Los antidepresivos han mostrado eficacia, quizá no toda la que se esperaba, pero hay una parte de la población que parece beneficiarse de su uso, la realidad es que aún estamos lejos de obtener los resultados ideales. De hecho, solo ⅓ de pacientes con depresión y/o ansiedad responden satisfactoriamente a estos tratamientos, lo cual es un problema grande, porque significa que los otros ⅔ solo responden parcialmente o no responden para nada. Hoy hablamos sobre los nuevos estudios sobre los antidepresivos.
La realidad, aunque pueda parecer sorprendente, es que saber saber, nunca se ha sabido exactamente porque funcionan y cómo en casi todo lo referido a nuestro gran jefe, el cerebro, siempre se han hablado más de hipótesis que de certezas.
Lo que sí sabemos es que desde años atrás ha habido información que han otorgado diferentes estudios a los que no se podía dar explicación, lo cual por supuesto, no significa que no existiera. Por ejemplo, los antidepresivos clásicos como la fluoxetina o el Prozac, tardan normalmente semanas en empezar a actuar, es decir, en mostrar mejorías, pero a nivel sináptico sabemos que estos fármacos comienzan a incrementar la concentración de serotonina inmediatamente ¿Qué ocurre entonces?
También sabemos que diferentes estudios poblacionales muestran como parte de la gente que consume antidepresivos no solo no responde adecuadamente a la ingesta, sino que incluso se ponen peor.
Otro estudio muy interesante ha conseguido asociar como los antidepresivos son más eficaces cuando la clase social de las personas es más alta. Se pudo observar como quienes estaban en una situación más acomodada se recuperaban en un porcentaje mucho mayor que aquellas personas que pertenecían a clases más modestas.
¿A qué responde todos estos datos? Pues hace unos meses la revista científica Cell ha publicado un artículo totalmente revolucionario, éste estudio dirigido por Plinio Cassaroto y Eero Castrén, dos neurocientificos de la Universidad de Helsinki ha encontrado una nueva prueba que podrían satisfacer las grandes dudas que han envuelto y probablemente seguirán envolviendo al enigma de la eficacia de los antidepresivos.
La teoría monoaminérgica
La historia moderna de la terapia antidepresiva comenzó a mediados del siglo XX con la observación empírica de que un fármaco con estructura tricíclica inicialmente desarrollado para el tratamiento de la tuberculosis, mejoraba el estado de ánimo.
De estas observaciones surgió la teoría monoaminérgica de la depresión que plantea que problemas como la depresión o la ansiedad está relacionada o causada por una reducción de la actividad monoaminérgica, es decir, que la depresión o la ansiedad están provocadas por un déficit en el nivel de neurotransmisores como la serotonina, noradrenalina y dopamina. De hecho, no es extraño encontrarte a personas que afirman (así se lo han hecho creer) que tienen la serotonina baja y por eso tienen ansiedad. La realidad como mencionábamos anteriormente, es que esto solo es una hipótesis y que no existen marcadores que indiquen si las personas tienen o no tienen bajos el nivel de neurotransmisores. A partir de ahí se postuló que la acción antidepresiva de diversos fármacos se podría deber a una potenciación de la neurotransmisión como consecuencia del incremento de la concentración de monoaminas a nivel del espacio sináptico.
En teoría, estos medicamentos eliminarían el problema al elevar la concentración de estas sustancias en el cerebro. Sin embargo, esto no es lo que siempre acaba sucediendo. Pese a que el mundo científico lleva muchos años diseñando fármacos que tienen como diana estos sistemas de neurotransmisores, aún estamos lejos de obtener los resultados deseados.
¿Elevan los antidepresivos el nivel de neurotransmisores?
La realidad es que desde el siglo pasado ya sabemos que no podemos simplificar la ansiedad y/o depresión como el resultado de un bajo nivel de neurotransmisores, sino que hay muchísima más variabilidad.
