Todos conocemos, en mayor o menor medida, qué es la depresión. Ahora bien, ¿y una depresión reactiva? ¿Es lo mismo? En la entrada del blog de esta semana lo descubrimos.
La depresión reactiva
Una depresión reactiva -o depresión situacional o exógena- es un subtipo de depresión. Se trata, ni más ni menos, de un bajo estado de ánimo frecuente, intenso y duradero como consecuencia de (o reactiva a) una experiencia o acontecimiento vital negativo, esto es, una respuesta desadaptativa ante una o varias situaciones de estrés negativo para esa persona, situación que le desborda y supera (ejemplos como una situación de sobrecarga de tareas -laboral o familiar-, tener problemas económicos, la pérdida de un puesto de trabajo, el fallecimiento de un ser querido, el diagnóstico de una enfermedad grave, una ruptura amorosa, etc).
Por tanto, la clave que la diferencia de la depresión endógena es la existencia de una causa externa (o varias) que es estresante para el individuo, un detonante más o menos claro que precipita el bajo estado de ánimo por acumulación o agotamiento (la persona ya no puede más).
Por supuesto, esto no significa que este tipo de situaciones provoquen una depresión reactiva en todas aquellas personas que las experimenten, sino que depende de una serie de variables psicológicas (como la atribución o explicación de las causas de esos eventos que da la persona en cuestión, la percepción de control que tiene sobre los mismos, así como su estilo de afrontamiento p su capacidad de resiliencia, entre otras variables).
En términos generales, la sintomatología es la característica de cualquier otro episodio depresivo: tristeza, apatía, pensamientos negativos, cierta inactividad (pérdida de energía), pérdida de la capacidad de disfrute, etc.
No debemos confundir o creer erróneamente entonces que la depresión aparece ipso facto o inmediatamente después de que ocurra esta experiencia negativa, sino que puede surgir semanas o incluso meses después. No obstante, la buena noticia es que, al desencadenarse por una causa (o causas) específica(s) y concreta(s), actuando sobre la causa -aunque también sobre la propia sintomatología-, podemos eliminar la consecuencia. Por tanto, es el tipo de depresión que presenta mejor pronóstico. Para ello, el tratamiento de elección es la psicoterapia cognitivo-conductual (haciendo especial hincapié en modificar la interpretación o atribución catastrófica del suceso en sí, en volver a realizar actividades con las que disfrutaba y en adquirir habilidades de afrontamiento a ese estímulo estresor para evitar que vuelva a ocurrir algo similar en el futuro).
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