Hoy me vais a permitir dedicar éste blog a todas las mujeres con las que tengo el placer de trabajar cada semana. Mujeres que por diferentes circunstancias vitales decidieron pedir ayuda y cómo consecuencia, pudimos encontrarnos.

Pienso en todas aquellas que debieron sufrir y para las que nunca existió ayuda, dio igual si la necesitaban porque simplemente, nunca existió.

Aquellas a las que se las tachó de histéricas, malas madres, locas, blandas o desquiciadas. Pienso que ellas, son el mejor homenaje a todas las que se fueron sin poder alzar en voz alta su sufrimiento. Y que ellas, muchas veces sin saberlo, honran su memoria cambiando la historia. Aprendiendo a hablar de sufrimiento sin que eso signifique ser todos aquellos adjetivos, que tanto daño nos han hecho.

Ellas han dejado que esta sociedad pueda hablar de emociones y que el mundo sea un lugar mejor donde la vulnerabilidad y la sensibilidad puedan existir.

En un mundo donde el miedo es cosa de cobardes, ellas vinieron a demostrar que la valentía es mucho más que no tener miedo.

Mujeres y salud mental

Los numerosos estudios existentes, nos permiten afirmarlo, las mujeres en cifras tenemos mayor malestar emocional y un número superior de diagnósticos de trastornos de salud mental que los hombres:

• Un 9,2% de las mujeres han sido diagnosticadas de ansiedad crónica frente a un 4% de los hombres.

• Un 9,1% de las mujeres han sido diagnosticadas de depresión frente al 4,3% de los hombres.

• De cada 10 personas que consumen antidepresivos o ansiolíticos, más de 8 son mujeres.

• En Atención Primaria 8 de cada 10 personas que consultan por síntomas para los que no se encuentra causa médica (dolor inespecífico, problemas de sueño, palpitaciones, vértigo, cansancio, irritabilidad…) somos mujeres.

¿A qué se deben estos datos?

Parece que los datos indican que las mujeres tenemos una peor salud mental, pero ¿que se deben estos datos?

Sería esperable que la evolución científica, hubiera avanzado hacia modelos integradores biopsicosociales donde se tuvieran en cuenta la interacción de elementos biológicos, psicológicos, culturales y sociales. Sin embargo, en la actualidad, se produce un predominio de los abordajes biologicistas, es decir, aquellos centrados en problemas físicos o desequilibrios químicos.

El desequilibrio químico (aunque no se haya podido demostrar que esto sea así) coge protagonismo y cómo consecuencia, recetar medicación es el principal abordaje para los problemas ansioso depresivos.

El sistema sanitario, al no haber asumido de manera clara la consideración de los múltiples factores que inciden en la salud mental, prioriza a cualquier malestar como una enfermedad, medicalizando la situación y buscando en los medicamentos la única solución posible al sufrimiento. Sin embargo, la OMS deja claro que la salud va más allá de lo físico y reconoce así, su dimensión emocional y social.

Si bien es cierto que biológicamente las mujeres y los hombres tenemos características distintas (diferencias ligadas al sexo) también es cierto que las condiciones sociales y la forma en la que vivimos mujeres y hombres son distintas (mayor precariedad laboral, mayor dedicación al cuidado de los otros, mayor presión en cuanto a lo que se espera del género femenino…). Lo cual, nos invita a plantearnos: ¿Si vivimos circunstancias difíciles que se suman entre sí, no es esperable que nuestra salud se resienta más?

La hipótesis a cerca de una mayor vulnerabilidad biológica de las mujeres, es inconsistente, lo que haría que las condiciones vida desiguales entre hombres y mujeres, junto con los modelos de masculinidad y feminidad hegemónicos, puedan estar explicando estas desigualdades de género en términos de salud mental. Desde luego debe a invitarnos a reflexionar.

Muchas de las mujeres con las que trabajo son conscientes de cómo el rol que desempeñan y también lo que se espera de ellas, ha repercutido y repercute de manera importante en su salud mental. Algunas son científicas, otras abogadas que ayudan a otras mujeres que sufren, otras directivas, secretarias, camareras, amas de casa, psicólogas, periodistas, maestras o emprendedoras. Por todas ellas siento una profunda admiración. Ellas han cambiado el significado de coraje, siendo un término mucho más complejo que la simple fuerza bruta. Ellas mueven este mundo y luchan por levantar el suyo propio.

A todas las mujeres que habitan en mí. Gracias a todas.

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