Antes de proceder, en primer lugar, aclarar que el siguiente post no pretende, ni mucho menos, resultar un posicionamiento ante cualquier partido ni ideología política, simplemente analizar las palabras vertidas el pasado 17 de marzo por el diputado Iñigo Errejón, respecto al trato que recibe la salud mental en nuestro país.

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Salud mental, la hermana pobre del sistema sanitario

El pasado 17 de marzo las redes se inundaban bajo el hashtag #Yotambiénvoyalmédico. El revuelo se produjo después de que el diputado Íñigo Errejón hiciera alusión a un problema que resulta palpable en nuestra sociedad: “La pandemia de la salud mental”.

Esto no es de la máxima actualidad, pero sin embargo, si es de la máxima importancia. El último barómetro del CIS ya empieza a preguntar y arroja datos que son espeluznantes. Vivimos un momento en el que a mucha gente se le han derrumbado las expectativas de vida. Ese barómetro arroja que 6 de cada 10 españoles, tienen ya síntomas de depresión y ansiedad“.

La pandemia ha agudizado las tendencias obsesivas y fóbicas, como una forma de defenderse e intentar controlar la angustia. A la pandemia, le ha seguido un incremento de ansiedad, tristeza y desesperanza que las personas exteriorizan de alguna manera con obsesiones y fobias. Estos síntomas permiten aplacar una de las cuestiones que más nos cuesta gestionar a la especie humana, la incertidumbre.

La pandemia hizo asomar una realidad palpable, no estábamos preparados como sistema sanitario para albergar una situación de tal envergadura. Algo así vino a decirnos las palabras de Iñigo Errejón, pero esta vez, referentes a la hermana pobre del sistema sanitario, a la salud mental.

El sistema sanitario público español, no está preparado para afrontar los estragos psicológicos que esta pandemia nos ha dejado a la sociedad. Tristemente esto ya ocurría antes de que Pedro Sánchez apareciera en los medios de comunicación el 13 de marzo del 2020 para anunciarnos que el país entraba en Estado de alarma. Antes de esto, los servicios públicos de salud mental ya sufrían. La sociedad ya sufría, pero lo hacía en silencio, como se sufren tristemente los problemas de salud mental en este país. Lo que no sale en las radiografías, ni en las analíticas, no es tratado con igual importancia o simplemente no es tratado, que es aún peor.

En España hay un ratio de 6 psicólogos por 100.000 habitantes, en España hay tres veces menos psicólogos que la media europea. Por lo que no es complejo responder porque hay tanta parte de la sociedad que no puede tratar sus problemas psicológicos, simplemente, no hay suficientes profesionales especializados en el tratamiento de los problemas psicológicos, simplemente, no se da abasto.

Esto tiene como resultado que un paciente con una depresión severa tenga que esperar listas de espera de 6 meses, para finalmente acceder a una atención que se resumirá en 30 minutos de consulta cada 15 días (poniéndonos casi en el mejor de los casos). Esa es la realidad de este país, la atención psicológica es para gente que pueda permitirse pagarse un psicólogo privado, elección maravillosa si efectivamente fuera eso, una elección, no una imposición debida a la carencia de psicólogos en nuestro sistema.

Una sociedad medicalizada

Y esto ¿qué tiene como consecuencia?: una sociedad medicalizada.

Si yo le digo Diazepam, Valium, Lorazepam, Trankimazin o Lexatín ¿Por qué todos aquí sabemos de lo que estoy hablando? Si estuviera hablando de medicamentos para el riñón o para el hígado no lo sabríamos. ¿En qué momento hemos normalizado que para que nuestra sociedad funcione tenemos que vivir permanentemente medicados? ¿Cuándo nos hemos acostumbrado a que esto sea una cosa normal? “.

Pues como coloquialmente se dice “de toda la vida señor Errejón, de toda la vida”. Porque nunca hubo muchas más opciones. El sistema sanitario, no ha asumido de manera clara que la salud va más allá de lo físico, priorizando el abordaje biologicista en el tratamiento del malestar psicológico. ¿Por qué? Pues suponemos, sin querer ahondar demasiado en el tema, que los intereses económicos siempre han primado. Y sabe hasta el menos formado, que lo que la industria farmacéutica mueve, no viene a ser poco.

Pues eso, hemos acabado con una sociedad “colocada” de ansiolíticos, porque no saben cómo resolver su angustia, su incertidumbre y sus emociones. Parche bonito durante un tiempo, pero con estragos personales y sociales devastadores a largo plazo.

El pasado domingo, se realizaron en España las oposiciones de formación Sanitaria especializada. Como dato:

  • La convocatoria Mir (Médico interno residente) ofertó un total de 7.989 plazas.
  • La convocaría Eir (Enfermero interno residente) ofertó un total de 1.683 plazas.
  • La convocatoria Pir (Psicólogo interno residente) ofertó un total de 198 plazas.

Este es el problema.

Salud mental y estigma

Las consecuencias no son solo la ausencia de atención psicológica (demostrada fundamental en el abordaje de la totalidad de trastornos psicológicos) para una gran parte de la población. Sino la invisibilidad que se otorga a esta problemática, que de algún u otro modo nos salpica todos.

Rememorando las palabras de Damián Alcolea que pronunció en el 2018 en el Congreso en el día de la salud mental: “Nuestra historia no es la historia del otro, sino de tu hijo, de tu hermana, de una amiga, de tu pareja o puede que sea tu propia historia, aunque aún no lo sepas“.

La mayoría de mis pacientes se avergüenzan de sus patologías, la mayoría de mis pacientes viven en silencio, o prácticamente en silencio, sus dolencias psicológicas. Muchos de ellos se sientes indignos o incluso culpables. Y yo no me atrevo a decirles que no deberían de sentirse así, aunque en lo más profundo de mi, sé que no deberían de hacerlo. Pero asombrarme o negar su vergüenza, sería negar una realidad en la que todos nos vemos inmersos: no hablamos. No se habla desde arriba, por lo tanto, no hablamos desde abajo. Por lo tanto, no puedo hacerles responsables de sentirse así, porque ellos no son más que el reflejo de la invisibilidad a la salud mental.

Hace 20 años no podíamos sorprendernos de que una mujer no hablara o no pidiera ayuda si sufría malos tratos, simplemente porque era una realidad silenciada. No se hablaba de la violencia que se sufría en algunos hogares, por lo tanto, no podíamos ni podemos responsabilizarlas de su silencio. No podemos escandalizarnos ante la ausencia de palabras. Supongo, que algo así pasa con la salud mental, no podemos responsabilizar a la gente que sufre de callar, mientras como sociedad no lo hacemos.

Agradecemos al Congreso de los Diputados su declaración institucional en apoyo a las personas que sufren trastornos de salud mental. Sin lugar a dudas, se ha dado un paso adelante en la lucha contra la estigmatización social de los problemas psicológicos. No obstante, queremos transmitir nuestro deseo expreso de que esa declaración de intenciones se traduzca en una intervención real para promover y mejorar los servicios públicos de salud mental.

#Nosotrostambiénvamosalmédico

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