¿Desarrollaré un trastorno de agorafobia por el hecho de no salir de casa durante tanto tiempo? se preguntan muchas de las personas que están en sus casas colaborando con la cuarentena. Estos días estamos viendo en redes sociales muchas comparaciones entre la agorafobia y el confinamiento por el coronavirus. En todo esto ¿qué hay de similar y de diferente de lo que pueden atravesar las personas con trastornos de ansiedad?

agorafobia no es un coronavirus

En las circunstancias por las que atravesamos se respira tensión frente a lo que nos es incierto. Cómo nos desenvolvemos frente a esto y las escenas que hemos podido visualizar nos sirven como ejemplo vivencial y gráfico de un sentimiento que nos acompaña desde nuestros inicios como especie: el miedo.

El miedo, todos estamos cortados por el mismo patrón.

Todos hemos sentido miedo en algún momento de nuestra vida; de hecho podemos estar sintiéndolo íntimamente ahora con más frecuencia, algo que , sin duda, se ha visibilizado a nivel social. Si nos detenemos un momento a observar qué características promueve esta emoción en las personas, existen varios aspectos que siempre se dan y que precisamente es lo que nos puede dar la pista de estar viviendo con el miedo.

  • Comienza con un estímulo que a nuestro entender es peligroso para nuestra supervivencia.

En este caso la enfermedad contraída que es el COVID-19, es obvio que el virus implica la posibilidad de que nuestra supervivencia se vea comprometida; pero también lo hemos podido observar cuando se implantó el estado de alarma a nivel nacional, con el cierre de comercios salvo supermercador y farmacias, o con la suspensión de todo tipo de eventos.

  • Nuestro cerebro intenta adelantarse de forma innata a las posibles consecuencias que pueda reportarnos la situación.

Es cuando nos imaginamos en el peor de los escenarios posibles, haciéndonos sentir inseguros e indefensos frente a lo que aún está por llegar. Cuando nos informaron de que íbamos a entrar en el estado de alarma ¿quizás barajaste la idea del desabastecicimiento? o, incluso ahora, ¿te imaginas que en qué circunstancias estarás envuelto dentro de un mes? Eso son anticipaciones.

  • Este estado de alerta mental conlleva síntomas físicos.

Nuestro cuerpo se comunica con nuestro cerebro, y también reacciona a esto. Puede que hayas sentido tensión o agarrotamiento muscular, temblor o aceleración de las pulsaciones al ver las noticias acerca del coronavirus, o al tener que salir al trabajo o a la calle.

  • Con todos estos ingredientes, nuestro sistema comienza a ponerse en búsqueda de seguridad, con la intención de salvaguardar nuestra integridad, algo que se refleja en nuestra forma de comportarnos.

Al princicio, pudimos ver cómo muchas personas buscaban esa seguridad llenando carros de la compra con cientos de natillas, varios paquetes de papel higiénico o comprando por kilos la carne, muchas veces sin tener en cuenta que otros que vendrán detrás también puede que necesitasen comprar esos productos. Quizás hayas visto también imágenes de personas que iban enfundados en trajes caseros o de agresiones por miedo al contagio ante la falta de cuidado o precaución, intentando paliar posibles consecuencias. Es la anticipación catastrófica de los acontecimientos y la búsqueda de esa seguridad la que nos lleva a tener estos comportamientos que, en numerosas ocasiones, son un reflejo del miedo más que de conductas de afrontación reales.

Aunque reacciones hay para todos los tipos, también se observa que, en general, las personas intentamos afrontar nuestro miedo a la situación de una manera adaptativa: estando más observadoras y calladas cuando se habita el mismo espacio (lo que implica mayor concentración), compartiendo con otros cómo estamos viviendo la situación por la que atravesamos (socializando), saliendo a aplaudir diariamente como símbolo de apoyo, o nos ponemos en contacto con otros para transmitir o llevar a cabo iniciativas con las que colaborar para hacer frente de forma comunitaria a las dificultades que implica la amenaza.

