¡Llegaron las navidades! Y con ellas los eventos, regalos y deseos. A las puertas de dejar el año atrás, reflexionamos y creamos nuevos propósitos. “¡Este año si!” nos decimos. Aunque bien sabemos que somos verdaderos expertos en proponernos metas para el año nuevo y guardarlas en el baúl de los recuerdos.

Pero antes de despedir el año llega el viejito más querido por los niños: ¡Papa Noel! Las cartas ya están enviadas y los renos a punto de salir de sus casas.

Y nosotros, los adultos…

¿Qué le pedimos a Papá Noel?

Dinero, amor y salud. ¡Brindemos para que eso llegue! Y puede que tal vez, esperemos un golpe de suerte en cuanto economía se refiere, tal vez un boleto de lotería pueda hacer nuestros sueños realidad.

Quizá este año si, esa persona esperada se cruce en nuestros caminos para acompañarnos en esta aventura… Pero ¡Vamos a los que nos atañe! ¿Salud? ¡Salud! ¡Bendita salud! También deseamos salud. Bien sabemos que a veces hay cuestiones que se nos escapan y por mucho que nos cuidemos uno puede acabar padeciendo una enfermedad. Así que prácticamente cruzamos los dedos y si todos estamos bien… “Virgencita, Virgencita que me quede como estoy“.

¡Ojo! Que bien saben las personas que atraviesan por un problema de salud mental que no es oro todo lo que reluce y que la salud, va más allá de lo que los ojos pueden ver.

Las navidades pueden ser fechas muy complicadas para las personas que mantienen una encrucijada con su propia ansiedad… Comidas, aglomeraciones, contacto social continuo y un largo etcétera que provocan empachos mentales para muchas personas. Días que nos recuerdan más que nunca que no estamos bien, y que decir, de la imposición social del disfrute. Aunque parezca extraño, para muchas personas padecedoras, las fechas asociadas al disfrute (fin de semanas, verano, navidades, puentes…) son fechas dolorosas, pues el verbo disfrutar, resuena más alto que nunca. Una buena dosis de culpabilidad: “debería disfrutar y mírame“.

Son épocas que invitan a la reflexión, a darnos cuenta de cómo pasa la vida, de las cosas que desaprovechamos y de aquellos objetivos, deseos y metas que nos gustarían cumplir.

A Papá Noel le pido felicidad

¡Pues si! Es de las más típicas. Queremos ser felices aunque no sepamos cómo. Lo deseamos como una especie de conjuro, de hechizo que puede llegar a nuestras vidas si nos toca con su barita el hada madrina. Pero… ¿Qué es la felicidad? ¿Acaso es honesto pretender que la felicidad nos invada? A veces esperamos la felicidad como una aparición divina en nuestras vidas, como algo que puede llegar para instalarse definitivamente y facilitarnos la existencia. El concepto de felicidad es mucho más complejo que un mero deseo. Requiere una implicación directa de nuestra propia persona, con la vida, y con nosotros mismos.

Hay quien espera la felicidad toda una vida, olvidando su posibilidad de crear, más honesta que esperar en la sala de espera.

A Papá Noel le pido dejar de tener ansiedad

¡Apareció el deseo! Y no es de extrañar. Cuando en tu vida la ansiedad se hace notar de manera constante, cuando aparecen los deseos, uno no se olvida de éste. Así que no seremos nosotros quien te diga que desear o no, pero cuidado con nuestras pretensiones. A veces, como nos pasa con la felicidad, deseamos que “la curación” llegue. Esta posición puede resultar un tanto peligrosa, adquiriendo nosotros un papel secundario en el propio proceso y guion de nuestra vida, esperando, simplemente, que las cosas sucedan.

¡Si queremos cambiar algo, cambiemos nosotros! Involucrémonos con nosotros mismos y dejemos de esperar que ocurran acontecimientos mientras nosotros nos sentamos en la butaca a observar la película. Esta es nuestra película, sin nosotros no hay guion, no hay trama.

Así que este año, haz una buena carta. Se honesto contigo mismo y no dudamos que entonces, Papa Noel, no se portará del todo mal.
¡A construir!

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