Si alguna vez te has descubierto pensando en “esa situación” en la que crees que todo acabaría fatal, en la que imaginas que lo más probable es que, si te pasase a ti, perderías el control… Si alguna vez has sentido que deseabas salir corriendo de una situación que se te hacía insostenible porque notabas cómo temblabas o tu corazón se aceleraba, sintiéndote desbocado/a… Si alguna vez has huido o evitado “esa situación” para asegurarte de que así aliviarás tu malestar… Entonces quizás ya sepas lo que es vivir un episodio de ansiedad. Pero como creemos que es necesario que afinemos un poquito más, hoy nos proponemos pulirla para mostraros las mil caras de la ansiedad, y así conocer las diferentes formas en las que las personas solemos experimentarla.
Cuando tenemos ansiedad nuestro cuerpo se agita, y sentimos síntomas físicos que nos resultan desagradables, hasta incluso intolerables. Nos imaginamos que algo peligroso puede llegar a ocurrirnos, siempre adelantándonos consecuencias muy negativas o dolorosas para nosotros; incluso nos contamos que va a ser horrible y sentimos que no lo vamos a poder soportar. Pues, como si estuviésemos hablando de un mineral en bruto y a grandísimos rasgos, esto es la ansiedad.
Ataque de ansiedad y trastorno de ansiedad
Para comenzar tendremos que distinguir el ataque de ansiedad de un trastorno de ansiedad. Un ataque de ansiedad es un episodio puntual de miedo anticipado y muy intenso, que nos puede suceder a cualquiera frente a una situación en la que anticipadamente creemos que vamos a peligrar (aunque nos vayamos a exponer a una situación que no implique peligro real para nuestra integridad personal).
Sin embargo, estar atravesando un trastorno de ansiedad es convivir con esos episodios de ansiedad más frecuentemente y al menos durante seis meses o más; las personas que viven con un trastorno de ansiedad aprenden y desarrollan hábitos para hacer frente o evitar el malestar que les provoca ese miedo desproporcionado que a veces se les presenta, lo que muchas veces termina condicionándoles los hábitos de su día a día y empobreciendo su calidad de vida.
¿Cuales son las mil caras de la ansiedad?
Cuando decimos que hoy os traemos las mil caras de la ansiedad nos referimos a las formas en las que la ansiedad se presenta como trastorno, ya que según los orígenes y la naturaleza del peligro que sobrevaloremos la ansiedad tendrá una cara u otra. Vamos a ello.
1. Trastorno de ansiedad por separación
La persona que está pasando por este problema tiene miedo o ansiedad excesiva y constante a que las personas por las que sienten vinculados se separen de ella. Los momentos de ansiedad se originan porque a menudo tienen presentes los posibles daños que pueden sufrir los más apegados (una enfermedad, un accidente…) o ellos mismos (perderse, ser raptados o atacados…), lo que les lleva a imaginarse situaciones en las que terminan alejándose de ellos definitivamente y/o perdiéndoles.
La preocupación por el bienestar o la muerte de sus seres queridos es tan constante que pueden tener pesadillas relacionadas con ello y síntomas físicos de angustia (dolor de cabeza o de estómago, náuseas, vómitos…). Así que muchos de ellos se resistirán a alejarse de casa o salir del entorno que encuentren seguro, rechazarán ir a sitios solos, incluso puede que deseen evitar dormir o permanecer en una habitación sin sus figuras de apoyo.
En los momentos en los que su entorno no puede permanecer con ellos y se da la separación, contactarán de lleno con el miedo a su pérdida, tanto es así, que continuamente querrán conocer el paradero de la persona ausente.
En esta cara de la ansiedad se experimentan sentimientos de tal desamparo que las personas se pegarán a sus acompañantes como si fuesen su sombra y no se separarán de ellos cuanto les sea posible.
Este tipo de trastorno, aunque se desarrolle mayoritariamente en la infancia (podríamos estar hablando de ansiedad por separación si esto sucede durante más de un mes), también se da en la edad adulta.
2. Mutismo selectivo
Este tipo de expresión de ansiedad la viven personas que tienen la sensación de ser incapaces de establecer un diálogo con personas poco conocidas. En estos casos se poseen unas habilidades lingüísticas normales, pero cuando se encuentran con personas que no forman parte de su círculo más íntimo y tienen que interaccionar con ellos, se inhiben hasta tal punto que no inician el diálogo o no responden a los demás.
Suelen ser personas extremadamente tímidas que, aunque desean contactar con los demás, tienen un miedo atroz a ser humillados o aislados; por lo que las situaciones sociales les genera una gran carga de ansiedad que les bloquea e impide una comunicación satisfactoria, reaccionando a veces con irritabilidad o negativismo.