Lo que no es tan antigua es la nueva aparición de estudios que podrían mostrar cuál es el verdadero potencial de los antidepresivos. El estudio revolucionario al que hacemos mención en este artículo, nos muestra la paradoja de los antidepresivos, sobre todo de los ISRS ¿En qué consiste esta paradoja? Consiste en que estos medicamentos consiguen aumentar los niveles de serotonina a corto plazo, pero las mejorías clínicas no se ven hasta después de 2 o 3 semanas. Se pensaba que esto se debía a que estos antidepresivos actuaban de forma preferente o provocan el aumento de serotonina en unas determinadas zonas de la neurona y que los efectos antidepresivos se veían una vez que se ha producido en unos cambios en unos receptores que están en otra zona de la neurona, es decir, que requería una acción más a largo plazo.
Lo que se ha propuesto en el artículo mencionado es que probablemente las acciones de los antidepresivos estén mediadas por otro tipo de moléculas que conocemos como los factores de crecimiento neural, que permiten que las neuronas crezcan y establezcan nuevas conexiones entre ellas, es decir, favorecen la neuroplasticidad.
Cerebro y neuroplasticidad
La neuroplasticidad hace referencia a la flexibilidad que tiene el cerebro para adaptarse a los cambios a través de redes neuronales. Cada vez que se aprende algo, las propias neuronas forman redes para comunicarse y dar señales de una a otra, mediante sinapsis. Cuando se práctica lo aprendido mejoran las comunicaciones entre esas neuronas, lo que facilita el mejor desarrollo de las tareas.
En el año 2008 se llevó a cabo un estudio revolucionario con ratones. Estos ratones eran ambliópicos, es decir, no veían bien con los dos ojos, similar a los niños con síndrome del ojo vago en los que el parche busca potenciar que ese ‘ojo vago’ haga las conexiones adecuadas en el sistema primario visual para que ambos tengan una misma agudeza. Los estudios mostraban que los ratones adultos, aunque se les pusiera el parche, no mejoraban como pasa con los niños cuya plasticidad neuronal ofrece unos resultados mucho más activos. Sin embargo, con el uso de fluoxetina se logró recuperar funciones visuales en ratones ambliópicos adultos.
En otro estudio de 2011 publicado por Science se demostró que el tratamiento crónico con fluoxetina incrementaba la plasticidad en circuitos neuronales involucrados en la respuesta al miedo, facilitando la ‘psicoterapia’ para ratones que les hacía mostrarse menos estresados en situaciones que asociaban con un estímulo negativo. Sin embargo, y esto fue lo más interesante, los ratones tratados con fluoxetina que no tuvieron sesiones de ‘psicoterapia’ no respondieron igual, sino que se mostraban mucho más estresados. Los científicos tradujeron esto como que los antidepresivos solo tienen efectos terapéuticos cuando se combinan con psicoterapia.
Antidepresivos y terapia
Lo que los estudios empiezan a afirmar es que los fármacos por si solos no tienen por qué mostrar una gran mejoría en la persona y que la clave estaría en la combinación de estos con la terapia.
Como menciona uno de los científicos participantes en el estudio ¨Todas estas drogas lo que nos están haciendo es más sensibles a nuestro entorno¨. Si estos medicamentos funcionan a base de incrementar la plasticidad del cerebro adulto, lo que básicamente hacen es incrementar el efecto que el entorno tiene sobre el cerebro. Administrar estos fármacos en sí no tiene por qué ser terapéutico, solo incrementan esa neuroplasticidad.
Si se incrementa la plasticidad del cerebro adulto nos hacemos más sensibles a nuestro entorno; si los factores ambientales son positivos, maravilloso, eso es lo que va a hacer el efecto terapéutico y esto explicaría por qué la combinación de psicoterapia con antidepresivos es el tratamiento más eficaz, incluso más que cualquiera de los dos en solitario. También explicaría porque hay tanta parte de la población que no se beneficia del efecto de los antidepresivos, hipotetizando que no se producen en el ambiente los cambios necesarios. Y por supuesto, explicaría porque la parte de la sociedad que pertenece a la clase social alta, mejora más con la toma de éstos fármacos. Los cambios ambientales/vitales suelen ser más sencillos de realizar.
La realidad es que el cerebro sigue siendo un enigma para todos, aunque cada vez sepamos más gracias a estos científicos que nos ayudan a responder a tantos porqués. Lo que nos queda…
Irving Kirsh. Hace ya décadas que demostró que la eficacia de un antidepresivo es prácticamente la misma a la de un placebo.
El resto, industrias farmacéuticas buscando lucrarse. Nada nuevo bajo el sol.