¿Como se relacionan el enfado y la ansiedad?

El detonante o el origen universal de la emoción del enfado se encuentra en la sensación de hallarse amenazado ya sea de forma física (peligra nuestra integridad), o bien que puedan dañar nuestra autoestima, superando nuestros límites o frustrado la consecución de un determinado objetivo. El enfado nos ayuda a protegernos de aquello que es susceptible de hacernos daño. Es útil para marcar unos límites coherentes con el mundo que nos rodea, con los demás y para expresar nuestras expectativas y necesidades. Vamos a explorar esa unión tan íntima entre enfado y ansiedad.

Esta emoción nos informa de que alguien ha traspasado una barrera, de que alguien no ha respetado nuestro límite, nuestro espacio personal ha sido invadido o algún obstáculo se interpone en nuestro camino. Nos aporta la energía necesaria para salvar ese obstáculo o para expresar que no deseamos que ese límite sea traspasado. Nos informa de que nuestra libertad está siendo coartada.

La ira es la cara más extrema del enfado, la mala gestión de esta emoción puede llevarnos a situaciones lamentables obteniendo el efecto contrario a lo que buscábamos en un principio, obteniendo consecuencias poco adaptativas para nosotros y para los que nos rodean.

Puede desorganizar nuestra manera de pensar y nuestras acciones. Cuando estamos bajo la influencia de la ira tendemos a actuar impulsivamente, nos cuesta pensar con claridad y por tanto no somos capaces de ver la repercusión de nuestro comportamiento. Supone una defensa cuando no es necesario. Ceder a la ira puede ser una forma de proteger nuestro orgullo, a veces es más fácil sentir ira que sentirnos heridos y ser conscientes de nuestra vulnerabilidad. De este modo, la ira dificulta reconocer nuestros propios sentimientos.

Respuestas más habituales de la Ira

A nivel cognitivo: nuestra respuesta cognitiva dependerá de nuestra manera de interpretar las situaciones. Cuando estamos inmersos en una situación, esta por sí sola no tiene ningún valor emocional, es la valoración personal que hacemos de ella la que le confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un peligro o un posible peligro, puede dar lugar al enfado o la ira.

A nivel fisiológico: podemos tener diferentes respuestas ante una situación.

  • Aumento de temperatura: se experimenta una especie de “subidón” de calor, que va desde el tronco y pecho, sube hacia arriba llegando incluso a la cara, es esa sensación de “arder por dentro”.
  • El corazón se acelera: los latidos del corazón se intensifican, late con mayor rapidez y la tensión arterial sube.
  • Los músculos se tensan: los músculos del cuerpo se tensan, pero dependiendo de cada persona se puede percibir una mayor tensión más en unas zonas que otras: mandíbula, zona alta cuello, manos, piernas. Si esta tensión muscular se mantiene mucho en el tiempo, es probable que aparezcan temblores.
  • Respiración agitada e hiperventilación: ya que tu cuerpo se prepara o bien para una huida o bien para un ataque, la respiración se unifica con ello y se acelera, incluso pudiendo provocar un estado de hiperventilación (exceso de oxígeno en los pulmones), lo que puede provocar además otras sensaciones físicas adicionales: sensación de ahogo, mareo.
  • Pupilas dilatadas: nuestro cuerpo se pone en alerta, y por ello se dilatan las pupilas, afinándose así para percibir cualquier “peligro”, incluso llegando a ver unas “lucecitas”.
  • Malestar en el estómago: el sistema digestivo se “paraliza” ya que en ese momento no es prioritario y tu cuerpo necesita todos los recursos o bien para luchar o bien para huir. Dependiendo de ese momento las molestias pueden ser diferentes desde vómitos, náuseas, dolor estómago, diarrea o estreñimiento, gases.

A nivel conductual: Una vez interpretada la situación y puesta en marcha nuestro cuerpo podemos optar por dos respuestas, o bien la huida de la situación o la lucha.

Relación entre enfado y ansiedad

De una manera muy parecida al enfado/ira, la ansiedad es una reacción emocional relativamente intensa que aparece cuando detectamos o interpretamos que una situación es peligrosa, lo que supone para nosotros una posible amenaza.

Esta anticipación involuntaria implica un estado de alerta y ayuda a movilizar nuestros recursos para así emitir una respuesta ante el peligro: de lucha o escape. Dado que la interpretación de un estímulo (situación) como peligroso es subjetiva (al igual que en la ira), la respuesta de ansiedad puede darse ante situaciones que realmente no suponen ningún peligro para la supervivencia.

Alguno de vosotros habrá identificado a mitad de este post que la respuesta fisiológica de la ira/enfado se parece en muchísimos aspectos a la respuesta fisiológica de la ansiedad, esta es otra cosa en común que comparten estas dos emociones. Recordemos que ocurre en nuestro cuerpo cuando sentimos ansiedad:

  • Palpitaciones o elevación de la frecuencia cardiaca (taquicardia)
  • Sensación de ahogo, con respiración rápida (hiperventilación)
  • Sudoración o escalofríos
  • Temblores
  • Náuseas o molestias abdominales
  • Mareo
  • Sensación de irrealidad
  • Sensación de entumecimiento u hormigueo
  • Dilatación de las pupilas
  • Tensión muscular

¿Y a nivel cognitivo? Al igual que pasa con el enfado/ira va a depender de nuestra manera de interpretar las situaciones, es decir, la valoración personal que hacemos de ella la que le confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un peligro o un posible peligro, puede darse la ansiedad.

¿Y a nivel conductual? Si el valor que le damos a la situación es de amenaza o peligro, la respuesta más probable será la de huida o escape (evitación).

Por último, hay que tener en cuenta que en numerosas ocasiones la ansiedad genera frustración, ya que podemos caer en los pensamientos del tipo “no soy capaz de enfrentarme a la situación”, “no debería de tener ansiedad”, “el resto de personas es normal y yo no…”, este tipo de pensamientos negativos (son solo unos pocos ejemplos) puede desencadenar en frustración y esta emoción está íntimamente relacionada con el enfado.

Como hemos podido observar ansiedad e ira van de la mano, tanto es así que algunas personas se les dificulta el poder identificarlas cuando las sienten, llegando a confundirlas. No os preocupéis, ya sabéis que ponerse en manos de un profesional cualificado nos ayudara tanto en el proceso de la ansiedad, como en una gestión adaptativa de la ira.

 

¡NUESTRO NUEVO LIBRO YA A LA VENTA!