La ansiedad es una emoción natural que cumple una función adaptativa en la mayoría situaciones. Todo ser viviente necesita disponer de algún mecanismo de vigilancia para asegurar su supervivencia y la ansiedad cumple ese papel en numerosos escenarios. Así, es normal, y deseable, que el ser humano tenga miedo y ansiedad cuando se avecina un peligro real. De hecho, nuestro organismo está preparado para aprender a sentir dichas emociones en determinadas circunstancias como una forma de prevenir males mayores.

¿Dónde se siente la ansiedad? Síntomas que puedes tener

La ansiedad viene acompañada de una serie de síntomas fisiológicos, cognitivos y conductuales. Los primeros que vamos a notar y los más fáciles de identificar son los que experimentamos en nuestro cuerpo.

Cuando nuestro cerebro percibe un peligro (real o imaginario) automáticamente se pone en marcha el sistema de alarma; es decir, se activa una parte de nuestro sistema nervioso, que provoca diversos cambios fisiológicos con los que nuestro organismo se prepara para afrontar el peligro. Esos cambios son los siguientes:

Hiperventilación o sensación de ahogo
Es una respiración que está por encima de las necesidades de nuestro cuerpo, es decir, es una respiración excesiva y muy rápida. Cuando hiperventilamos el equilibrio entre el oxígeno y el dióxido de carbono se rompe, ya que, los niveles de oxígeno se incrementan y los de dióxido de carbono disminuyen. Nuestro cuerpo hace un esfuerzo para respirar mucho menos (porque le estamos metiendo oxigeno demás) parece que nuestro cuerpo se niega a respirar al mismo ritmo que veníamos teniendo. Lo más común es que intentemos hacer un esfuerzo consciente para intentar respirar más, lo que se traduce en que el desequilibrio entre O2 y CO2 no vuelva a su estado normal, sino que se mantiene o incluso se agrava.

Mareo
Sensación de aturdimiento o atolondramiento. Puede haber una sensación de movimiento, que da vueltas la cabeza o sensación de estar en una superficie que se mueve, inestabilidad y balanceo. El mareo se puede deber a la hiperventilación o a la tensión muscular que se da en las cervicales.

Taquicardia/Palpitaciones
Nuestro corazón en situación de peligro bombea más rápido y fuerte para aportar más cantidad de oxígeno a la sangre y que esta circule hacia las extremidades tanto inferiores – piernas – por si tenemos que salir corriendo o a las superiores – brazos – por si nos decantamos por luchar contra el peligro.

Hormigueo o adormecimiento
Esto puede ocurrir casi en cualquier parte del cuerpo, pero es más común sentirlo en la cara, manos, brazos, pies y piernas. Lo que ocurre es que en esas partes de nuestro cuerpo la afluencia de sangre es mayor (es necesario para la huida o la lucha), dejando al resto del cuerpo con un riego menor. De este modo, si fueses herido serías menos propenso a desangrarte.

Opresión, dolor o pinchazos en el pecho
En situación de alarma nuestros músculos intercostales sufren una gran tensión debida a la hiperventilación o al mantener los pulmones demasiado llenos de aire, de ahí que sintamos en ocasiones incluso pinchazos en la zona del pecho.

Calor, sofoco, sudor, escalofríos
Cuando nuestro organismo percibe que estamos el peligro aumenta nuestra temperatura corporal, sobre todo en las zonas corporales más vitales y a la par, se pone en marcha también el sistema de enfriamiento, el sudor.

Percibir las cosas de forma extraña o inusual, ver “lucecitas”, visión borrosa.
Al disminuir el oxígeno en ciertas zonas del cerebro debido a la hiperventilación podemos llegar a percibir la realidad que nos rodea de manera distorsionada. En nuestros ojos se produce una dilatación de las pupilas haciendo que aumente nuestra visión periférica, facilitándonos así la percepción de los posibles peligros (podemos ver borroso por ello).

Náuseas y Vómitos
Son esas sensaciones que experimentamos de molestia en la parte posterior del estómago y de la garganta y que en ocasiones incluso pueden derivar en vómitos. Una de esas funciones que nuestro cuerpo sabiamente paraliza cuando tenemos ansiedad es la función digestiva, ya que el estómago requiere de mucha energía para procesar los alimentos ingeridos, y esta energía es necesaria para atacar o huir del peligro.

Desrealización
Este síntoma puede presentarse de muchos modos: Sensación de mirar a través de un velo o cristal, los objetos aparecen inestables, como estar en un sueño, visión como a través de un túnel o sensación de estar desconectado del entorno (personas, objetos, o todo en general), que parece irreal.

Despersonalización
Al igual que la desrealización se presenta de muchos modos: Sensación de sentirse desconectado del propio cuerpo, de la mente, de los sentimientos y/o de las sensaciones, sentirse como un espectador u observador externo de nosotros, como si nos “saliésemos de nuestro cuerpo y nos viésemos desde fuera”.

Todos estos síntomas, aunque nos resulten en muchas ocasiones desagradables, difíciles de aceptar y tolerar, son necesarios para poder dar una respuesta adecuada cuando tengamos delante de nosotros un peligro.

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