Hace poco escuché que dar una explicación biológica sobre el sufrimiento psicológico reduce el estigma . Que entender que no teníamos la culpa porque nuestro cerebro “es así”, ayudaba a la gente a estar más tranquila y eran mejor aceptados socialmente. “Si tu conducta no te pertenece y depende de tus neuroquimicos , agárrate”, pensé yo.

Lamentablemente, me paso las terapias explicándole a la gente que no son enfermos, no por convicciones ideológicas, sino porque desde ahí no hay posibilidad de cambio, y también, por supuesto, porque no hay ninguna evidencia que sostenga tal afirmación.

También he pasado muchas horas escuchando a la gente hablar sobre el miedo a tener un ataque de pánico por cuestiones sociales, es decir, por el miedo a montarla, a perder el control. Si algo puedo concluir es que el ataque de pánico que más miedo da – en contextos sociales- es aquel que pienso que puedo tener en un contexto que no se espera. Quiero decir, es más fácil tener un ataque de pánico en el dentista que en un bar. Lo impredecible da miedo porque ser impredecible está asociado a eso que llamamos locura , a lo que no puedo controlar , a lo que no depende de mi. Es decir : aquellos supuestos neuroquimicos que me hacen funcionar sin mi autorización.

Por lo tanto romper un momento idílico y decir: “me está dando un ataque de pánico” es vivido con terror .

Por eso hay gente que se permite tener pánico en un dentista pero en el bar no. En el dentista es predecible que yo pueda actuar así. En un bar, en una tienda, no debería pasarme esto. Tenemos miedo al juicio ajeno y a ser condenados al ostracismo. Y esto no es una construcción individual, esta es una idea construida sobre un contexto histórico, cultural y político, donde se ha explicado los problemas de conducta como fallos internos. Y de incontrolable a impredecible hay poco pasos, y de impredecible a peligroso hay un paso muy pequeño, al menos en nuestro imaginario.

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