Piensa en tu película favorita, ahora te pido que recuerdes esa escena que tanto te gusta o tan famosa se hizo, y te la imagines sin música. ¿Te imaginas que no tuviésemos noción de qué es un concierto? ¿Qué sentido tendría bailar en silencio sin ni siquiera poder reproducir mentalmente una melodía que nos gusta?. “La vida sin música sería un error” transmitía Nietzche. La música impacta en nosotros, nos mueve, facilita que nos concentremos, nos carga de energía o nos hace entrar en estados de añoranza; a veces acompaña cómo nos sentimos, otras nos ayuda a cambiar de emoción. Sin duda la música provoca efectos en nosotros/as de los que muchas veces no somos ni conscientes. Hoy hablamos de musicoterapia y ansiedad.

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Una creación humana

 

Por más lejos que se remonte a la vida de la humanidad, no se alcanza a llegar al momento del nacimiento de la música, pero es seguro que nos acompaña desde nuestros inicios como especie, como una forma de expresión y comunicación.

La voz fue probablemente el primer instrumento musical, y no hay pistas hasta la era del Paleolítico Superior cuando se crearon los primeros instrumentos como tal. Palos y piedras fueron cortadas de diferentes formas para conseguir cambios en la calidad y el tono de los sonidos. Como curiosidad y para que nos hagamos una idea de la importancia que la música ha ejercido en nosotros desde nuestros antepasados, uno de los restos más antiguos que se han encontrado en el ámbito de la arqueología musical es una flauta tallada cuidadosamente en marfil de mamut, encontrada en una cueva de las montañas cerca de Ulm al sur de Alemania, de hace 35.000 años.

La música, ese estímulo sonoro pasajero, nos ha unido como especie para reafirmarnos frente a la naturaleza, para darnos fuerza y eficacia a la hora de expresar lo que sentimos: fe, esfuerzo, desesperación, gloria, amor, temor, esperanza… se ha hecho uso de ella en labores de recolección y trabajo, en rituales religiosos, acompañando y consagrando mitos, leyendas y folklore popular, en conflictos bélicos, para calmar o enseñar a los más pequeños, o simplemente con intenciones recreativas.

Lo que está claro es que, de alguna u otra forma, se ha utilizado simbólicamente como un distintivo de pertenencia a determinada comunidad o grupo; es más, pedagógicamente tiene un potencial muy elevado conectando lo sensorial, lo intelectual y la voluntad. Es un hecho cultural integrado en todas las actividades del ser humano, como una forma de unión, expresión y comunicación.

Cuando lo creativo se acerca a lo científico 

 

Ya en la antigua Grecia, la música también era interpretada como una fuerza que influenciaba el pensamiento, las emociones, y la salud física. En el 600 A.C., en Esparta, Thales fue acreditado de curar una plaga con poderes musicales.

Este concepto ha ido evolucionando a través de las diferentes épocas, pero podemos hablar de la terapia a través de la música como un procedimiento más cercano a lo medible y científico alrededor de 1944 con el primer programa de licenciatura en el mundo que fue fundado en la Michigan State University y el programa de postgrado de primer grado en la Universidad de Kansas. Es así como Estados Unidos se convierte en uno de los países pioneros en éste ámbito, y en 1950 se funda la Asociación Nacional de Musicoterapia (NAMT) para más tarde, en 1971, crear la Asociación Americana de Musicoterapia (AAMT).

Actualmente existe la American Music Therapy Association (AMTA) que nace en 1998 como una fusión de las anteriores asociaciones, realizando investigaciones cualitativas y cuantitativas con el fin de explicar los diferentes efectos que tiene la música en pacientes de diversas edades. (Si quieres conocer un poco de historia de la musicoterapia en EE.UU. pincha aquí).

En nuestro país el reconocimiento social y profesional a día de hoy está costando un poco más de tiempo. Así, con la intención de visibilizar, promover y consolidar la musicoterapia como disciplina, fomentando la investigación y el intercambio de experiencias y publicaciones, nace en 2014 la Federación Española de Asociaciones de Musicoterapia (FEAMT).

¿Qué es la musicoterapia?

 

La musicoterapia está integrada en el grupo de las “terapias creativas” (también llamadas terapias expresivas o terapias artísticas), que consisten en la práctica de diferentes formas de arte como la danza, el teatro, las artes visuales, la escritura y (la que hoy nos ocupa) la música con fines terapéuticos.

La musicoterapia tiene muchas definiciones, quizás la más representativa y actualizada sea la que en el 2011 aportó de la Federación Mundial de Musicoterapia (WFMT): La musicoterapia es la utilización de la música y/o de sus elementos musicales (sonido, ritmo, melodía y armonía) por un musicoterapeuta cualificado, con un paciente o grupo, en el proceso diseñado para facilitar y promover comunicación, relación, aprendizaje, movilización, expresión, organización y otros objetivos terapéuticos relevantes, con el fin de lograr cambios y satisfacer necesidades físicas, emocionales, mentales, sociales y cognitivas.

Para que nos hagamos una breve idea, un tratamiento de musicoterapia generalmente consta de diferentes etapas: información sobre los trastornos a tratar, trazado de objetivos, tratamiento, evaluación, seguimiento y finalización del tratamiento.

