En el ámbito clínico de la Psicología, existen diferentes corrientes o terapias de intervención psicológica, que se centran en analizar y solucionar el malestar del individuo a partir de diferentes enfoques o propuestas. Es importante que en la primera sesión con un/a psicólogo/a te explique cuál es su orientación y metodología a seguir, por lo que a partir de esta semana desde Amadag nos hemos propuesto resolver las principales dudas en torno a los diferentes tipos de terapias. Para comenzar, hoy nos centraremos en la terapia cognitivo-conductual, la más eficaz y la más ampliamente utilizada.

¿Qué es la terapia cognitivo-conductual?

La terapia cognitivo-conductual (TCC) es un tipo de orientación terapéutica que se basa en el triple sistema humano, es decir, en cómo lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos está interrelacionado e influye en la aparición y el mantenimiento de los problemas psicológicos, entendiéndose en términos generales que son en su mayoría aprendidos, resultado de pensamientos, emociones o conductas desadaptativas que, y he aquí la buena noticia, se pueden desaprender para aprender otros más adaptativos.

En este sentido, es importante recalcar en este punto que, en contra de lo que se suele comentar, la terapia cognitivo-conductual no niega –ni mucho menos, todo lo contrario- el pasado ni la influencia genética, pero entiende que lamentablemente no podemos modificar el pasado –pero sí el presente- y que, aunque exista cierta predisposición o vulnerabilidad, se pueden hacer multitud de cambios para mejorar la situación. De hecho, quizá el elemento central de cualquier terapia psicológica sea precisamente el cambio (y, si absolutamente todo fuera genético -como el color de ojos, por ejemplo-, no se podría cambiar nada, ¿verdad?).

La terapia cognitivo-conductual se centra, por tanto, sobre todo en aprender en la práctica, de forma sistemática y regular, estrategias eficaces en el momento actual para poder alcanzar metas u objetivos terapéuticos y, por ende, solucionar los problemas psicológicos y el malestar del paciente. Por tanto, requiere un papel activo del paciente, el cual no sólo habla y se desahoga, contando al psicólogo/a su problema, sino que aprende y aplica en su día a día herramientas para superar sus dificultades. En este sentido, se ha demostrado incluso que el mayor predictor de éxito terapéutico es la implicación del paciente.

¿Cómo se estructuran las sesiones?

El proceso terapéutico dentro la corriente cognitivo-conductual consta de las siguientes fases o etapas:

1. Evaluación psicológica: las dos o tres primeras fases del proceso terapéutico se centran en obtener información, información descriptiva sobre el paciente y el problema (qué ocurre, cómo ocurre, cuándo y dónde ocurren la o las conductas problema…) así como funcional (por qué ocurre el problema), incluyendo otros aspectos que pudieran estar influyendo directa o indirectamente sobre el problema (variables de personalidad, aspectos familiares, sociales, laborales o académicos, entre otros). La fase de evaluación o recogida de información se estructura en torno a una entrevista clínica semiestructurada, así como otros instrumentos de evaluación como autorregistros o autoinformes (los tan conocidos tests o cuestionarios psicológicos).

2. Devolución de análisis funcional: toda la información recogida durante la fase de evaluación se organiza y se estructura en torno al análisis funcional, una herramienta importantísima que describe las relaciones funcionales y explica a través de hipótesis por qué se originó el problema y, sobre todo, por qué se mantiene a día de hoy (y no se quedó en un mero hecho puntual del pasado). Esta sesión es esencial, puesto que permite al paciente entender por qué le pasa lo que le pasa, así como el por qué de los objetivos y técnicas de intervención a utilizar durante la fase de intervención, que se seleccionan en base a las conductas problemas recogidas en el análisis funcional.

3. Intervención o tratamiento psicológico: esta es la fase más amplia. Durante la misma, el paciente se entrena y aprende diferentes técnicas o estrategias de intervención eficaces que le permiten el cambio y, por tanto, resolver su problema, consiguiendo alcanzar los objetivos de intervención propuestas. Ejemplos de estrategias pueden ser las técnicas de relajación, modificación de pensamientos (reestructuración cognitiva, parada de pensamiento), regulación emocional, técnicas de exposición (con prevención de respuesta), entrenamiento en habilidades sociales, solución de problemas, gestión eficaz del tiempo… El tratamiento es individualizado y ajustado al paciente según lo que necesita, no una mera dispensación de técnicas sin filtro alguno.

4. Alta terapéutica (y seguimiento): una vez el paciente aplica en su día a día las técnicas aprendidas, comenzamos a ver los primeros cambios o mejorías, en términos de soluciones al problema por el que acudió a consulta. Cuando se comienzan a conseguir los objetivos terapéuticos propuestos se empiezan a espaciar las sesiones de cara al alta terapéutica, momento en el cual el motivo de consulta ya se ha solucionado completamente. En la última sesión se trabaja la técnica de prevención de recaídas a modo de mantenimiento de los cambios conseguidos a corto, medio y largo plazo, así como la prevención de nuevos problemas en el futuro y se realiza un seguimiento a los 3, 6 y 12 meses, para analizar la evolución y solucionar problemas, si los hubiere.

En la modalidad individual –aunque también puede ser grupal las sesiones suelen ser de carácter semanal, en torno a 50 minutos ó una hora de duración.

¿Por qué tendría que elegir la corriente cognitivo-conductual frente a otras?

La terapia cognitivo-conductual es una terapia científica. Es, de hecho, la más eficaz, puesto que es la que ha demostrado científicamente –a través de numerosas investigaciones clínicas con métodos experimentales, en las que se ha demostrado que una gran cantidad de pacientes con el mismo problema, aplicando las técnicas aprendidas, consiguen mejorar significativamente y superar el problema- su evidencia a la hora de solucionar los problemas psicológicos con una duración limitada –no se alarga innecesariamente durante multitud de años-. Es, por tanto, la terapia de elección para multitud de problemas psicológicos, tales como todos los problemas de ansiedad, depresión, etc.

En resumen, la terapia cognitivo-conductual es la modalidad de terapia de elección para la mayoría de los problemas psicológicos, por su eficacia demostrada y validada científicamente. Consiste, básicamente, en aprender herramientas o estrategias eficaces para resolver el problema, técnicas que se seleccionan en base al análisis funcional del problema, explicación del por qué se origina y por qué se mantiene a día de hoy el problema del paciente.

 

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