La ansiedad, nuestra gran “amiga”. Muchas preguntas en torno a ella, y muchas otras sin respuesta (aún). Quizá por eso estés ahora mismo leyendo esta entrada del blog, buscando esa respuesta a la pregunta: ¿Qué (me) sirve frente a la ansiedad?

La mayor parte de mis pacientes me comentan que, cada vez más –y gracias sobre todo al auge de las nuevas tecnologías y el amplio acceso a la información-, van conociendo exactamente qué es lo que les ocurre, qué es la ansiedad. Pero quizá la “pregunta del millón” sea precisamente cómo poder conseguir que no esté tan presente en nuestro día a día. Todos nosotros buscamos, como bien dice mi compañera y amiga Cristina Luna, esa receta mágica, esa clave que nos abra la puerta y nos descubra (¡por fin!) el secreto mejor guardado de la ansiedad: su punto débil, aquello que hace que desaparezca por completo. Pero poco después caemos en la frustración y en la desilusión al no encontrar la respuesta fácil y sencilla. Quizá es porque no estamos planteando bien la pregunta.

Para allanar un poco más este terreno y ofrecerte algunos de los “trucos” que están ayudando a personas que, como tú, aún están en el camino de la aceptación de la ansiedad y del aprendizaje de estrategias adaptativas para regularla y reducir su intensidad, a continuación os ofrecemos testimonios en primera persona de varias personas que se han cuestionado esta pregunta y comienzan a vislumbrar y darle respuesta:

¿Qué me sirve frente a la ansiedad? Testimonios reales

“¿Que qué me sirve frente a la ansiedad? (tarda un tiempo en contestar, reflexiona sobre ello). Diría que el optimismo y no perder el ánimo: creer que es posible. Saber que el proceso no es lineal, que es normal que caiga en algún momento pero que, haciendo balance, en general siempre estoy mejorando”.

Entender lo que me pasa y por qué me pasa lo que me pasa. Antes no entendía nada, pensaba que me iba a morir, y eso me generaba pavor. Ahora entiendo que la ansiedad no es algo ajeno a mí, sino que forma parte de mí, tiene un sentido. Un puzzle en el que empiezan a encajar las piezas”.

“Aprender que no me resulta necesario tener siempre el control”.

“Sin lugar a dudas, la relajación. Y practicar yoga. Me proporcionan calma y tranquilidad, y esa sensación hace que consiga mantener la ansiedad a raya en situaciones difíciles”.

Lo que creo que realmente me funciona en mi caso es haberme dado cuenta de que cuando entro “en bucle” necesito una consigna para poder parar. Repetirme como un mantra: “La ansiedad no es tu enemiga. No hay nada peligroso ahí fuera. Puedo controlarla, ella no me controla a mí. Tengo las estrategias para pararla”.

“Pregunta difícil, sí señor. Saber que si escapo o evito el problema hago que la ansiedad se haga más grande me ayuda a enfrentarme a las situaciones de exposición. Y, aunque tengo que reconocer que aun así hay muchas veces que me cuesta, el verme capaz de afrontar paso a paso estas situaciones que antes eran impensables para mí y comprobar que no se cumplen mis temores me ayuda a seguir adelante. A la gente que está en mi misma situación, le diría que aunque lo vea negro, se puede. La ansiedad no sube hasta el infinito, sino que baja con el paso del tiempo. Y no es necesario huir o salir corriendo, por increíble que parezca. Se va”.

Practicar deporte. Sueltas toda la energía acumulada, te libera, te distraes y dejas de darle vueltas y vueltas a las cosas y encima después, ¡te sientes genial! Recomiendo el deporte a todo el mundo”.

Pero no olvides que lo importante, lo realmente importante, es que no hay fórmulas mágicas universales que sirvan para todo el mundo (¡ojalá!), puesto que cada persona es un mundo. Intenta poner a prueba cada una de ellas, ver si te sirve y buscar tu propia receta. ¿Te animas a ser uno/a más y compartirla con nosotros en esta entrada?

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