O todo o nada. O ha salido bien o es un fracaso. O eres bueno o malo. ¿Te suena? ¡Pues si! Hablamos del pensamiento dicotómico, es decir, de un tipo de distorsión cognitiva. Pero…

¿Qué son las distorsiones cognitivas?

Las distorsiones cognitivas son errores en nuestro pensamiento, en la manera en la que procesamos la información, son interpretaciones erróneas de la realidad que nos llevan a percibir el mundo de manera poco objetiva, además de disfuncional. Se presentan en forma de pensamientos automáticos los cuales desencadenan emociones negativas que pueden dar lugar a conductas desadaptativas o no deseadas.

Todos, de algún modo, distorsionamos la información que recibimos, el problema ocurre cuando las distorsiones se dan de forma continuada y rígida, produciendo por tanto conductas poco funcionales.

El pensamiento dicotómico

El pensamiento dicotómico se caracteriza por la tendencia a categorizar las experiencias en base a dos categorías opuestas. O las cosas son buenas o son malas, es decir, la tonalidad gris es inexistente, cuando el pensamiento es dicotómico el mundo se ve en blanco y negro, no hay matices.

Cuando las personas usan este sesgo, las conclusiones son absolutistas y extremas. ¿Cómo consecuencia? Emociones y conductas que oscilan entre extremos y que hacen percibir y describir a las personas su propio mundo emocional como un caos.

Los buenos o los malos, las brujas o las santas, el amor romántico o la deslealtad, ángeles o demonios, cielo o infierno, blancos o negros… Será que la sociedad nos ha invitado también a sesgar la información en extremos, invitándonos a evaluar la realidad tras los prismáticos de la exageración. Pero el mundo y nosotros, somos mucho más complejos que todo eso. Muchas de las experiencias vividas fueron buenas y malas a ratos, o quizá malas con sus cosas buenas. Supongo que con nosotros pasa algo similar y que ni santos ni demonios y entre esos dos polos oscilamos.

Recuerdo un paciente que nos preguntó en una terapia grupal:

Pero entonces… ¿Quién soy yo? Me cuesta definirme. A veces creo ser introvertido y otras soy el más extrovertido del equipo. Me pierdo en mi propia definición…“.

Acertadamente, mi compañero le invitó a permitirse ser las dos y en dejar de empeñarnos en tener que ser algo concreto, es decir, una sola cosa.

Todos, sin excepción, tendemos a dicotomizar muchas de las experiencias vividas. El ser humano ha tendido siempre a clasificar y categorizar el mundo para poder ordenar y entender la gran variedad o “caos” de la realidad (en ocasiones es incluso necesario), es cierto. No obstante, hacerlo en exceso supone quedarnos muy cortos, parcelar y reducir a una pequeña parte la enorme variedad y diversidad.

pensamiento dicotómico

¡Cuidado con el pensamiento dicotómico!

El cerebro de una persona que padece ansiedad, suele (en la mayoría de los casos así es) estar empapado de distorsiones cognitivas y es fácil observar como el pensamiento dicotómico está presente en el día a día de las personas padecedoras.

“Llevo meses intentando estar tranquilo cuando subo al metro, pero nada, no lo consigo. Por más que me esfuerzo no consigo estar tranquilo, nunca voy a conseguir mejorar”.

¿Has visto cuantos problemas tengo? Y encima parece que no resuelvo las cosas bien, nunca consigo hacer las cosas correctamente“.

No avanzo nada, estoy muy frustrada conmigo misma, por más que peleo, nada, no consigo nada…“.

Estaba haciendo el discurso delante de mis compañeros y parece que iba bien, estaba consiguiendo estar a gusto mientras hablaba. Pero entonces empecé a tener taquicardias y todo, como siempre, salió mal…“.

Pues aquí, algunos de los ejemplos que oímos en consulta… ¡Qué injusto eres contigo mismo! Suelo decir. Porque, cierto es, que somos en numerosas ocasiones nuestros peores enemigos. Discursos plagados de extremismos que invitan, como suelo decirles, a tirar la toalla a cualquiera.

Entre el todo y el nada, suele esconderse lo más parecido a la verdad. En el siempre o el nunca, se esconde el reflejo de nuestros temores, frustraciones o de lo que hemos idolatrado. El miedo, la culpa o la frustración, son verdad, lo que concluimos a través de ellas no tiene porqué serlo.

Cambiar este pensamiento, conlleva asumir nuevas perspectivas, responsabilizarnos de quienes somos y de cómo vemos el mundo, conlleva, en definitiva, una profunda honestidad con la propia experiencia y con nosotros mismos.

Como decía María Zambrano, todo extremismo destruye lo que afirma.

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