Pánico escénico.

Si cada vez que tienes que hablar en una reunión, dar un discurso ante un número de espectadores o dirigirte a un determinado público sientes un elevado estado de ansiedad que te resulta incapacitante, muy desagradable o incluso te lleva a evitar el contacto con este tipo de situaciones es posible que estemos hablando de pánico escénico.

Pero… ¿Qué es el pánico escénico?

Hablamos de un miedo cerval manifestado ante determinadas situaciones sociales, que lejos de tratarse de un temor leve es algo que para muchos resulta muy incapacitante en determinadas circunstancias vitales. Diríamos que su inicio varía dependiendo de cada persona, puesto que hay gente que no recuerda un inicio puntual, y por tanto aseguran sufrirlo desde siempre, y hay otros que tienen lo que podríamos llamar “los cadáveres del sótano”, es decir, que les surge a raíz de una mala experiencia, en la cual no perdonarán su actuación, condenando ese tipo de situaciones a una idea de catástrofe, por lo que no querrán volverlas a repetir a partir de ese momento.

Nos basamos en la idea de que es un miedo aprendido que puede desaprenderse, pues se debe más a un desencadenamiento de ideas que nos conducen al bloqueo, que a una falta de capacidad por nuestra parte. Lo más influyente a la hora de enfrenarnos a nuestro miedo, es la actitud que tomamos frente a él.

Nuestro trabajo con pacientes nos lleva a la conclusión de que esto de hablar en público parece que se trata de una película de espías en la que nos van a descubrir en cualquier momento.

Si observamos detenidamente, en el pánico escénico el miedo no es a los posibles síntomas que experimentemos, como pueden ser el hecho de sudar, temblar, ruborizarse, atascarse, quedarse en blanco… El miedo que sentimos va más allá de eso, y se podría traducir en última instancia como un miedo cerval a mostrar miedo. Se trata de una sensación que engloba muchos otros temores sociales como son:

Todas estas sensaciones provocan en nosotros un estado de alerta elevado en el que solemos medir los tiempos, nos encontramos nerviosos antes de que ocurra y durante, pero también después del hecho en sí, puesto que tendemos a pensarlo y repasarlo una y otra vez (lo que podíamos haber hecho mejor, lo que no hicimos…). De esta forma diremos que una de las consecuencias de miedo es un desequilibrio atencional, en el que estamos extremadamente pendientes de nosotros mismos frente a la escasa atención que finalmente ponemos en el público. Hemos de ser conocedores de que si nuestra atención está activa en un montón de aspectos centrados en uno mismo, vigilante de que nada de eso falle, quizás el hecho de comunicarnos de forma fluida con el público sea más difícil. Así que mostramos una elevada atención propia en la que no estamos en una ponencia de cara al público, sino que nos situamos en un submundo paralelo, en el que debemos controlar absolutamente todo lo que nos está pasando en ese momento.

Debemos de aclarar que el pánico escénico no tiene nada que ver con la personalidad de cada uno, sino con una forma de posicionarse frente al mundo. Quizá sea una sobrecarga del sistema por el gran esfuerzo que desarrollamos para “ser normales”. Y es que todo el esfuerzo que invertimos es para que no pasen cosas, para demostrar a los demás que no nos pasa nada, por lo que podríamos decir que desarrollamos una visión egocéntrica del mundo.

Vemos que el pánico escénico  se trata, por tanto, no solamente de ser el centro de atención, sino que, además de serlo, luego resulte que no demos la talla, pudiendo llegar a darnos mensajes como “no puedo soportarlo”, “no puedo dar ponencias”… Pero sopesemos que si estamos pensando de esta forma, estamos dando por hecho que hay dos grupos de personas: las que están capacitadas para este tipo de interacciones sociales y las que están incapacitadas; como si los primeros tuviesen algún tipo de técnica en su interior que nosotros no poseemos.

El hecho es que evitamos y anticipamos tanto que al final el resultado es una respuesta bloqueada y una sensación de cansancio extremo que resulta de la elevada tensión previa.

¿Cómo tratarlo?

Nuestra experiencia con los numerosos pacientes que han acudido a AMADAG para solucionar su pánico escénico nos ha llevado a enfocar el tratamiento con un claro objetivo, sembrar una semilla que haga comprender que lo más influyente a la hora de enfrentarnos a nuestro miedo es la actitud que tomamos frente a él. Siendo fieles a nuestra manera de enfocar esta problemática aquí os dejamos una serie de consejos para hablar en público, consideramos son realmente parte de la clave para poder enfrentarnos a esta situación temida de la manera más eficaz y funcional posible.

