En una terapia psicológica, tendemos a buscar aquello que influye en el modo de responder y de comportarse de la persona que acude a nosotros, ya sea a nivel de pensamiento o creencias, emociones y conducta. Para ello, utilizamos el análisis funcional (no todos lo llevan a cabo de manera literal) como herramienta para poder identificar los factores que originan y mantienen el malestar del paciente.

¿Qué es el análisis funcional en terapia?

El Análisis Funcional de la conducta (AF), permite establecer las relaciones funcionales o secuencias que caracterizan una conducta, analizando los antecedentes y consecuentes que explican que la conducta se dé y se mantenga en el tiempo. El AF nos permite conocer exactamente qué ocurre (cuál es la conducta problemática: qué piensa, dice, hace, siente, o cómo reacciona la persona), en qué circunstancias contextuales (el contexto, ante que estímulos o personas se da la conducta) ocurre la conducta y qué efectos o consecuencias tiene en el medio (que hacen los otros, qué beneficios o pérdidas reporta a la persona, cómo se siente después…). 

Cuando hablamos de contexto hablamos del entorno inmediato de las respuestas (antecedentes o “qué ocurre antes” y consecuentes o “qué ocurre después”), pero también del escenario más amplio en el que dichas respuestas tienen lugar. En ese escenario hay elementos del entorno de la persona y también elementos de la propia persona, entendida como un organismo con una historia de aprendizaje determinada, unas condiciones biológicas concretas y ciertas características físicas y de temperamento o personalidad.

Dos personas pueden emitir una respuesta idéntica y, sin embargo, en cada caso dicha respuesta puede tener funciones claramente distintas, lo cual resulta clave para entender por qué se mantiene dicha conducta. Por ejemplo, una persona “evita comer” a la hora en que habitualmente suele hacerlo porque ha comido un buen aperitivo y no tiene hambre; mientras otra persona “evita comer” porque está insatisfecha con su peso y no quiere engordar. En estos ejemplos la conducta es la misma pero el contexto cambia, haciendo que el mismo comportamiento presente funciones distintas: en el primer caso, el no comer es la ausencia de respuesta debido a que no existe la estimulación previa que llamamos “hambre”; en el segundo caso, el no comer tiene la función de evitar sentirse culpable por ganar peso o de conseguir sentirse satisfecho/a por saber “autocontrolarse”.

¿Qué se busca en un análisis funcional?

a) Identificar los antecedentes y consecuentes del comportamiento o conducta que controla o se relacionan funcionalmente con él, analizando y describiendo las relaciones entre estos elementos en secuencias funcionales de tipo Estímulo antecedente – Respuesta (comportamiento) – Estímulo consecuente.

  • Antecedentes: Son estímulos que desencadenan una respuesta, bien de manera automática porque hemos asociado el estímulo a esa respuesta, o bien porque hemos aprendido que si ante ciertos estímulos realizamos ciertas acciones obtendremos ciertas consecuencias.
  • Consecuentes: Son las consecuencias que se derivan de la emisión de la conducta, pueden ser positivas (Refuerzos) o negativas (Castigos) y en función de ello, optaremos por repetir la conducta (si esta se ve reforzada) o no repetirla (si sabemos que ésta ha sido castigada y aprendemos que podrá volver a serlo en el futuro).

b) Identificar las variables estructurales del organismo y del entorno que puedan estar modulando o influyendo sobre alguno o varios de los elementos de las secuencias funcionales del comportamiento.

c) Formular hipótesis que expliquen por qué se produce el comportamiento o conducta (hipótesis sobre el origen del comportamiento e hipótesis sobre su mantenimiento).

d) Complementariamente, describir a un nivel topográfico (forma, duración, intensidad, etc.) la conducta.

e) Establecer los objetivos terapéuticos y el tratamiento para la intervención de manera conjunta con el paciente.

Entendemos como comportamiento la interacción entre un organismo y su entorno, puede ser tanto manifiesto u observable (es decir, es observado por los demás) como encubierto (solo nosotros somos observadores de nuestro comportamiento interno). Ejemplos de manifiesto son reír, llorar, bailar, conducir o gritar, y ejemplos de comportamiento encubierto son pensar, sentir, interpretar, recordar o preocuparse.