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La agorafobia no es un coronavirus

Ya sea frente a la situación que estamos viviendo actualmente o a encontrarnos en un espacio en el que interpretamos que tendremos poca libertad de movimiento si nos queremos ir con urgencia por sentir un ataque de pánico, descubriremos lo tiene en común el miedo en todos los seres humanos y que nos hace comprender que todos viajamos en el mismo barco. Sin embargo, existen grandes diferencias entre una situación de confinamiento mantenido en el tiempo por el coronavirus y un trastorno de agorafobia.

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1. La naturaleza de las causas que lo originan

El más esencial de todos: el miedo que podemos sentir frente al coronavirus nos sitúa desafiando una complicación que se encuentra fuera de nosotros, que proviene del contexto que nos rodea.

El miedo que vive una persona con un trastorno de ansiedad, en concreto agorafobia, tiene que ver con enfrentar sensaciones y pensamientos propios, dificultades que se experimentan de piel para adentro. Por lo que, ya de por sí, no es el mismo problema ni lo afrontamos de igual manera.

2. El objetivo que se persigue

Frente al coronavirus el quedarnos en casa es un ejercicio de concienciación y responsabilidad que cada uno de nosotros realiza por un bien común: el intentar paliar el colapso de nuestro sistema sanitario, con el fin de que todas aquellas personas que lo necesiten puedan ser atendidas.

Las personas con agorafobia, en procesos más agravados, terminan confinados en casa por el terror que les supone exponerse a situaciones en las que consideran que pueden tener síntomas de ansiedad o ataques de pánico, o por las que crean que pueden ocurrirles consecuencias dañinas o catastróficas como morir o perder el control.

3. La manera en la que se afianza

La persona con agorafobia no es consciente de cómo todas las estrategias que lleva a cabo para evitar sentir ese miedo, poco a poco le llevan al confinamiento y retirada de actividades habituales de su día a día, hasta el aislamiento más crudo en casos de gravedad.

Para la persona que se queda en casa aportando su granito de arena para mitigar el avance del COVID-19 el inicio ha sido claro y en su mantenimiento elige qué actividades hacer dentro de las posibilidades que le brinde su hogar.

4. Los sentimientos que acompaña

En casa esperando a que la alarma sanitaria se restablezca podemos pasar por muchos estados de ánimo: miedo y ansiedad, aburrimiento, pereza, desgana, y también un aumento de nuestra creatividad si emprendemos proyectos nuevos o entretenimiento si llevamos a cabo hobbies que nos gusten…

En un proceso de agorafobia la persona también experimenta miedo y ansiedad, incluso desgana y desánimo por sentirse limitado, pero de los sentimientos más comunes que se viven en este tipo de situación son: el sufrimiento porque, en muchos casos, vivir se valora como una dificultad constante; frustración porque surgen las comparativas con personas del entorno que no viven esto, y porque muchas veces estas personas no terminan de comprender su propia situación; sentimientos de culpa por no saber cómo manejar esta situación o por sentir que el miedo condiciona su vida y las de las personas cercanas; y todo ello hace que muchas veces la persona termine creyendo en una sensación de desigualdad, de ser diferente al resto por naturaleza, algo que abre una brecha en su manera de percibirse a sí mismo/a.

5. Es algo que se vive

La persona que tiene agorafobia vive el miedo como algo que forma parte de su día a día, y a esos ataques de pánico (tan temidos) como algo que se puede presentar de forma espontánea, inesperada y recurrentemente. Además esta situación muchas veces termina siendo vivida con un tinte de perpetuidad, como algo que no se puede ni se podrá cambiar nunca.

En cambio, el confinamiento en casa nos permite sentir que no nos estamos exponiendo al virus salvo si salimos del domicilio o un integrante del hogar está contagiado. Además, nos lo planteamos como un ejecicio contextual, sabiendo que es una situación que tendrá fecha límite, aunque aún no conozcamos a ciencia cierta cuál será, pero tendrá fin.

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