Noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno, cantaba Rulo. Y es que cuando nos pasamos con el alcohol, pocos son los que se escapan a la mañana siguiente de la temida resaca, ese gran malestar que aparece tras un consumo elevado de alcohol. Dolores de cabeza, vómitos, mareos… Y un largo etcétera de síntomas que hacen que las personas se pasen el día posterior maldiciéndose a sí mismas por no haber puesto un punto y final a tiempo. Hoy hablamos de la relación de la resaca con la ansiedad.

Y así solemos describir la resaca:

– ¿Tienes resaca?

-Si

– ¿De estómago o de cabeza?

Hay síntomas que van de la mano con el sustantivo resaca: dolor de cabeza o vómitos. Pero hay mucho más. Lejos de consistir en un cuadro puramente basado en síntomas físicos, la resaca nos afecta psicológicamente. Y son nuestros pacientes, expertos conocedores de la ansiedad, quienes así nos lo hacen saber con asiduidad.

El sábado me pasé tomando vino. El alcohol me suele ayudar a que la ansiedad no me moleste, sé que, si tomo unas cuantas copas, los nervios se esfuman, me siento tranquilo, tengo paz y puedo relacionarme sin estar pensando en ella constantemente. Pero al día siguiente todo es un infierno para mí. Estoy más asustado que nunca, literalmente a veces creo que voy a morir en cualquier instante. Cualquier ruido de mi cuerpo me parece raro y a eso se suma un estado de ánimo deprimente. La vida me parece más negra de lo normal, mi mente me dispara pensamientos negativos de manera constante, como si en guerra estuviese. Después de beber y olvidar por un rato lo que me pasa llega el día siguiente, recordándome, con más fuerza que nunca, que tengo un problema y me siento verdaderamente mal.

¿A ti también te ocurre? ¡Pues si! Has de saber que no es tan raro cómo imaginas y las investigaciones más recientes así lo están afirmando. Resaca y ansiedad son dos términos que van de la mano y hoy vamos a contarte por qué.

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¿Qué es la resaca y por qué se produce?

El término resaca hace alusión al conjunto de síntomas desagradables que experimentamos las personas después de una considerable ingesta de alcohol.

El compuesto químico etanol, conocido cómo alcohol etílico, es una molécula que podríamos catalogar como superdotada. Esto es así, por su asombrosa capacidad de absorción tanto en el estómago cómo en el intestino y su rápida capacidad de distribución, llegando rápidamente a todos los tejidos del organismo, incluidos el cerebro.

Y aquí entra en juego nuestro hígado, el responsable de eliminar el alcohol de nuestra sangre y por tanto el órgano más perjudicado. El hígado cuenta con una enzima conocida como alcohol deshidrogenasa, encargada de convertir el alcohol en acetaldehído, un compuesto más tóxico aún que el alcohol. Hablamos de un compuesto que necesita muy poca cantidad para poder hacer daño a cualquier célula del cuerpo y además se acumula en el hígado. El acetaldehído es tóxico directo (hace daño donde esté), activa el gatillo del vómito y provoca deshidratación. Así que ahora, ya podemos hacernos una idea del porqué de los efectos tóxicos del alcohol.

Ansiedad y resaca

Ahora que ya conoces con un poco más de profundidad en que consiste una resaca, es posible que te estés preguntando… Pero yo… ¿Por qué tengo ansiedad? .

“Hangxiety” (hangover, resaca y anxiety, ansiedad), así es el término utilizado para aludir a la ansiedad que sentimos tras una noche de alcohol. No se trata de una ansiedad que se reduzca a una amnesia anterógrada producida por el alcohol (¡No me acuerdo de nada!). Las personas lo describen como un cuadro de corto periodo de tiempo (un día generalmente) de ansiedad generalizada, una sensación abrumadora de nerviosismo. Los pensamientos negativos, las preocupaciones, la negatividad, parece invadir sin compasión la mente de la persona. Los especialistas de la salud mental cada vez se interesan más por éste fenómeno que presentan sobre todo las personas aquejadas de problemáticas ansiosas.

