¿A que nos referimos cuando hablamos de fuerza de voluntad? Son muchas las veces que utilizamos éste término sin tener claro realmente de lo que estamos hablando. Generalmente nos solemos referir a una especie de motivación que pareciera emanar de las personas por sí sola, como si se tratase prácticamente de un súper poder, que algunos tienen y que otros por desgracia no. Es la capacidad o la no capacidad de persistencia en algo, como si se tratase de una capacidad interna. Seguro que no nos es difícil recordar a algún miembro de nuestra familia diciéndonos de jóvenes “Mira que fuerza de voluntad tiene Menganito, siempre acaba consiguiendo lo que se propone, no como tú que parece que vas a la deriva, mírate…“
¿Y que será eso que tiene Menganito, que parece que consigue todo aquello que se propone y nosotros no?
Por norma general, a las personas nos genera malestar no poder explicar las causas de las cosas que nos suceden en nuestro día a día. A modo de alivio y para intentar matar esa incertidumbre que tan poco nos gusta nos resulta muy funcional inventarnos causas misteriosas y acabar localizándolas en el interior de nuestro ser. Así también solemos tratar a la fuerza de voluntad, casi como un rasgo de personalidad que algunos han tenido la suerte de desarrollar y otros no.
¿Cómo definimos en términos científicos la fuerza de voluntad?
La fuerza de voluntad es lo que en psicología llamamos constructo, es decir, una etiqueta que utilizamos para describir a las personas que realizan una serie de conductas que nos indican en este caso tesón y persistencia. Pero precisamente es importante explicar a que nos referimos con fuerza de voluntad para no caer en explicaciones circulares, por ejemplo: “María es muy persistente en su carrera porque tiene mucha fuerza de voluntad y podemos decir que tiene mucha fuerza de voluntad porque persiste¨. Error.
La fuerza de voluntad es la capacidad del individuo de persistir en actividades, objetos o conductas que no reportan un beneficio inmediato, pero que, sin embargo, tendrán o al menos eso creemos, consecuencias positivas en el futuro y precisamente por eso nos las proponemos y persistimos. Es decir, tener fuerza de voluntad implica emitir conductas que no serán reforzadas a corto plazo, pero si lo harán a medio/largo plazo.
No obstante, está demostrado que las consecuencias inmediatas, es decir, aquello que nos refuerza inmediatamente son aquellas que tienen más peso a la hora de mantener una conducta y cuando, por el contrario, la conducta es costosa o los beneficios van a tardar tiempo en palparse la conducta se hace mucho más difícil de iniciar y también de mantener.
¿Por qué hay personas capaces de tener fuerza de voluntad?
Pues no, al contrario de lo que puedes creer o de lo que te han hecho creer, no están hechas de una pasta especial ni tienen un súper poder. Son personas que han aprendido a lo largo de su historia de vida que les compensa trabajar por el beneficio a largo plazo. Esto ha sido posible porque han aprendido a anticipar las recompensas que llegarán tras el esfuerzo, de forma que esa mera anticipación ya es capaz de reforzar el esfuerzo que se está realizando en el momento presente. Además, habrán persistido el tiempo suficiente como para poder haber comprobado y experimentado los beneficios de su esfuerzo.
¿Cómo se trabaja la fuerza de voluntad?
-Si hacer algo te cuesta mucho esfuerzo y eso hace que abandones, es necesario reducir los costes de lo que haces. Para ello prueba a dividir la tarea en procesos más sencillos, que puedan ir reforzándote poco a poco y no propicien el abandono.
-La exposición a aquello que te cuesta va a ser tu mejor aliado, así que procura hacer los cambios necesarios en tu entorno para propiciar que no abandones. Por ejemplo, si estás estudiando, es más sencillo que alejes el teléfono móvil.
-Mientras te enfrentas a aquello que te supone un gran esfuerzo, procura recompensarse con cosas que te generan bienestar emocional. Por ejemplo, si has cogido ese autobús que tanto te cuesta por la ansiedad que te produce, procura que al bajar hagas motivante para ti, como, por ejemplo, beberte algo en un sitio que te guste, ver una serie que te entretiene mucho… La idea es que después del esfuerzo se den pequeñas recompensas.
-Dedica tiempo para anticipar los resultados finales o frutos del esfuerzo mediante pensamientos o imaginación.
–Evita castigarte por no conseguir los objetivos propuestos. Estás aprendiendo. Encuentra el porqué del abandono y sigue reforzándote imaginándote la consecución de tus metas. Si te quedas estancado es importante revisar el primer punto que hemos mencionado: reducción de costes: dividir las tareas en menos dificultad.
Si siempre nos rendimos cuando no palpamos recompensas inmediatamente, es difícil vernos impulsados a continuar, pero si conseguimos hacer ese esfuerzo inicial, llegará un momento en que el esfuerzo no parezca tan grande y las gratificaciones que antes parecían lejanas, se empezarán a percibir y a disfrutar.
Una vez hayamos llegado a este punto todo nos resultará más fácil por dos motivos principales:
-Habremos desarrollado un hábito y todo costará menos.
-Los resultados positivos, ahora ya patentes, funcionarán como mantenedores de la nueva conducta.
Como conclusión, la fuerza de voluntad es una etiqueta descriptiva que sirve para calificar a las personas que realizan conductas que suponen un esfuerzo inmediato y pueden tener un beneficio a largo plazo. Es aprendida, es decir, podemos aprender a modificar nuestra manera de comportarnos para no sucumbir al esfuerzo inmediato y así acabar persistiendo por nuestros objetivos. También depende del objeto al que haga referencia, esto quiere decir que podemos haber desarrollado fuerza de voluntad para emprender ciertas conductas pero otras no. Por ejemplo, para persistir en el estudio, pero no para dejar de fumar. El tener capacidad de persistir en unas cosas si y en otras no depende nuestra historia de aprendizaje y de otras muchas variables.
Podemos desarrollar o aprender a tener fuerza de voluntad con aquello que nos interese utilizando una serie de técnicas y procedimientos y si fuera necesario, recurriendo a un psicólogo.
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