La conducta es la manera en la que las personas nos comportamos en la vida. Por lo tanto, puede utilizarse también como sinónimo de comportamiento. En este sentido, la conducta se refiere a las acciones de las personas en relación con su entorno y por tanto con su mundo de estímulos. Hemos por tanto de entender por comportamiento/conducta como “todo aquello que hacemos, sentimos y pensamos”. Para realizar una buena evaluación psicológica y saber hacia dónde tenemos que dirigir las pautas para el tratamiento, debemos evaluar estas conductas/comportamientos, y para ello los psicólogos utilizamos como herramienta el Análisis Funcional. El análisis funcional de la conducta es la esencia de lo que el psicólogo debe saber: cómo se aprenden los comportamientos, por qué se mantienen y cómo pueden ser cambiados, o generados otros nuevos.

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Evaluación del comportamiento humano

Al evaluar el comportamiento humano, nos interesamos en la descripción de los atributos (p.ej., lo que parece) y las dimensiones (p.ej., la frecuencia, intensidad de duración y latencia de inicio) de un comportamiento y en la explicación de las variables que representan su variación (p.ej., el cambio progresivo y mediante contextos), cómo y por qué se produce (p.ej., sus causas), y en qué medida afecta a sus dimensiones.

La evaluación conductual tiene varios focos interrelacionados. En primer lugar, la atención se centra en la especificación del problema conductual de la persona y los objetivos de la evaluación. En segundo lugar, la atención se centra en la identificación de las relaciones funcionales entre los problemas conductuales de una persona y sus causas (es decir, en cómo están relacionadas las variables y covarían con el paso del tiempo y en distintos contextos). Al mismo tiempo, la atención se centra en la medición de orden inferior y variables menos inferenciales (p.ej., la frecuencia, la tasa y la duración de conductas específicas en condiciones concretas) frente a variables inferenciales de orden superior (p.ej., rasgos generales de la personalidad o estilos de adaptación). La atención se centra también en las causas importantes (p.ej., mejora la calidad de vida) y modificables (es decir, susceptible de modificación) de los problemas conductuales de una persona. Por último, la evaluación conductual se centra en las causas ambientales contemporáneas (p.ej., eventos que coexisten con el tiempo), así como en las causas cognitivas (p.ej., pensamientos disfuncionales) y fisiológicas (p.ej., elevada frecuencia cardíaca) de los problemas conductuales de una persona.

Análisis Funcional (AF)

En un sentido estricto, el análisis funcional de la conducta significa la identificación de las relaciones causales, importantes y controlables aplicables a un conjunto específico de conductas meta. En un sentido más amplio, comprende también la información descriptiva y la formulación de hipótesis explicativas del mantenimiento del problema.

El AF de la conducta permite organizar la información más importante del paciente. En él se tienen en cuenta las relaciones sociales de la persona, sus conductas problemáticas y los acontecimientos que han adquirido importancia en el origen y mantenimiento del problema. Una vez recopilada esta información, se pretende buscar explicaciones a las conductas problemas con la intención de encontrar una solución.

En términos clínicos, es la herramienta de gran utilidad para explicar el comportamiento y, en base a esta explicación, establecer los objetivos de tratamiento adecuados a cada persona, así como las técnicas de intervención pertinentes para lograrlos. Por lo tanto, el AF guía la evaluación e intervención, representa el puente necesario entre ambas y puede ser revisado siempre que se necesite.

¿Qué es y que no es un AF?

• Es, como su propio nombre indica, funcional. No es un análisis meramente topográfico del problema en el que se describe el comportamiento. Si bien resulta útil identificar aspectos de la forma en que éste se da (por ejemplo, especificando su duración, frecuencia e intensidad).

• Se centra en el presente. Pese a que un evento del pasado pueda estar influyendo sobre el organismo, será lo que éste haga en el momento actual lo que se considerará fundamental en el AF. Por ejemplo, si una persona está evitando usar cajeros automáticos porque le atracaron en uno, es el recuerdo actual de este hecho y el aprendizaje derivado de él lo que se tendrá en cuenta. En este caso, el evento concreto del atraco sería una variable a tener en cuenta como facilitadora de la aparición del problema (hipótesis de origen).

• Es dinámico, ya que su contenido (conceptual y metodológico) puede verse modificado en cualquier momento. No es una explicación estática o “fija”, ya que, aunque los elementos incluidos en él son los considerados necesarios para la predicción y control de la conducta en un momento determinado, la persona vive en un entorno cambiante.

• Es idiográfico, puesto que describe modelos e hipótesis enfocados a las características particulares de la persona en cuestión. No se trata de un modelo estandarizado, nomotético o generalizable, y su elaboración no permite ni busca establecer principios o leyes generales ni absolutos.

• Se trata de un heurístico que proporciona un esquema para explicar el comportamiento de la persona, organizar la información y comprender la conducta, pero no pretende describir “la realidad” de la conducta humana.

• Es hipotético o probabilístico y no determinístico. Se expresa en términos de hipótesis que se plantean como explicaciones del comportamiento con mayores probabilidades de ocurrencia.

Directrices para la realización del Análisis Funcional

1. Identificación de los problemas que presenta la persona, especificando:

◦ Lista de los problemas de la persona. Establecimiento de un orden de prioridad para abordar los problemas. Los pasos siguientes se llevan a cabo con cada una de las conductas para las que la persona solicita tratamiento.
◦ Descripción de la conducta en los tres niveles de respuestas – Motor, fisiológico y cognitivo –
◦ Descripción de la topografía de la conducta – Forma en que ésta se produce.
◦ Descripción de los parámetros de la conducta – Aparición/ no aparición, frecuencia, intensidad, duración…), con especial énfasis en el que la hace desadaptativa.

2. Análisis de la situación actual, partiendo de una consideración funcional de la conducta. Para ello, habrán de operativizarse y especificarse de forma pormenorizada:

◦ Descripción de las circunstancias que ocurren inmediatamente antes de la aparición de la conducta – Antecedentes.
◦ Descripción de las circunstancias que ocurren después (a corto, medio y largo plazo) de la aparición de la conducta – Consecuentes. Determinación de los procesos que mantienen la conducta.
◦ Descripción de los aspectos relevantes del organismo que puedan estar relacionados con la conducta: nivel de activación, fatiga, ingesta de fármacos, alcohol o drogas, sistema de creencias, déficits conductuales y psíquicos, etc.

3. Análisis histórico del problema: incluyendo información sobre la adquisición y evolución del problema, y factores de predisposición que pudieran haber influido en ellos.

4. Formulación del caso, estableciendo hipótesis sobre la adquisición y el mantenimiento actual del problema.

5. Objetivos básicos de intervención: aspectos esenciales a modificar durante la intervención; no se trata de una lista de técnicas, sino que supone la especificación de las variables a manipular y del cambio a conseguir con ello.

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