Tolera las sensaciones que experimentas:

Uno de los principales consejos para el pánico escénico. Debemos tener presente que toda orden que nos intentemos imponer provocará una contraorden corporal/fisiológica no deseada. Por lo que intentar luchar contra cualquier síntoma será la clave para empezar a experimentarlo con mayor intensidad aún. Es importante recordar que luchar por no sentir nada nos impedirá conectar adecuadamente con la situación. Hablamos de la idea de aceptar en vez de rechazar.

Pierde el miedo a perder:

Resulta atractiva la idea de que si puedo empezar a perder, entonces podré empezar a ganar. Observamos que según las expectativas que pongamos en el evento, según lo que creemos que nos estamos jugando, obraremos de una u otra forma después. Es decir, que si creemos que tenemos mucho que perder, nos pondremos más nerviosos y nos bloquearemos más que si creemos que la auditoría va a ser más amable con nosotros, es conocedora de nuestro problema, o no nos va a juzgar a nuestro parecer, sería entonces cuando no tendríamos tanto miedo a perder y no nos jugaríamos tanto, por lo que seguro estaríamos más tranquilos desarrollando nuestra exposición.

Conoce el recorrido de la ansiedad:

Existe una explicación gráfica de lo que fisiológicamente le ocurre a nuestro cuerpo en una situación de ansiedad elevada, y esto siempre será así. Esta curva se ve influida por dos sistemas nerviosos: primeramente el simpático que nos prepara para la acción y nos activa y el parasimpático el cual se encarga de la producción y el restablecimiento de la energía corporal. Uno de los más importantes consejos para hablar en público: La curva de ansiedad no subirá nunca hasta el infinito, siempre habrá unos primeros 10 minutos en los que nos encontremos muy nerviosos, pero eso fisiológicamente bajará, regulando nuestro sistema. Experimentar y comprobar que hay tope, reduce el tiempo de angustia considerablemente y aumenta la percepción de autoeficacia.

Concédete permisos:

Una de las cosas que más nos aterran es el hecho de perder el hilo del discurso sin barajar las inmensas posibilidades que tenemos de reacción, en primer lugar deberé aceptar que he perdido el hilo y que esto no tiene nada de catastrófico. Si se me olvidó por donde iba, puedo comentarlo y parar para volver a encontrarlo o pasar a la siguiente idea, dando tiempo a nuestra memoria para recuperar la información, sin que ello me parezca un acto por el que perderé la credibilidad del público. Es interesante observar que en ocasiones tenemos la percepción de que toda nuestra felicidad depende de que lo consigamos hacer bien, lo que provoca que de repente nos veamos inmersos en una situación claustrofóbica, en la que no podemos perder o fallar por nada del mundo. Nos creamos un mundo tan rígido en el que, si no cumplimos con nuestras propias expectativas, tendemos a pensar que ya no podremos aspirar a ningún grado de felicidad.

Dar cabida a tu imaginación y a tu capacidad de recordar datos o ideas:

Fruto de nuestro temor a hablar frente a los demás y a equivocarnos, tendemos a llevar toda la exposición escrita en papel y basar nuestra actuación en la ayuda que creamos que nos puede proporcionar; pero entonces, estamos dejando poca cabida a nuestra imaginación y a nuestra capacidad de recordar datos o ideas, puesto que cedemos toda la memoria que necesitamos al guión que llevamos en la mano. De esta forma, lo que conseguimos es que si en algún momento del discurso nos perdemos, la única posible salida que barajamos es mirar al papel y buscar la palabra adecuada que nos dé pie a continuar. Una alternativa interesante es la de llevar un guión muy breve, en el que consten 4 o 5 ideas claves , que nos ayuden a llevar clara la estructura central del discurso, puesto que debemos tener en cuenta que las personas a las que va dirigido son desconocedoras de lo que queremos decir.

“A menudo, entre los bastidores de la perfección está sentada la temblorosa miseria”.

Hablamos de aprender de la experiencia, de ver qué pasa y que nos pasa y así tomar contacto con nuestro componente fóbico. Quedarnos en silencio si así sucede, dejarnos estar en blanco si nos quedamos en blanco y observarnos ¿Qué es lo que sucede tras traspasar este umbral? Quizá descubramos muchas más cosas interesantes de las que imaginábamos, quizá hablar ante un público deje de ser una tarea tan ardua pues habré encontrado mi posición frente al miedo.

El tratamiento grupal para este tipo de problemática ha resultado ser el más efectivo, pues no solo se forma teóricamente a los miembros del grupo sobre la experiencia del miedo, sino se pone en práctica a través de exposiciones lo aprendido, lo cual prepara y entrena a la persona en su pánico escénico, con el objetivo de poder desenvolverse de forma más adaptativa en las situaciones que se den en su vida cotidiana.

En Amadag realizamos cursos grupales para el tratamiento del pánico escénico. ¿Te sientes identificado con este artículo? ¡Ponte en contacto con nosotros!

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