Este trastorno de ansiedad altera la comunicación social informal habitual y suele conllevar importantes consecuencias en los ámbitos académico o laboral. Pese a ello, a veces hacen uso de lenguaje no verbal como gruñidos, señalar o escribir para comunicarse; incluso se pueden animar a participar en encuentros sociales, siempre y cuando tengan la seguridad de antemano de que no van a tener que intervenir.
3. Fobia específica
Cuando la ansiedad se torna en forma de fobia específica hablamos de un miedo desproporcionado y persistente en el tiempo hacia objetos o situaciones concretas, como a ciertos animales, entornos naturales, sangre/inyecciones/heridas, a las alturas, volar, vomitar o atragantarse, etc. Los niños pueden expresar su ansiedad a través de llantos, rabietas, quedarse paralizados o aferrarse, mientras que los adultos pueden desarrollar una crisis de pánico al verse expuesto a ese contexto.
Como suele suceder en la mayoría de las caras de la ansiedad, las personas que lo padecen reconocen que sus reacciones son más intensas que las que el peligro real conllevaría. No olvidemos que bajo un estado de ansiedad la mente tiende a sobreestimar el peligro, así que en la práctica se siente terror y las conductas que se llevan a cabo son acordes a éste.
El miedo suele variar de intensidad según la proximidad al objeto o situación determinada, incluso pueden llegar a sentir síntomas de ansiedad de forma inmediata si se le presenta o creen que puede darse la ocasión.
Cuando una persona tiene una fobia específica, de forma natural intentará no sentir estas experiencias desagradables, así que tomará decisiones y llevará a cabo comportamientos destinados a prevenir o minimizar el contacto con lo que considera el foco del peligro. Lo que hace que terminen evitando pasar por lugares concretos como puentes o parques, rechacen trabajos relacionados con viajar en avión, se nieguen a ir al médico o disminuyan su ingesta diaria de alimentos, entre muchos otros posibles, pudiendo en algunos casos deteriorarse enormemente su calidad de vida.
4. Trastorno de ansiedad social o Fobia social
Aquí el gran miedo proviene de la idea de estar expuesto, ser examinado y evaluado negativamente por los demás, así que las situaciones que les provocarán miedo o ansiedad elevados son las que impliquen interaccionar socialmente con otros. Hay personas que sienten ansiedad ante reuniones formales (frente a superiores o personas que crean que tienen mayor criterio que ellos en el ámbito laboral) y otras que, sin embargo, la experimentan cuando el contexto social es de naturaleza informal (con amigos o desconocidos, pero en ambientes de ocio).
Si tenemos en cuenta las diferencias que se dan de una persona a otra en esta cara de la ansiedad, las situaciones que pueden resultarles insoportables pueden llegar a ser variadas y numerosas; para que nos hagamos una idea: reuniones o festejos con personas desconocidas, contextos en las que se puede ser observado comiendo, bebiendo, o incluso hablando por teléfono, trabajos de cara al público, o situaciones en las que la persona ha de desenvolverse ante otros.
Su peor temor es poder llegar a sentirse avergonzado, humillado o rechazado, por lo que, si no pueden evitar la situación social determinada, intentarán esforzarse mucho para impedir que se note aquel síntoma (como temblor de manos, sudor o rubor, bloquearse o quedarse en blanco durante la conversación…) que pueda dejar ver al público su estado de ansiedad frente a la situación.
Para terminar y como sucede en otras ocasiones, se sobreestiman las consecuencias negativas, así que el peligro de ser completamente rechazado y apartado socialmente hace que suelan anticipar con mucha antelación de qué manera actuarán cuando llegue el momento de acudir al evento prefijado de antemano.
Una cara de la ansiedad que genera diariamente un alto grado de ansiedad y sensación de amenaza por parte de los otros, de los cuales se siente que uno no puede huir, y que retroalimenta el miedo a la interacción. Un sufrimiento que, en el fondo, no permite satisfacer la propia necesidad de aprobación ni la sensación de libertad de ser uno/a mismo/a.
5. Trastorno de pánico
Hablamos de personas que experimentan recurrentes e inesperadas crisis de pánico, cada una de las cuales que se caracteriza por la aparición repentina de una oleada de miedo y malestar intensos que alcanza su nivel máximo en cuestión de minutos, a la que acompaña síntomas físicos y pensamientos o interpretaciones de peligro (como miedo a morir, o miedo a perder el control o volverse loco). Las crisis de pánico pueden ser esperadas, en respuesta a objetos o situaciones típicamente temidas, o inesperadas, que parecen ocurrir de la nada o sin razón aparente, incluso despertando de un sueño nocturno en estado de pánico.
Las personas que lo viven se muestran continuamente intranquilas por las consecuencias que puedan tener las crisis de pánico en sus vidas: temiendo (a pesar de las revisiones médicas) que puedan ser anuncios de una enfermedad no encontrada que esté poniendo en peligro su vida, o creyendo que indican que uno se está volviendo loco, que se está perdiendo el control o que supone cierta debilidad emocional, sintiendo vergüenza o miedo a ser juzgados negativamente por los demás.
