El rubor facial es una reacción fisiológica natural y cotidiana, esta reacción es incontrolable e imposible de fingir, sólo nos pasa a nosotros, no hay un equivalente en otros animales.

Fisiológicamente hablando es el resultado de la vasocompresión (encogimiento) de los capilares (pequeñas arterias) sanguíneos que irrigan las zonas de la cara, especialmente de las mejillas y las orejas. El rubor no se puede controlar voluntariamente, puede ponerse en marcha sin motivo alguno, incluso simplemente ante un pensamiento que hemos tenido en un determinado momento.

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¿Qué causa el rubor facial?

Por lo general el rubor facial es una respuesta natural ante ciertas emociones (en ocasiones extremas) como ansiedad, vergüenza, culpa, ira o enfado y suele darse sobre todo en fobia/ansiedad social. Aunque puede aparecer por diversas razones, no hay una sola explicación causal que se asocie directamente con el rubor facial, otras posibles fuentes son las siguientes:

  • Menopausia: la dilatación de los vasos sanguíneos de la cara es la responsable de los sofocos que experimentan algunas mujeres durante la menopausia. En este caso, el sistema nervioso autónomo se ve estimulado debido a que no se está produciendo la cantidad suficiente de estrógenos.
  • Calor: con esto nos referimos por ejemplo a la comida picante, cambios bruscos de temperatura, cuando hacemos ejercicio, las altas temperaturas o cuando tenemos fiebre. Cuando la temperatura del cuerpo se eleva, el cerebro lo detecta y trata de devolverle la temperatura normal. Una forma de hacer esto consiste en dilatar los vasos sanguíneos, llevando así sangre a la superficie de la piel para que se enfríe.
  • Enfermedad dermatológica: A veces, el enrojecimiento facial se debe a una enfermedad de la piel. Como por ejemplo el acné rosácea se produce por una dilatación permanente de los vasos sanguíneos de la piel en las mejillas y la nariz.

También es cierto que no sabemos un origen claro del rubor ya que este se manifiesta de forma diferente en las personas, es decir, lo que a mí me hace sonrojar, puede que a ti no.

¿Cuándo el rubor facial se convierte en un problema?

Esto puede ocurrir cuando el rubor no es solo la reacción natural a una determinada emoción si no que se convierte en una fuente de tensión misma. Lo que es lo mismo, preocupación constante por que aparezca, lo que da lugar a un miedo irracional a ruborizarnos, ya que suele darse en el contexto de las relaciones sociales.

Cuando la persona que tiene este miedo se pone roja en público vivirá esta reacción de forma negativa, y lo interpretará como algo vergonzoso. Pensarán que la persona que tienen enfrente se dará cuenta de lo que le está ocurriendo y que este lo verá como fuente de desprecio y rechazo. Esto conlleva que la ansiedad que experimentan al interpretar este hecho de forma negativa se incremente, y por tanto se producirá un mayor sonrojo. Se produce el círculo vicioso por el cual el propio miedo a ruborizarse puede desencadenarlo. Ante este miedo intenso a que una situación social pueda desencadenar en la ruborización, se tiende a evitar dichos encuentros sociales.

Intentar acabar con el rubor facial no es posible, ya que es una respuesta fisiológica, y centrar nuestros esfuerzos para no sonrojarnos resultará paradójico. Es como si yo os digo “Piensa en cualquier color menos en el verde. No pienses en el color verde”. Lo que ocurre que pensarás justamente en el color verde, no te lo podrás quitar de la mente. Pues eso es lo que ocurre cuando nos ordenamos una y otra vez “no te pongas rojo, no te pongas rojo”, el efecto que conseguimos es justo el contrario.

¿Qué hacemos para solucionarlo?

Aquí lo importante es que la persona se dé cuenta de que el verdadero problema no es el rubor facial, sino lo que piensa acerca de él. Detectar lo que uno mismo se dice cuando esto le sucede o puede sucederle: no lo tolera, no se lo permite, se enfada, se frustra, se angustia, le parece lo peor que puede pasarle, creyendo que los demás van a malinterpretar su rubor y van a pensar que es un rarito, débil o que tienes problemas para relacionarte con ellos.

Está claro que la causa del temor a sonrojarnos no debe evitarse si no afrontarse, por lo que un tratamiento adecuado es ponerse en manos de un profesional cualificado, en este caso un psicólogo nos será de gran ayuda. Nos enseñará a cambiar el modo de pensar e interpretar el rubor, modificar emociones, aprender técnicas de relajación para contrarrestar la ansiedad, afrontar los miedos sociales, y todo lo que sea necesario y siempre adaptándose a las necesidades de la persona para que el rubor (todo lo que desencadena) deje de ser un problema.

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