¿Qué son las hipótesis de origen y mantenimiento?

Habitualmente, elaborar un AF implica establecer dos tipos de hipótesis: la hipótesis de origen y la de mantenimiento. Ambas consisten en un conjunto de secuencias funcionales moduladas o influidas por variables estructurales (contexto amplio), pero se diferencian en que la hipótesis de origen ofrece una explicación tentativa de cómo se adquirió el comportamiento y la de mantenimiento explica por qué dicho comportamiento continúa a día de hoy. Es decir; la primera trata de esclarecer cómo se originó la conducta problemática, teniéndose en cuenta los elementos contextuales presentes en el momento del surgimiento del problema. Y las hipótesis de mantenimiento tratan de explicar por qué la conducta se sigue realizando a día de hoy, qué elementos la han reforzado o por qué aún no se ha extinguido.

Es importante señalar que la hipótesis de origen rara vez se establece en base a datos contrastables: para plantearla, dependemos de la memoria de la persona que nos cuenta cómo empezó su problema. Por lo tanto, su validez es limitada y no debe ser una guía para el tratamiento, aunque pueda tener importancia a la hora de explicar a las personas de dónde vienen sus comportamientos y por qué han surgido sus problemas.

La hipótesis de mantenimiento, por el contrario, se plantea sobre datos extraídos directamente del presente, mediante métodos de evaluación lo más objetivos posibles (registros y observación, además de la entrevista). Por lo tanto, es esta hipótesis la que resulta esencial para el tratamiento.

Características del AF

  1. Es funcional: Si bien resulta útil identificar aspectos de la forma en que éste se da (por ejemplo, especificando su duración, frecuencia e intensidad), esto resulta insuficiente, por tanto, se recurre a la intención funcional. Es decir, se pretende recopilar información para explicar el problema y elaborar un plan de acción terapéutico o educativo, y no estudia elementos estáticos, sino sucesos y acciones que pueden ser ubicados en el tiempo.
  2. Se centra en el presente: Pese a que un evento del pasado pueda estar influyendo sobre la persona, será lo que éste haga en el momento actual lo que se considerará fundamental en el AF. Por ejemplo, si una persona está evitando usar cajeros automáticos porque le atracaron en uno, es el recuerdo actual de este hecho y el aprendizaje derivado de él lo que se tendrá en cuenta. En este caso, el evento concreto del atraco sería una variable a tener en cuenta como facilitadora de la aparición del problema (hipótesis de origen).
  3. Es dinámico: El comportamiento humano es inestable y fluctuante por lo que, el AF no es una explicación estática o “fija”, ya que, aunque los elementos incluidos en él son los considerados necesarios para la predicción y control de la conducta en un momento determinado, la persona vive en un entorno cambiante. Es por ello deseable que se revise cada cierto tiempo su grado de adecuación como explicación del comportamiento de la persona.
  4. Es ideográfico: puesto que describe modelos e hipótesis enfocados a las características particulares de la persona en cuestión. No se trata de un modelo estandarizado, nomotético o generalizable, y su elaboración no permite ni busca establecer principios o leyes generales ni absolutos.
  5. Se trata de un heurístico que proporciona un esquema para explicar el comportamiento de la persona, organizar la información y comprender la conducta, pero no pretende describir “la realidad” de la conducta humana.
  6. Es hipotético o probabilístico y no determinístico: se expresa en términos de hipótesis que se plantean como explicaciones del comportamiento con mayores probabilidades de ocurrencia.

A modo de conclusión, el objetivo del AF es la explicación, predicción y control del comportamiento de un organismo. Su utilidad fundamental radica en operativizar los comportamientos que se quieren modificar/eliminar/instaurar y explicar por qué se mantienen, es decir, qué variables externas o internas al sujeto pueden estar influyendo en dicho comportamiento (variables disposicionales/estructurales), en relación a qué estímulos se produce (antecedentes y consecuentes) y cómo funciona.

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