Vuelvo de la tan difícil desconexión en vacaciones –sí, incluso en estos momentos es más necesaria que nunca- y me encuentro con la alarmante cifra de nuevos contagios y rebrotes en toda España. No paro de oír comentarios al respecto, ironías respecto a cómo, supuestamente, iba a mejorar la situación en verano gracias al calor, las comparaciones con otros países, que no tienen tanto volumen como nosotros, las posibilidades de un nuevo confinamiento, las innumerables pérdidas económicas para el turismo nacional… mientras los datos de nuevos positivos no dejan de subir día tras día. ¿Estamos ya aumentando nuestros niveles de ansiedad ante la tan temida segunda ola?

Nos encontramos ante un escenario nuevo… pero similar a la vez. Nuevo en tanto en que no sabemos aún qué pasará –como siempre digo, esta situación nos está entrenando a todos en la tolerancia a la incertidumbre-, puesto que cada semana aparecen nuevas normativas o cambios. Pero similar a la vez porque ya no es la primera vez que nos enfrentamos a una situación así.

Por tanto, ante este escenario podemos adoptar dos actitudes diferentes. Por un lado, podemos recordar de forma automática aquellos meses no tan lejanos de confinamiento, y querer por todos los medios no volver a esa situación tan horrible, tan tediosa y tan sumamente larga –más larga de la que todos imaginábamos en un principio- que parecía no tener fin. Si nos fijamos, es posible que aparezcan por nuestra mente pensamientos negativos al respecto, y pensar que no podríamos soportar de nuevo una situación así (por supuesto, todo depende del balance que hayamos hecho del confinamiento). En este caso, es muy probable que aparezca de nuevo la ansiedad, en forma de preocupación e incluso angustia, puesto que anticipamos de forma catastrófica un futuro cercano que nos asusta. Y es normal –y muy común- que aparezca esta ansiedad por la segunda ola, pero en nuestra mano está poder gestionarla de forma diferente a la primera vez, en el caso de que así sea. ¿Cómo?

En el otro lado, por contra, se encuentran aquellas personas que adoptan otra actitud diferente. Si nos paramos a pensar un momento, ya contamos con cierta ventaja en comparación con marzo: ya no nos pilla desprevenidos; el factor sorpresa ya no existe, la novedad y el desconocimiento o incredulidad inicial quedaron atrás. Y precisamente por ello contamos esta vez con más información, ya tenemos una referencia más o menos clara que nos permita saber cómo actuar de la mejor manera posible (aunque sí, es cierto que aún desconocemos mucho sobre este virus, pero no tanto como al principio). Ya tenemos cierto control, si bien no completo, sobre la situación; estamos más preparados que la primera vez; ya sabemos, por experiencia previa y a título individual qué es lo que mejor y peor llevamos durante el confinamiento, por lo que es importante analizarlo para mejorarlo.

En términos generales, intentemos no anticipar el futuro de forma negativa puesto que, ahora más que nunca, no podemos adivinar qué pasará en el futuro, vivamos día a día o semana a semana, no nos sobrecarguemos de información (como ya sabemos bien, esto lo único que conlleva es a aumentar nuestra sensación de alarma) y, sobre todo, sigamos cumpliendo con las normas de higiene por responsabilidad social e individual. Este es el camino a seguir.

Recordemos una vez más que la ansiedad se “alimenta” de la incertidumbre y de la sensación subjetiva de falta de control; por tanto, nuestros intentos se dirigirán precisamente a trabajar estas dos grandes variables para afrontar la segunda ola. Y tú, ¿en qué lado te posicionas?

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