Todos tenemos miedo a algo, o a unas cuantas cosas, y a todos nos sale una respuesta natural de supervivencia que es huir o evitar aquellas situaciones con las que sentimos ese miedo. Nadie quiere pasarlo mal, pero a veces, evitar una y otra vez ciertos lugares o actividades se nos puede hacer cuesta arriba por vernos al final faltos de libertad. Aunque nos pese, seguro que has escuchado esto de que para superar un miedo hay que exponerse a él; pues hoy abriremos la puerta a la técnica de exposición, el procedimiento por antonomasia que más se lleva a cabo en la clínica psicológica para tratar fobias y ansiedad frente a determinadas situaciones vitales. Conocer en qué consiste y las evidencias científicas de la exposición que apoyan su eficacia quizás nos haga cambiar de idea y dejar de verlo como un método de tortura.

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Ayudarnos cuando sentimos miedo

¿Qué hacemos cuando vemos que un niño pequeño que tiene miedo a la oscuridad? Pues la mejor manera de ayudarle a manejar su miedo y que aprenda a que sólo es eso, oscuridad, es ir con él juntos y acercarnos a la penumbra; estar el rato suficiente y las veces que haga falta para que él mismo se convenza, a base de comprobarlo con nosotros, que no va a correr los peligros que su imaginación le está narrando… y así, poco a poco, favorecer que pueda explorar la oscuridad él solo.

Imaginémonos ahora que no transmitiésemos ese soporte al niño, que le creyésemos ante las historias que nos cuenta de monstruos que viven en la oscuridad, y le dijésemos que mejor no se acerque o le pasará algo malo, ¿qué creemos que pasaría? Pues probablemente que el niño evitaría pasar por ahí por ser un lugar hostil, y seguramente por otros lugares que vea oscuros, que no desarrollaría la sensación de que, aunque tenga mucho miedo, al final no pasa nada más, o que no aprendería que se puede tener miedo y aun así explorar con cuidadito; por el contrario, probablemente fijaría la idea de que no tiene recursos para hacer frente a “eso”, desconocido, que le da tanto miedo.

Para el pequeño, el primer modo de proceder es una exposición en toda regla. Y es que lo esencial de la filosofía que hay detrás de la exposición es: huir de lo desconocido que nos aterroriza engrandece la imaginación, y el miedo que de ella se desprende es el que nos invade y maneja; mientras que si somos nosotros los que buscamos estar en ese lugar o situación que nos da miedo, somos nosotros los que tenemos la sartén por el mango, y nos ayudamos a aprender a manejarnos con miedo, explorando, comprobando, eligiendo…

La técnica de exposición

La técnica de exposición consiste en afrontar, de forma sistemática y deliberada, situaciones temidas (por ejemplo, coger el metro, hablar en público, recibir críticas, ver y tocar un animal, cruzar puentes, conducir, subir en ascensores, llevar determinada ropa puesta) o estímulos o sensaciones internas que terminan traduciéndose en forma de preocupaciones obsesivas para la persona (por ejemplo, sensación de desmayo, miedo a tener una enfermedad, a tragar, a temblar o ruborizarnos, a no controlar los esfínteres…). Estas circunstancias, provengan del contexto o de nuestro propio cuerpo, generan ansiedad u otras emociones como asco o ira intensos, y/o nos evocan el impulso de realizar una acción determinada (como evitarlas sistemáticamente, echar a correr, lavarse las manos compulsivamente, vomitar, beber).

Cuando uno está llevando a la práctica la técnica de exposición es importante mantenerse en la situación o bien afrontar el estímulo interno hasta que la emoción o el impulso se reduzcan significativamente y/o hasta que compruebe que las consecuencias anticipadas no ocurren. Las veces que haga falta, entendiendo que pasaremos miedo, porque así lo hemos asociado y lo que estamos tratando es poco a poco de romper esa asociación aprendida. Y con paciencia y amabilidad hacia uno mismo, porque no es sencillo ir a por lo que más tememos, sintiéndonos vulnerables, y permanecer.

Sepamos que hay diferentes formatos en la técnica de exposición, usándose unos u otros según las preferencias del profesional que la lleve a cabo, la edad y otros factores de la persona, o la capacidad para reproducir la situación temida. Quizás la más recomendable para un gran número de casos, pero también la más compleja para la persona que la lleva a cabo es la exposición en vivo, que conlleva exponerse sistemática y deliberadamente a situaciones temidas reales, in situ.

Si no existe posibilidad de realizarla o no resulta aconsejable, hay otros formatos que pueden suscitar emociones similares a las experimentadas en las situaciones reales:

  • Exposición en imaginación, la persona imagina que se están afrontando las situaciones problemáticas y que se experimentan estímulos internos que generan ansiedad.
  • Exposición interoceptiva, consiste en exponerse a las sensaciones corporales que se temen induciéndolas a través de diversos medios.
  • Exposición mediante ayudas audiovisuales, pueden utilizarse diapositivas, sonido, vídeos o presentaciones mediante ordenador y suelen utilizarse para complementar otras exposiciones.
  • Exposición utilizando la escritura o los juegos, escribiendo sobre los sucesos que generan ansiedad y leerlo para sí mismo y/o al terapeuta.
  • Exposición mediante realidad virtual, por medio de dispositivos electrónicos y tecnológicos se crean estímulos y situaciones que simulan una amplia variedad de experiencias reales de un modo lo más vívido posible.

Evidencias científicas de la exposición

Nos hemos fijado en un trabajo que revisa y compila resultados obtenidos de varios estudios científicos realizados en España, EE.UU., Países Bajos y Australia, sobre la eficacia de esta técnica con personas adultas mayores de 16 años, siendo la mayoría de la población mujeres. Estas investigaciones científicas abarcaban diversas fobias específicas como ansiedad social, miedo a hablar en público, fobia a las arañas o miedo a volar.

Tras un minucioso análisis de las dificultades y sesgos que supone llevar a cabo estudios tan controlados (como por ejemplo el modo de evaluar, o que el número de participantes no sea elevado, y por tanto no se sepa a ciencia cierta si se pueden generalizar sus resultados a gran escala, o que cierto porcentaje de los participantes abandone la investigación mientras está en curso), las conclusiones que se extraen es que sí se encontraron resultados significativos lo suficientemente sólidos como para poder afirmar que la Terapia de exposición es eficaz para reducir el miedo y la ansiedad. Es decir, todos los estudios obtuvieron datos que corroboraban una mayor mejoría en las personas que habían llevado a cabo técnicas de exposición en comparación con los demás grupos de personas que llevaron a cabo otras terapias o ningún tipo de terapia.

Como muestra, un dato de uno de los estudios que investigaba la eficacia de la exposición mediante realidad virtual y la exposición en vivo en grupo con personas que habían desarrollado ansiedad social: tanto la terapia de exposición en realidad virtual como la terapia de exposición en grupo resultó más eficaz para reducir su miedo a relacionarse (incluido el miedo a hablar en público) en comparación con las personas que no llevaron a cabo esta técnica. Y esa mejoría siguió manteniéndose al año.

Pese a que aún nos queda mucho por investigar y pulir en cada estudio que se realiza, las conclusiones del conjunto de las investigaciones que se compararon, nos lleva a pensar que los síntomas de ansiedad y miedo reducen con el tiempo a medida que se practica la técnica de la Exposición, sobre todo en vivo.

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