La evitación juega un papel fundamental en la psicopatología. Seguramente, en la mayoría de nosotros se podría identificar alguna forma relevante de evitación (cognitiva, conductual y experiencial), bien por su frecuencia, por su intensidad, el grado de tolerancia, el nivel de malestar que experimentamos o el grado de incomodidad generado. Como resultado de esta evitación, en mayor o menor medida puede acarrearnos algún tipo de problema en nuestro día a día.

¿Qué es la evitación?

La evitación es un mecanismo de defensa común en el ser humano. Tendemos a utilizar la evitación como forma de afrontar las situaciones que nos generan malestar, incomodidad, dolor, sufrimientos, ansiedad, miedo, estrés… Hay situaciones y experiencias que hacen que nos sintamos tan mal, que la única manera que vemos de reducir o hacer desaparecer ese malestar es evitando aquello que nos provoca el propio mal estar.

Puede darse de dos formas:

  1. Cando anticipamos el mal estar o sufrimiento por el que vamos a pasar si nos enfrentamos a la situación u experiencia y por lo tanto evitamos exponernos a ella (evitación). Ejemplo: Evito hablar en público, evito montar en metro…
  2. Cuando ya estamos en esa situación que nos genera tanto mal estar, nos resulta muy desagradable y lo que queremos es huir o escapar de ella para dejar de sentirnos así (escape o huida). Ejemplo: Estoy en el metro y comienzo a encontrarme muy mal y salgo corriendo hacia la calle.

Tipos de evitación

  • Evitación Cognitiva: Tendencia a evitar pensar sobre aquello que nos genera mal estar o sufrimiento. No pensar para no sufrir, eludir o no afrontar aquello que nos preocupa. Esta evitación se materializa en forma de búsqueda de distracciones, o centrarnos solo en lo positivo intentando olvidar todo lo demás. No nos dedicamos tiempo a valorar el problema y reflexionar sobre él para encontrar la manera de cómo afrontar. Ejemplo: Mirar redes sociales para dejar de pensar en lo que nos preocupa.
  • Evitación Conductual: Quizás esta es la que más fácil nos resulta de identificar. Es la no acción, es decir, se deja de hacer aquello que nos supone un gran mal estar. Ejemplo: No subo al metro porque me da ansiedad.
  • Evitación Experiencia: Se refiere a la evitación de las emociones desagradables o aquellas que nos suponen mayor malestar. Es decir, la respuesta evitativa a sentir emociones como la ansiedad, miedo, ira, tristeza, pánico, y su respuesta cognitiva (pensamientos rumiativos) y fisiológica (síntomas físicos). Ejemplo: Estoy sintiendo ansiedad y cojo el móvil para distraerme viendo videos de gatitos

La evitación genera mayor ansiedad

Las conductas de evitación no solucionan nada, ni nos salvan ni nos blindan frente al mal estar que podemos sentir frente a determinados estímulos, ya sean internos (pensamientos, síntomas fisiológicos, emociones…) o externos (situaciones específicas). Más bien lo que ocurre es todo lo contrario, se mantiene el problema o incluso se incremente y además genera mayor mal estar.

La evitación es la mecha de la ansiedad, cuanto menos ansiedad quiero sentir llevando a cabo conductas de evitación peor, pues se mantiene el problema con ésta.

La conducta de evitación suele tener también consecuencias negativas tales como reducción de contactos sociales, baja autoestima, interferencia con actividades de ocio, problemas laborales, familiares y relacionales.

Caemos en su trampa porque a priori, a corto placo parece una buena estrategia de afrontamiento, por eso tiramos de ella. Si dejo de montar en el metro – dejo de sentirme mal.

¿Pero qué pasa a medio/largo plazo? Pues que el problema se mantiene y la bola de nieve se va haciendo cada vez mayor. Para nosotros la evitación funciona como refuerzo, si dejo de hacer esto – dejo de sentirme mal. Pero en realidad es un refuerzo negativo porque a la larga no nos ayuda, sino que nos limita cada vez más. Es decir, el alivio subjetivo experimentado con la evitación permite que esta conducta se vea reforzada y vuelva a realizarse en situaciones similares, así de a poco, las personas comienzan a evitar cada vez más y a sentirse cada vez peor, abriendo paso a emociones desagradables y mayor mal estar.

Ya sabemos que evitar (o huir) de aquello que nos genera malestar es un mecanismo de protección, pero es una manera de afrontar bastante contraproducente. La evitación no solo reduce la ansiedad al permitirnos no colindar con la situación desencadenante. También provoca que la persona no sea capaz de habituarse a las sensaciones de ansiedad y a la inocuidad del estímulo desagradable.

Identifica cuanto está de presente la evitación en tu vida, solo así, serás consciente de cuánto te limita y podrás empezar a actuar de otra forma.

Bibliografía:

Bados López, A. (2017). Agorafobia y pánico: Naturaleza, evaluación y tratamiento (2017).

Barajas, S. (2015). Evitación y psicopatología: Un estudio a través de una tarea experimental y su relación con medidas de autoinforme. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica20(1), 63-73.

Patrón-Espinosa, F. D. J. (2013). La evitación experiencial como dimensión funcional de los transtornos de depresión, ansiedad y psicóticos. Journal of behavior, health & social issues (México)5(1), 85-95.

Sandín, B. (2005). Evitación interoceptiva: Nuevo constructo en el campo de los trastornos de ansiedad. Revista de psicopatología y psicología clínica10(2), 103-114.

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