Día 10 de octubre, Día de la concienciación de la salud mental. Hacen falta más psicólogos en el sistema nacional de salud, para que todo el mundo pueda acceder, para que no solo nos queden las pastillas. Pero no solo hay que estar, hay que estar con conciencia.

Estar con conciencia significa evaluar correctamente las condiciones socio económicas de las personas que vemos, para entender el sufrimiento humano, para dejar de culpar a los individuos del malestar que produce vivir en entornos descorazonadores. Para dejar de echarle la culpa al cortisol, cuando lo que te pasa es que es imposible estar tranquilo si te pasas la vida trabajando. Para que cuando alguien pide ayuda por el sufrimiento que le ocasiona no llegar a fin de mes, no le etiquetemos como una persona con problemas psicológicos, para poder decir con rotundidad: “es normal que estés así“.

Estar con conciencia significa trabajar con perspectiva de género, para entender -entre otras muchas cosas- que es normal que las mujeres se sientan mal por no cumplir con los estándares de belleza establecidos, que sentir culpa, ansiedad o preocupación por no estar delgada, no es culpa tuya. Para que sepas que si tienes en torno a los 30 años y no tienes pareja, es normal que tengas miedo, porque llevas siendo bombardeada durante toda tu vida bajo el lave motiv : “ésto es estar completa“. Para que también cuando los hombres no puedan comunicar su dolor, porque les supondría romper el ideal de fortaleza, les digamos una vez más que es normal. Que no estás loco, que os pasa a todos.

Estar con conciencia es dejar de decirle a la gente que no deberían tener miedo o vergüenza de contar a su entorno que tienen ataques de pánico o que a veces la vida te cuesta tanto que utilizas el sueño para desaparecer de ella un rato. Porque no estamos educados en la vulnerabilidad, porque cuando nos pasa, tenemos miedo a hablar. Nos pasa a todos.

Estar con conciencia es entender que no parar de bombardear a la gente con discursos a cerca de cómo conseguir el bienestar : “Tienes que tener tiempo para descansar, para cocinar sano, para decorar tu casa porque el espacio condiciona nuestro estado mental, para hacer ejercicio, para meditar, para hacer deporte todos los días y para socializar un ratito” es estresarlos, es estresarnos. Mira, vivir bien requiere mucho dinero (aunque resulte imposible ganar ese dinero si debemos ocupar el día entero esforzándonos en vivir bien). El bombardeo constante a cerca de promover una buena vida ha acabado por ser estresante en si mismo e incompatible con la vida de la mayoría de personas.

Estar con conciencia es dejar de decirle a la gente que cuando es manipulada vilmente por su compañero sexual -por ejemplo- o cuando es vejada de forma reiterada por su jefe y no planta cara… “hay que revisar que te pasa para aguantar esto…” Porque todos somos susceptibles de ser engañados, manipulados y maltratados.

Estar con conciencia es dejar de incitar constantemente a la buena gestión emocional, porque quizá, a veces, no se trate tanto de gestionar sino de cuestionar como y por qué vivimos en una sociedad tan hecha trizas.

Es dejar de alimentar el mito del autoamor, es dejar de echarle la culpa a la autoestima, cuando esta solo es víctima de un mandato social en muchas ocasiones insostenible para nuestras psiques. Es poner patas arriba el negacionismo del que veces, sin pretenderlo, somos cómplices. No para decir: “vaya, esto es un problema social, no puedo ayudarte“. Sino para entender que a veces la mejor forma de ayudar es empezar por un te entiendo, es normal. Hay un supuesto detrás de esta forma de pensar que rara vez se explicita: la idea de que la felicidad se encuentra bajo nuestro control y que depende de nuestra voluntad, nuestras decisiones y nuestra actitud. Estas afirmaciones no son honestas y esconden mucha crueldad. El relato de la felicidad y el bienestar como caminos hacia una mejoría infinita viene a paliar la ansiedad y la incertidumbre de un futuro lleno de frentes abiertos. En un mundo laico, ya no sabemos que significa ser cada vez más buenos, pero sabemos, o creemos saber, que significa vivir cada vez mejor. Y nos vamos a deslomar haciéndolo, aunque debamos morir en el intento.

No estás solo, todo esto que piensas que es culpa tuya no está bajo tu control (más que en apariencia). El problema no se soluciona únicamente con un cambio de chip, hay que cambiar el mundo. Muchos de nuestros dolores no son asuntos psicológicos e individuales, el malestar mental no se gesta en soledad. Claro que podemos tomar decisiones distintas y hacernos responsables de muchas de nuestras conductas, pero también hemos de conversar, hemos de desarmar muchos discursos interiorizados y cambiar planteamientos con los que disciplinamos a otros y a nosotros mismos.

Porque sin todo esto, sin conciencia social, la psicología se parecería un poco más a eso que tanto criticamos: el coaching.

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