Ya está aquí la navidad, las cenas de empresa, las compras de última hora, las aglomeraciones, las luces, los regalos, las comidas copiosas, y no nos olvidemos por supuesto de los encuentros y las reuniones familiares. ¿Cómo podemos sobrevivir a las reuniones navideñas?

En muchas ocasiones no nos apetece acudir a estas reuniones (sed sinceros), pero al final por compromiso y guiados más bien por los deseos de los demás que por los nuestros propios terminamos acudiendo. Los encuentros están cargados de recuerdos emotivos, recuerdos del pasado, rencillas, malos entendidos sin aclarar, familiares con los que te llevas bien y con otros no tanto.

Para muchos las navidades son vividas como una tradición y para otros como un encuentro no deseado. Durante varios días dejamos nuestra rutina a un lado, para tener que adaptarnos un poco al ritmo frenético navideño. Cambiamos nuestros horarios, comidas, sueño, tiempo de ocio y actividades gratificantes, con la sensación añadida de que parece que tuviésemos que ser más felices que nunca. Todo esto hace que las navidades se vivan con los niveles de ansiedad y estrés elevados al máximo exponente.

Por suerte podemos sobrevivir a ellas, para poder salir airosos. Recurriremos a la asertividad y la empatía. Si con esto no sirve, apelaremos a la atención y como poder desviarla de temas y situaciones en las cuales no nos encontremos cómodos. Y por último si nada de esto funciona, el último recurso sería marcharnos.

Estrategias para sobrevivir a las reuniones navideñas

Comencemos nuestro viaje de luces, colores y villancicos, partiendo de la base de que hemos aceptado la petición de acudir a la cena familiar, por lo que intentaremos ser lo más consecuentes que podamos con nuestra decisión de asistir. Puesto que como sabréis tenemos derecho a escucharnos y decidir no acudir si verdaderamente no nos apetece, recurriendo a la asertividad para rechazar la petición. A partir de aquí, podemos llevar a cabo diferentes estrategias:

1. Empatiza

No todos somos iguales y obviamente no siempre compartimos las mismas ideas y opiniones. Eso, precisamente, es lo que enriquece nuestro entorno y nos permite progresar, aunque no siempre lo aceptemos y generemos cierta animadversión por aquellos que no están de nuestra parte. Sin embargo, es importante esforzarse por empatizar con quienes quizás nos cuesta relacionarnos más, es decir, ponerse en su lugar y tratar de averiguar por qué esa persona dice lo que dice y hace lo que hace nos da una perspectiva diferente con respecto a el/ella. Empatizar con esta persona nos puede ayudar incluso a conocerla y averiguar cosas que quizás nos resulten hasta agradables.

2. Temas prohibidos

Da la sensación de que para estas fechas hay como una ley que dice: “Para evitar conflictos mayores durante las cenas y comidas navideñas de carácter familiar está prohibido hablar de futbol, religión y política”. ¿Entonces de que hablamos? ¿Del tiempo y las flores? ¿Nos miramos todos a la cara a ver quién es el primero que se ríe? Igual podemos ajustar un poco esa “ley”, en donde cualquiera de esos temas es válido hasta cierto punto.

Tenemos derecho a expresar nuestras opiniones e ideas, tenemos derecho a entrar en un debate (que no es lo mismo que conflicto) y también tenemos derecho a retirarnos de la conversación cuando sea necesario. Es decir, hablar de futbol, política y religión en sí no mantiene relación directa con un conflicto. Lo que puede generar conflicto es cuando ciertas personas intentan imponer mediante la comunicación agresiva y autoritaria sus ideas y sus opiniones sin respetar las opiniones e ideas de los demás. Cuando comenzamos a ver que este punto de la conversación está a punto de llegar, es cuando tenemos que sacar nuestra asertividad a relucir, y retirarnos de la conversación, no por el tema en sí, sino por los modos y formas de comunicación del emisor. Utilizando, por ejemplo, banco de niebla o la técnica del sándwich.

3. ¡Ojo con el alcohol!

En la mesa con moderación, es decir, somos libres de beber lo que nos apetezca y queramos, hasta ahí estamos de acuerdo. Pero tener en cuenta que el alcohol nos desinhibe, y hace que nuestro prefrontal se duerma por lo que podemos hablar más de la cuenta, tomar alguna decisión sin razonarla antes o realizar alguna conducta de la que al día siguiente podamos arrepentirnos. Si hay buen ambiente, todos disfrutarán de este momento, pero si hay algún tema delicado soterrado, puede que se nos vaya de las manos. Si queremos evitarlo, hay que beber con moderación para evitar meteduras de pata y situaciones ridículas.

4. Cambia el chip

Esperar a que los demás cambien suele ser uno de los callejones sin salida más habituales. Si realmente crees que es importante mejorar las relaciones con tus parientes, quizás puedas plantearte iniciar algún pequeño cambio (un detalle especial para una persona que te disgusta, prestar un rato de atención a aquella tía tan pesada…). Los pequeños cambios son poderosos y te pueden ayudar a disfrutar de la celebración.

5. Dirijamos la atención hacia el disfrute

Ajustemos las expectativas con respecto a la cena, que el objetivo no sea evitar los conflictos y las rencillas, que el objetivo más bien sea disfrutar de aquellas cosas que nos resultan agradables. Así que centremos nuestra atención en los pequeños detalles. Como, por ejemplo, ponernos al lado de alguien al cual hemos echado de menos durante todo el año, juguemos un rato con los más pequeños, disfrutemos de los sabores de la mesa, de los olores de la cocina, pongamos en marcha nuestros 5 sentidos, no solo el oído y la vista.

Por último, recuerda que podemos marcharnos en el momento que queramos, no hay que estar hasta el final si no te apetece o crees que bastante dosis de familia has tenido por el momento. Así que solo queda recoger tus cosas, despedirte de los miembros presentes en la cena y salir por la puerta.

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