Hoy hablaremos del miedo al temblor pero, antes debemos comenzar señalando qué la ansiedad, es una respuesta adaptativa dado que nos prepara para la supervivencia. Por lo tanto, cumple una función muy importante para el ser humano como especie. Esta función es una función activadora y de facilitación de respuesta ante posibles daños. Por tanto, podemos decir que la ansiedad es un estado de agitación e inquietud que puede resultar desagradable y que se caracteriza por la anticipación de un peligro, el predominio de síntomas psíquicos y la sensación de catástrofe o peligro inminente. Además, con esta ansiedad aparecen conjuntamente síntomas cognitivos y fisiológicos, acompañada de una reacción de sobresalto, y de la búsqueda por parte de la persona en una solución para la situación percibida como peligrosa.

Como sabemos, la ansiedad puede aparece por diferentes causas:

1. Por el miedo ante situaciones o estímulos externos, como pueden ser: reuniones sociales, hablar en público, espacios cerrados, animales, etc.
2. Por el miedo ante las propias sensaciones físicas y cambios corporales (mareo, pulsaciones, sensaciones gástricas, presión en el pecho, hormigueo o temblor, etc.).

Hoy nos focalizaremos en estas últimas y hablaremos de por qué se mantienen y cómo aprender a gestionar el miedo estas sensaciones.

Síntomas de la ansiedad

Los síntomas de la ansiedad son muy diversos y en cada persona se manifestarán de forma diferente (y no todos):

• aceleración pulso
• opresión en el pecho y sensación de falta de aire
• hiperventilación
• dificultad para tragar y sequedad de la boca
• molestias gastrointestinales: diarrea, gases, dolor de estómago, náuseas..
• ganas de orinar frecuentes
• sudoración
• temblores y hormigueos
• insomnio
• tensión o dolores musculares
• pensamientos e imágenes negativas
• temor anticipatorio y excesiva preocupación

Son muchas las veces que nos encontramos en la clínica con pacientes que los pequeños cambios en su cuerpo o sensaciones corporales las interpretan como una amenaza, generando la respuesta de miedo y ansiedad, es decir, lo interpretan como un estímulo desagradable y temido del que quieren deshacerse. Esto hace que nuestro cuerpo reaccione con mayor intensidad (por el mensaje de “peligro” que le estamos mandado) y aparezcan de nuevo sensaciones corporales desagradables.

Miedo al temblor

Lo primero que tenemos que saber es por qué sucede este temblor en el cuerpo. Este aparece con el objetivo de liberar adrenalina, tensión física y tensión emocional acumulada, el cuerpo necesita temblar, sacudirse y moverse para salir de ese estado de acumulación de estrés. Podríamos entender al temblor en el cuerpo por ansiedad como un reajuste, una liberación.

Por tanto, temblar no significa que algo malo esté sucediendo, ni tampoco que nos esté dando un ataque el corazón ni nada por el estilo, lo que sí significa es que llevamos mucho tiempo tensando el cuerpo, acumulando adrenalina, apretando nuestros músculos. El cuerpo es demasiado sabio, y por tanto hablamos de este temblor como un mecanismo de liberación.

Estrategias para gestionar el miedo al temblor

¿Qué hacer al respecto? A continuación, vamos a desarrollar algunas estrategias que os pueden ayudar a gestionar estos momentos de malestar.

1. Permítete sentirlo sabiendo que no es peligroso.

Cuando llegue este temblor recuerda toda la información que posees aquí y date un momento para observarlo, sin interferir o tratar de relajarte rápido. Es decir, date una pausa, un momento para dejar que tu cuerpo haga lo que tiene que hacer. Será normal que al intentar esto sientas miedo, y te entren las ganas de controlarlo, pero poco a poco puedes ir aprendiendo esta técnica de dejar soltar, confiar en tu cuerpo y permitirle.

2. Exponte y genera tolerancia a estas sensaciones.

Las exposiciones es una de las estrategias más potentes a la hora de conseguir tolerancia sobre el malestar, sensaciones y síntomas físicos. Esto lo haremos a través de exposiciones graduales. En estos momentos de exposición, necesitamos tolerar la incomodidad y el malestar, mantenernos y no escapar. La respiración abdominal puede ayudarnos a mantenernos y desactivarnos. Pero, además, será importante que revisemos cómo interpretamos y el significado que damos a los cambios y sensaciones físicas.

3. Crea una vida más relajada y equilibrada.

Una vez que ya no estés en esos momentos, hay que trabajar en reducir los niveles de tensión, cortisol y adrenalina en general. Esto es. Posible trabajando día a día en una vida y hábitos como los estiramientos, la meditación, una buena higiene del sueño y hacer ejercicio aeróbico. De esta forma estaremos ayudando a nuestro cuerpo a descargar y que no acumular tanta tensión.

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