Cuando se tiene un trastorno de pánico, la desinformación y la preocupación por tener nuevas crisis de angustia hace que en la mayoría de las ocasiones cambiemos de manera desadaptativa el comportamiento, restringiendo muchas de las actividades que antes eran habituales para intentar minimizar o evitar nuevos ataques de pánico: la persona puede negarse a hacer actividades como ejercicio físico o acudir a situaciones desconocidas, reorganizar su vida diaria y actividades para asegurarse de que dispondrá de ayuda en todo momento por si acaso se repitiese…
Pero sepamos que las crisis de pánico pueden desarrollarse en cualquier trastorno de ansiedad, así que deberá ser un especialista el que determine si se trata únicamente de un trastorno de pánico o está asociado a otros.
6. Agorafobia
La característica esencial de la agorafobia es que la persona vive un intenso miedo o ansiedad a exponerse (o ante la posibilidad de hacerlo) a dos o más de las situaciones que siguen: usar el transporte público (buses, trenes, barcos, aviones, etc.), estar en espacios abiertos (plazas, o parajes extensos por ejemplo), encontrarse en lugares cerrados (tiendas, teatros, cines…), estar de pie haciendo cola o en una multitud, o encontrarse solos fuera de casa.
¿Y por qué temen encontrarse en estos contextos? porque creen que en ellos pueden desarrollar síntomas similares a los de las crisis de pánico u otros síntomas que les incapaciten o humillen frente a los demás (como marearse, miedo a caer, vomitar o desorientarse), evaluando las circunstancias como lugares en los que sería difícil escapar o no podrían disponer de ayuda para hacer frente al pánico. Así que paulatinamente irán catalogando las distintas situaciones en las que se puedan encontrar como “seguras” o “inseguras”.
Normalmente, como estrategia natural para hacer frente a estos síntomas, pensamientos y emociones displacenteros, las personas deciden evitar las situaciones que catalogan como inseguras con el fin de estar tranquilas, ya que en ellas casi siempre terminan sintiendo ansiedad; y si no las evitan, procuran prevenir o minimizar el impacto del miedo yendo acompañados de personas con las que tengan mayor sensación de seguridad. Lo que supone un arma de doble filo, porque cuando la evitación es desproporcionada puede llegar a ser tan grave que la persona se quede confinada en casa.
7. Ansiedad generalizada
Las características principales del trastorno de ansiedad generalizada son una ansiedad constante y una preocupación excesiva sobre varios acontecimientos o actividades a menudo rutinarios en la vida de la persona que la sufre, como las responsabilidades el trabajo, la salud suya o de las personas cercanas, las finanzas, o asuntos de menor importancia como tareas del hogar o llegar tarde a una cita, por ejemplo. Estas preocupaciones duran más que otras y se pueden dar sin desencadenantes previos; además son desproporcionadas con respecto a la probabilidad o impacto real de las circunstancias anticipadas, y les resultan muy difícil de controlar, pudiendo incluso trasladar sus temores a objetos o cambiar su foco de unas situaciones a otras.
Se considera que la ansiedad es generalizada cuando las preocupaciones son tan excesivas que terminan influyendo en el funcionamiento de la vida cotidiana de la persona. Son preocupaciones que se viven como invasoras, repetitivas y difíciles de manejar, tanto es así que, si surgen otros asuntos más urgentes, a veces la persona no considera importante aplazarlas porque éstas se valoran como más penetrantes y angustiosas que los asuntos nuevos por resolver. Así que finalmente la persona queda “enganchado/a” a ellas.
Además, a toda esta vorágine de preocupaciones es muy habitual que se sumen síntomas físicos como inquietud o sensación de excitación o nerviosismo, fatiga fácil, dificultad para concentrarse o mente en blanco, irritabilidad, tensión muscular y alteraciones del sueño incrementando la sensación de malestar.
8. Trastorno de ansiedad inducido por sustancias/medicamentos
La última cara de la ansiedad es una en la que los ataques de ansiedad o pánico son predominantes y se consideran causados por los efectos de una sustancia, por ejemplos drogas de abuso, medicamento u otras sustancias tóxicas.
En consulta vemos muchas personas que a raíz de un consumo de drogas tuvieron una crisis de pánico, pero aquí no sólo se incluyen los ataques de ansiedad por la interacción entre estupefacientes y predisposición del organismo en un momento dado, sino que está incluida la ansiedad debida a una intoxicación o retirada de sustancias o tratamientos médicos.
Es un formato en el que la ansiedad se presenta durante o poco después de la intoxicación o abstinencia a la sustancia, y una vez interrumpido el tratamiento los síntomas de pánico van remitiendo a lo largo del primer mes.
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