“Noto que me falta el aire y que voy a ahogarme en cualquier momento“. “Tengo miedo a morirme ahogado, cuanta más ansiedad tengo, más sensación de ahogo y así entro en un círculo vicioso que siempre creo que acabará conmigo”. Si te suenan estos testimonios, éste artículo va a interesarte. ¿Sabías que nuestra respiración está íntimamente ligada con nuestros ataques de pánico?
Hiperventilación, respiración y trastorno de pánico
Respiramos como vivimos dicen. Y así cuando tenemos miedo, nuestra respiración se torna rápida y superficial (lo que conocemos como hiperventilación) un fenómeno que la gente suele negarme que realiza cuando escuchan la palabra hiperventilar. ¿Hiperventilar? ¿Yo? ¡No, yo no! Yo no uso bolsas para respirar.
Estamos muy equivocados, y es que hiperventilar suele ser tan sutil como pestañear y nadie de nuestro alrededor, ni siquiera nosotros mismos, tenemos por qué darnos cuenta.
¿Y qué es lo que pasa cuando hiperventilamos? Pues que desequilibramos nuestros niveles de oxígeno y dióxido de carbono en sangre y como consecuencia damos pie a la aparición de unos cuantos síntomas, por ejemplo, taquicardia, mareos, parestesias… que la persona acaba interpretando como peligrosos, generando la creencia de que estas sensaciones puedan ser un presagio de una enfermedad grave o muerte inminente.
Pánico y sensaciones físicas
Cuando hablamos del trastorno de pánico, hablamos de un trastorno de ansiedad que se caracteriza por la aparición de ataques de ansiedad intensos, frecuentes y recurrentes que pueden provocar conductas evitativas/fóbicas en las personas que lo padecen. El trastorno de pánico empieza a constituirse desde el momento en el que la persona comienza a asociar erróneamente las sensaciones corporales con algo amenazador, generalmente enfermedad grave o muerte inminente.
Así, por asociación, es común que cuando aparezcan en la persona determinadas sensaciones corporales, automáticamente sean entendidas y vividas como sensaciones incómodas que preceden a algunas situaciones temidas.
Este modelo de funcionamiento, lleva al individuo a evitar, a menudo, ejercicios físicos, estímulos sexuales, alteraciones térmicas, entre otros, por asociar sensaciones corporales inofensivas, resultantes de estas prácticas, con las similares durante los ataques de pánico.
Pánico y respiración
En 1993 Briggs, Stretch y Brandon, realizaron una diferenciación interesante entre los pacientes con trastorno de pánico, diferenciándolos según la aparición o no de síntomas respiratorios. Los dos subtipos mencionados son el subtipo respiratorio (SR) y el subtipo no respiratorio (SNR). Los pacientes con SR, a diferencia de los SNR, tienen predominio de síntomas como sensación de asfixia, dificultad para respirar, parestesias, mareos y miedo a morir.
Diversos estudios afirman, que cuando los problemas de hiperventilación se producen durante un periodo de tiempo prolongado, se produce en la persona un estado de hipocapnia, es decir, una alcalosis respiratoria crónica que se manifiesta con sensaciones de ahogo y taquicardias. Papp, Klein y Gorman, observaron en algunos pacientes, niveles bajo de dióxido de carbono, debido a la hiperventilación crónica, afirmando que los ataques de pánico estaban íntimamente relacionados con la hipersensibilidad del sistema nervioso autónomo al dióxido de carbono.
Subtipo respiratorio vs Subtipo no respiratorio del pánico con agorafobia
Un interesante estudio realizado en la Universidad Federal de Rio de Janeiro ha querido verificar la respuesta de los pacientes con trastorno de pánico con agorafobia al modelo de terapia cognitivo conductual (el modelo demostrado más eficaz para tratar problemáticas ansiosas) en los dos subtipos respiratorios que se dan en el trastorno de pánico.
La terapia cognitivo-conductual se basa en el manejo de técnicas y estrategias de afrontamiento (respiración controlada, entrenamiento en técnicas de relajación, técnicas de inervación vagal, control de pensamientos negativos mediante instrucciones o reestructuración cognitiva), que facilitan la exposición gradual del paciente a la situación temida en el tratamiento de la ansiedad. Entre estas técnicas se encuentran los ejercicios respiratorios y los ejercicios de inducción de síntomas, que son fundamentales en el tratamiento de las personas con subtipo respiratorio, facilitando al paciente la percepción de la falta de control respiratorio y enseñándole a afrontarla.
La hipótesis fue que el grupo de “intervención” que recibió la combinación de medicación e intervenciones de TCC (terapia cognitiva conductual) mostraría una mejora significativa en los síntomas respiratorios relacionados con los ataques de pánico, en comparación con un grupo de “Control” que recibió solo medicación sin TCC, en el mismo período de tratamiento.
La muestra de sujetos que participó en el estudio se dividió en dos grupos. El primero, estuvo compuesto por 25 personas que recibieron 8 sesiones de TCC con medicación. El segundo, llamado grupo Control, también con 25 personas, recibió solo medicación sin TCC.
El contenido de las ocho sesiones de TCC se centraron en la psicoeducación de la patología, entrenamiento en inducción de sintomatología, instrucción en técnicas de respiración y reestructuración cognitiva (modificación de creencias y pensamientos que acentúan la problemática).
Los resultados de la investigación fueron muy determinantes, en el Grupo Control (aquellos que solo habían sido tratados con medicación), no se observaron cambios significativos entre el inicio y el final del período de tratamiento, tanto en el Subtipo Respiratorio como en el Subtipo No Respiratorio.
El resultado de éste estudio, se suma a los numerosos estudios que han demostrado la importancia de realizar una intervención psicológica en los trastornos de ansiedad (siendo esta vez evaluado el trastorno de pánico) siendo insuficiente la administración de farmacología. El estudio concluye la importancia que algunas técnicas de TCC tienen para los resultados satisfactorios del tratamiento, como los ejercicios de inducción de síntomas y los ejercicios de reeducación respiratoria.
Al darse cuenta, a través de la reestructuración cognitiva, de que los síntomas respiratorios emergentes eran inofensivos, los pacientes pudieron darse cuenta de que podían lidiar con ellos, reduciendo así la ansiedad y los ataques de pánico. Según los pacientes del estudio, fue posible recuperar la confianza en sí mismos y, en consecuencia, la autoestima.
Y cómo dato revelador, encontramos en este estudio que, tanto en el grupo Intervención (TCC + fármacos) como en el Grupo Control (sólo fármacos), los pacientes con subtipo respiratorio mostraron un resultado más positivo en el tratamiento en general que los pacientes con subtipo no respiratorio. Lo que nos abre nuevas hipótesis:
- ¿Es el reajuste en los niveles de oxígeno y dióxido de carbono, es decir, la eliminación de la hiperventilación, más crucial de lo que se plantea en la mejora de los pacientes?
- ¿En los pacientes con subtipo respiratorio existe principalmente un conflicto entre elementos químicos (oxigeno, dióxido de carbono)?
- ¿Las técnicas de respiración, dejarán de ser una técnica más dentro de la TCC para convertirse en el tratamiento crucial en los tratamientos con los pacientes con subtipo respiratorio?
Aún no podemos contestar con rotundidad a estas preguntas, pero cada vez, parece estar más clara la importancia de la respiración ligada a los trastornos de pánico y la importancia de dejar de tratarla como un síntoma más.
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