La musicoterapeuta María Rodríguez Castro en su libro El papel de la musicoterapia en los cuidados paliativos afirma que existen diferentes formas de la aplicación de la musicoterapia de forma terapéutica:

  • Musicoterapia pasiva: la persona escucha y la música persuade sin ninguna utilización de instrumentos ni movimientos.
  • Musicoterapia activa: es una forma más participativa. La persona canta o emite sonidos, realiza movimientos, compone…
  • Musicoterapia mixta: es una mezcla de las dos terapias anteriores.
  • Musicoterapia receptiva: resultado de la escucha del paciente. (música vibro-acústica).
  • Musicoterapia creativa: permite la creación de música mediante ritmos que el paciente compone mediante la voz, instrumentos, incluso los movimientos corporales.

Es importante tener en cuenta que, a pesar de los diferentes formatos que puede escoger cada profesional, no se trabaja desde el contenido intelectual, sino desde el significado emocional que desprende la música para la persona que acude a este tipo de terapia, atendiendo al arte, la estructura de la composición musical y su lenguaje. Es un proceso que busca la expresión, supone una influencia recíproca entre el terapeuta y el paciente, y que requiere empatía, intimidad, comunicación.

Los ámbitos en los que se está implantando en la actualidad este tipo de terapia es muy amplio y sus efectos están en constante estudio. Para que nos hagamos una idea, la musicoterapia se está llevando a cabo en tratamientos de problemas neurológicos como Alzheimer, Parkinson, y traumatismo craneoencefálico; también con adultos mayores trabajando la estimulación sensorial, orientación a la realidad, o la motivación; con mujeres embarazadas, niños con autismo, adolescentes con problemas de conducta, adultos y enfermos oncológicos, crónicos o terminales. La música está siendo utilizada con diferentes funciones como reducir el estrés, calmar el dolor, incrementar la autoestima, trabajar con las emociones, etc. (Si  queréis informaros de las aplicaciones de la musicoterapia en la medicina podéis acceder aquí)

Musicoterapia y ansiedad

 

Ya que el miedo es una de las emociones más predominantes en personas que están atravesando por trastornos de ansiedad, a estas alturas quizás te estés preguntando ¿y qué influencia puede tener la música en mi cerebro, en mis emociones?

Lo primero de todo es conocer que existe una parte de nuestro cerebro que desempeña un importante papel en esto de las emociones llamada amígdala; digamos que es nuestro cerebro emocional,  el más primitivo. Cuando sentimos miedo (ya sea racional o irracional) la amígdala funcionará como un sistema de alerta, segregando hormonas como la noradrenalina que se encargarán de activar ciertas regiones cerebrales clave para agudizar nuestros sentidos y estimular otras partes del cuerpo como nuestro sistema cardiovascular, músculo y vísceras. El conjunto de estos procesos nos dispondrán a la lucha o la huida.

Conjuntamente con la amígdala (que ya hemos visto que reconoce el clima emocional), trabaja el hipocampo. El hipocampo es un área cerebral que tiene que ver con la memoria, es la encargada de registrar los hechos que nos suceden. Por ello, cuanto más intensa nos parezca la carga emocional de una vivencia, más duradera será la huella que deje en nosotros. El trabajo en equipo que hacen estas dos regiones generan una especie de memoria emocional.

Cuando escuchamos música no sólo percibimos los tonos, también procesamos la melodía desde su expresión afectiva, nos hace evocar recuerdos o emociones. Algunos estudios realizados mediante tomografía por emisión de positrones y resonancia magnética cerebral funcional han evidenciado que múltiples regiones subcorticales, incluyendo el hipotálamo, el núcleo accumbens y el área tegmental ventral (ATV) se activan al escuchar pasivamente música clásica. De hecho, entre estas dos últimas áreas se encuentran las vías mesolímbicas dopaminérgicas (rutas de neuronas que transportan dopamina) y que son de gran importancia para comprender el efecto ansiolítico de la musicoterapia, ya que entre las funciones más conocidas de la dopamina encontramos: Aumento de la frecuencia y presión cardíaca, regula el sueño, la atención, la actividad motora y el humor. Se la considera el centro del placer, ya que regula la motivación y el deseo, y hace que repitamos conductas que nos proporcionan beneficios o placer.

La música tiene en nosotros un efecto terapéutico porque ciertas melodías o ritmos evocan determinados recuerdos a través de las memorias asociativas, y éstos a su vez podrían estar vinculados con una carga afectiva placentera que disminuiría la ansiedad. Pese a que esto sea cuestión de gustos y que cada persona tenga sus particulares predilecciones musicales, es importante tener en cuenta que en general:

  • Si percibimos una melodía suave, estable y agradable al oído, lo más probable es que tenga en nosotros un efecto tranquilizador. Favorecerá respuestas psicofisiológicas que darán lugar a la relajación y generará una respuesta emocional placentera.
  • Si escuchamos melodías con intervalos más violentos, dinámicos e inestables, es probable que nos dan una sensación de incomodidad y displacer. 

Por lo tanto las evidencias actuales nos permiten comprender que la música genera cambios genéticos, bioquímicos, estructurales y funcionales a escala cerebral, y que esos cambios se transmiten al resto del cuerpo al modificar variables fisiológicas como la frecuencia cardiaca, respiratoria, presión arterial, etc. Modificaciones que también incluyen cambios afectivos, desencadenados por ciertas melodías o ritmos que, según la experiencia subjetiva de cada uno/a, asociamos con experiencias vitales placenteras.

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