Viajaba hace unas semanas a Lanzarote. Quienes dejamos un día de viajar, por voluntad, pero no por gusto sino por miedo, sabemos que estar lejos de casa, una vez superadas diversas cuestiones, sabe mejor de lo que nunca supo.

Cada viaje, al menos los míos, están plagados de recuerdos (algunos más amargos que otros), de gratitud y de orgullo por haber podido vencer tantas cosas. Y en este viaje no iba ser diferente.

Una vez en Lanzarote decidí coger un barco (unos 30 minutos) a la isla vecina: Fuerteventura. Aparentemente el mar estaba en calma, pero solo era eso, apariencia. Íbamos adentrándonos en el océano y el mar cada vez estaba más revuelto, más picado. Por ello los tripulantes del barco empezaron a repartir bolsas a diestro y siniestro, ya debían saber ellos que cuando el mar está en esas condiciones, más de un pasajero sufre un mal de estómago, el mal llamado cinetosis.

¿Algún consejo? ¡Mira siempre hacia delante! Y fija la vista en un punto fijo. Así lo hice. Desde las ventanas del barco ya se avistaba la isla vecina, podíamos ver Fuerteventura durante prácticamente todo el trayecto. Y ahí estuvo nuestra vista, ahí se anclaron nuestros ojos, sin despegarlos ni un segundo. Y no, no fue mal. ¡Ni una bolsa utilizada!

Después de pasar el día en Fuerteventura, el sol se empezó a apagar y decidimos volver de nuevo a nuestra isla vacacional, Lanzarote.

Sentados de nuevo, procedieron de nuevo al reparto de bolsas, por lo que pudimos intuir que el mar seguía enfadado. Pero esta vez, las cosas habían cambiado, pues adentrados en la inmensidad del mar, sin sol, sin luz, ya no hay tierra a la que mirar. Las ventanas ya no son refugio, pues a través de ellas ya no puede verse nada.

¡Qué importante tener donde mirar!” Pensé. Tampoco descubrí América. Pero inevitablemente me acordé de ella: la ansiedad. Una profesión que implica no quitártela de la boca y unos cuantos años llevándola por las venas, hace difícil no encontrar paralelismos mientras vives.

¡Las personas necesitamos mirar a tierra! Necesitamos un punto fijo al que mirar que pueda dar sentido a la falta de equilibrio sentida, necesitamos saber hacia dónde nos dirigimos o al menos hacia donde nos queremos dirigir.

Porque a ti… Que quizá quieras dejar de tener ansiedad para ser feliz, ser libre o simplemente para dejar de sentir: ¿Qué es ser feliz? ¿Qué es ser libre? Ambiguo ¿verdad? Ser feliz y ser libre es justo eso, es el mar de noche. Puedes avistar la espuma de alguna ola de vez en cuando, pero es un paisaje abstracto, confuso, donde no puedes anclarte, donde no ves nada claro.

Tierra, es un lugar que puedes ver, es un lugar donde anclar la mirada cuando el barco se mueve más que nunca. Es ese sitio que te recuerda, cuando se te revuelven las tripas, que el malestar tiene un sentido, quieres llegar ahí.

Busca un proyecto, un “para qué” definido y si no lo encuentras, vuélvelo a buscar. Deja de perderte en la búsqueda incansable de esa anhelada, confusa y abstracta felicidad o libertad.

¿Quieres viajar? ¡Esa es tu tierra! ¿Quieres ejercer una profesión? ¡Esa es tu tierra! ¿Quieres encontrar una pareja? ¡Esa es tu tierra!

Busca tu tierra, ancla ahí tu mirada y súbete al barco.

Y no, no se trata de ilusionarnos por puro placer, se trata de algo mucho más importante que todo eso. Es darle sentido a este viaje, es estar dispuestos a aceptar las turbulencias porque sabemos a dónde nos dirigimos, es estar dispuestos a invertir porque creemos que valdrá la pena.

Es el motor y es el motivo.

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