La semana pasada hablaba con un amigo de la infancia que está atravesando un mal momento en el trabajo. Me explicaba que llega a casa mentalmente exhausto al final de la jornada laboral, que está harto de los clientes y de los compañeros que lo único que quieren es hacerle la vida imposible y que siente que hacer su trabajo le cuesta cada día más. Se siente tan inseguro que puede pasarse horas revisando “en bucle” algunas tareas y aun así no tener la seguridad de haberlas realizado correctamente. Entiendo lo que le pasa, a mí también me ha pasado. Y lo que describe se parece mucho a un síndrome que se ha incorporado recientemente a la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS con el nombre de burnout o síndrome de estar quemado en el trabajo (World Health Organization, 2018).

El síndrome de estar quemado en el trabajo

El burnout fue originalmente definido por Christina Maslach como un síndrome derivado de la respuesta prolongada al estrés crónico en el trabajo, que provoca (Maslach, 2009):

  1. Agotamiento emocional.
  2. Despersonalización o cinismo.
  3. Sentimiento reducido de eficacia personal.

En los últimos años se ha popularizado el término y se ha estimado que el síndrome de burnout podría presentar una incidencia muy elevada, especialmente en algunos colectivos profesionales como el personal sanitario y docente.

Qué hacer ante el burnout

Identificado el problema, cabe preguntarse cuáles son las soluciones. Sin duda, existen muchos elementos personales y contextuales que pueden contribuir a agravar o aliviar los síntomas del burnout. En este artículo avanzamos tres tipos de estrategias que, de acuerdo con la investigación científica, pueden resultar eficaces:

  1. Estrategias conductuales: ponerse a la tarea y buscar apoyo social

Cuando hablamos de estrategias conductuales, nos referimos a qué cosas podemos “hacer” para combatir el burnout. Los distintos estudios que hay sobre la materia parecen coincidir en que una de las estrategias más eficaces es ponerse a la tarea. Es decir, cuando estamos bloqueados por el estrés y dando mil vueltas a las cosas parece que pasar a la acción puede ayudarnos a salir del bloqueo. A veces tendremos que fijar acciones pequeñas para poner el motor en marcha, a veces tendremos qué arriesgarnos a que la tarea que realizamos pueda no estar perfecta, pero mandar finalmente ese e-mail o hacer esa llamada que tenemos pendiente, puede ayudarnos más de lo que pensamos a reducir la tensión.

Otra estrategia de reconocida eficacia es buscar apoyo en nuestros compañeros. Pero ojo, el apoyo es eficaz cuando es instrumental, es decir, cuando buscamos un consejo o un punto de vista con la finalidad de solucionar el problema o ejecutar la tarea que nos tiene bloqueados. Cuando nos dirigimos a otros simplemente para quejarnos a victimizarnos, podríamos paradójicamente añadir más tensión y más insatisfacción a la que ya tenemos. Parece por tanto que puede ser interesante tomarse un café con ese compañero/a con el que nos llevamos mejor y preguntarle cómo manejaría él/ella una determinada situación o si opina que la decisión que vamos a tomar ante un asunto es razonable.

  1. Estrategias cognitivas: relativizar y aceptar

Cuando hablamos de estrategias cognitivas, nos referimos a cosas que podemos “pensar” para combatir el burnout.

En este apartado hay dos estrategias que parecen funcionar bien. La primera de ellas se llama reinterpretación en psicología, pero la podríamos equiparar con lo que muchos conocemos en el lenguaje cotidiano como relativizar. A veces el trabajo nos preocupa y nos obsesiona, de modo que le dedicamos toda nuestra atención para obtener el mejor resultado posible. Esto puede hacer que pensemos que es lo único importante en el mundo y por tanto que un error sería… pues eso, el fin del mundo. Cuando nos enredamos en este pensamiento es importante tomar algo de perspectiva y relativizar la probabilidad, así como las consecuencias o la gravedad de los errores. Los errores (que a veces ocurren y casi siempre tienen arreglo) son solo una pequeña parte de nuestro trabajo y nuestro trabajo es solo una parte de nuestras vidas.

La segunda estrategia es aceptar y como ocurría en el apartado anterior, es necesario matizarla un poco. Aceptar no es lo mismo que resignarse. Resignarse tiene una connotación pasiva, de victimismo e indefensión. Aceptar tiene una connotación activa, consiste en entender que no todo depende de nosotros y en diseñar desde ese entendimiento las acciones más eficaces para conseguir nuestros objetivos. Habrá cosas de los clientes, los compañeros, la estructura de la empresa que no nos gustan del todo y que no podamos cambiar (o al menos no solos, o al menos no de inmediato). Aceptar este hecho puede ser el primer paso para relacionarnos con el entorno de manera más amable y organizarnos de manera más eficaz para conseguir nuestros objetivos.

  1. Meditación en conciencia plena o mindfulness.

A medio camino entre lo que “hacemos” y lo que “pensamos” (o quizá como una mezcla de ambos) merece especial atención una estrategia que ha demostrado buena eficacia en la reducción de los síntomas de burnout. Me refiero al mindfulness o la meditación en conciencia plena. Parece que dedicar de manera intencional un poco de tiempo al día a este tipo de ejercicio nos puede ayudar a tomar distancia de los eventos estresantes y a reducir la tensión emocional asociada a los mismos a través de la aceptación.

Se trata de una estrategia útil, pero existe un secreto para disfrutar de todos sus efectos beneficiosos: es necesario practicarla de manera constante y gradual para construir un hábito. Por tanto, es posible que dedicar unos minutos al día a la práctica de mindfulness (quizá nada más levantaros o antes de ir a la cama) sea una buena inversión en la lucha contra el burnout.

Espero que estas estrategias para combatir el burnout os resulten eficaces. Para mí lo fueron en su día y creo que lo serán para mi buen amigo que ha inspirado este artículo.

Referencias

Maslach, C. (2009). Comprendiendo el burnout. Ciencia y trabajo, 11(32), 37-43.

World Health Organization. (2018). International classification of diseases for mortality and morbidity statistics (11th Revision). Recuperado de https://icd.who.int/browse11/l- m/en

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