Hoy te presentamos las principales hipótesis que se barajan a la hora de explicar las sensaciones de ansiedad y nerviosismo que muchos experimentan al día siguiente de una noche de borrachera:

Los receptores GABA y el glutamato

El alcohol provoca un aumento en la actividad de los receptores GABA, un aminoácido y neurotransmisor, conocido como el neurotransmisor de la calma, ya que es inhibitorio y se encarga de reducir el estrés (las benzodiacepinas, por ejemplo, se dirigen a GABA). Por lo tanto, es normal que cuando ingieres alcohol te sientas desinhibido y más tranquilo (los problemas parecen desaparecer). Otro de los efectos del alcohol en nuestro organismo es el bloqueo de glutamato, nuestro cerebro bloquea este químico implicado en nuestras reacciones ansiosas. ¿Alcohol y calma? Pues ya te hemos dado un par de motivos. Pero aparece el día posterior y nuestro cerebro pretende reajustarse tras los desequilibrios producidos la noche anterior. ¿Qué hace? Produce más glutamato (recuerda que lo habíamos bloqueado) y bloquea a GABA (que estaba muy elevado). Un bloqueo de GABA y un aumento de glutamato pueden ser sinónimos de un aumento perceptible de ansiedad. Las neuronas cerebrales están más excitables, por lo que nos encontramos mucho más vulnerables a padecer ansiedad. Estos cambios en la química de nuestro cerebro, parecen aun peor en las personas que padecen o tienen predisposición a la ansiedad. Un estudio publicado por la revista Personality and Individual Differences, afirma que cuanta más tendencia ansiosa o problemas de ansiedad sufras, peor será el día siguiente, puesto que los niveles de GABA ya suelen ser inferiores a lo normal.

Más síntomas físicos

Unas de las problemáticas más comunes de las personas que padecen ansiedad es el conflicto establecido con su propio cuerpo.

Tengo miedo a mi corazón, siempre estoy pendiente de él”. “Mi gran miedo son los mareos, tengo pavor a desmayarme”. Son alguno de los ejemplos que más resuenan en consulta.

La resaca está cargada de síntomas, más allá de los famosos dolores de cabeza y nauseas se añaden las taquicardias, la sensación de debilidad, los mareos o los temblores.

A urgencias, acuden jóvenes que abusaron la noche anterior del alcohol, muy asustados manifestando taquicardias. Es el llamado “síndrome del corazón festivo”, hablamos de arritmias. Y es que el alcohol produce cambios en nuestra presión sanguínea y por lo tanto también en nuestro ritmo cardiaco.

Si estás de costumbre hipervigilante con tu propio organismo, buscando un síntoma que active el “botón de peligro”, puedes imaginarte que un cuerpo plagado de síntomas aumenta los niveles de preocupación y la percepción de peligro y por tanto de ansiedad de las personas.

Antidepresivos y alcohol

La combinación de antidepresivos y alcohol puede aumentar sus efectos depresores y sedantes sobre el sistema nervioso central. A corto plazo esto puede producir un aumento de síntomas depresivos (pensamientos negativos recurrentes, preocupación excesiva, pensamiento obsesivo…). Hemos de saber que el alcohol potencia la aparición de los efectos adversos del antidepresivo, por ejemplo, estados significativos de ansiedad. El alcohol puede también frenar la eficacia de los antidepresivos, neutralizando los efectos del fármaco. Si estás tomando éstos fármacos por la necesidad de reajustar los niveles de serotonina (por ejemplo) has de saber que el alcohol puede impedir la reabsorción correcta de estas sustancias y por lo tanto afectar en tu estado anímico.

Privación aguda del sueño

La cantidad de sueño REM que experimenta alguien con niveles de alcohol elevados en sangre, disminuye. Esta fase es fundamental para nuestro correcto funcionamiento y se ve perjudicada cuando nos vamos “a dormir la mona”. Las interrupciones en esta fase del sueño pueden producir que te sientas más cansado, irascible o ansioso, desconcentrado… Así que lejos de lo que pensamos “beber ayuda a dormir”, el alcohol impide un correcto sueño, necesario también para nuestra estabilidad psicológica.

Y es que el cerebro no perdona, si le dañamos, nos lo hace sin duda pagar. Decía un paciente que beber le producía eco. Al día siguiente todo era más grave y se oía mucho más alto. Y parece que no, no estaba equivocado.

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