabras e imágenes – en oposición a lo que dicen ser – eventos amenazantes, reglas que tienen que ser obedecidas, verdades absolutas, objetivas y hechos verdaderos.
También se habla de un yo observador y de la experiencia de estar en el aquí y ahora. Es posible experimentar de manera directa que no somos nuestros pensamientos, emociones, recuerdos, impulsos o sensaciones. Estos fenómenos cambian constantemente y son aspectos periféricos de nosotros. No son la esencia de quienes somos. Desde la perspectiva del yo como observador vemos las cosas desde un punto de vista no enjuiciador. En este caso se utilizan herramientas y habilidades de mindfulness como un recurso para salir de nuestras identificaciones y tomar conciencia total de nosotros mismos, de atención plena.
Por ultimo debemos clarificar lo que es más importante en nuestra vida, desde el fondo del corazón. Preguntarnos y cuestionarnos qué clase de persona queremos ser, desde qué valores actuamos y qué es lo significativo y valioso para nosotros. Después podríamos establecer metas guiadas por valores e involucrarnos en acciones efectivas para alcanzarlas. El hecho de tener un compromiso, una dirección hacia donde deseamos movernos nos ayudará enormemente a ponernos en contacto y estar dispuesto a experimentar nuestras vivencias internas.
Metáfora del pantano:
Imagínate que empiezas un viaje hacia una hermosa montaña, que puedes ver con total claridad a lo lejos. Pero cuando comienzas a caminar te das cuenta de que frente a ti hay un gran pantano. Y piensas: Maldita sea, no sabía que tenía que atravesar este pantano. Es asqueroso, se me van a llenar los zapatos de lodo. No quiero mancharme. Estoy cansado. Por qué nadie me avisó del maldito pantano. No es justo. No me merezco esto.
Ahora sabes que hay un pantano, es agua y barro nada más. Puedes dejarte de dramatismos y elegir: abandonar o entrar en él. ¿Qué eliges?