Los seres humanos tendemos a funcionar en modo “piloto automático”, vamos de aquí para allá realizando diversas tareas y quehaceres sin pararnos ni un instante a observar cómo estamos funcionando durante la vorágine del día a día. En ocasiones solo nos percatamos de esto cuando nos sentimos mal, solo en esos momentos (y no todo el mundo) nos paramos, al menos a identificar que algo nos pasa. Es muy difícil poder maniobrar con nuestro malestar si no somos capaces de parar a observar que nos esta pasando, como nos sentimos y que pasa por nuestra cabeza. No podemos cambiar aquello de lo que no somos conscientes.
Recordemos que existe una conexión entre pensamiento, emoción y conducta. Así pensamos así nos sentimos, esto es un “pienso luego siento”. No son los acontecimientos lo que provocan los estados de ánimo, sino que son las interpretaciones que nuestra mente hace de los acontecimientos los que producen en nosotros que nos sintamos de una manera u otra. Es evidente que ante un mismo acontecimiento unos reaccionan de una manera y otros de otra muy diferente. Es más, en nosotros mismos se provocan respuestas distintas ante un mismo hecho en diferentes momentos de nuestra vida. ¿A qué es debido esto si los acontecimientos son los mismos? La solución está en la fuerza de nuestros pensamientos e interpretaciones.
Ejemplo: cuando una persona con ansiedad se dice “voy a perder el control” (pensamiento), lo más probable es que comience a sentirse angustiado y su ansiedad se dispare (emoción), se active a nivel fisiológico (aparición de síntomas) y finalmente su respuesta conductual será la de huir (en la medida de lo posible) de la situación en el que se encontraba. Esto implica el establecimiento de un circuito en la que basta que aparezca ese pensamiento automático en otra situación para que todo se active de nuevo.
Por tanto, debemos trabajar sobre nuestras interpretaciones para lograr sentirnos bien. Esto no es una tarea fácil, ya que a lo largo de nuestra historia de aprendizaje hemos ido adquiriendo una filosofía de vida que nos hace percibir los acontecimientos a través de unas “gafas especiales muy arraigadas”.
¿Qué nos puede ayudar a ser más conscientes de este proceso interno? Los psicólogos utilizamos una herramienta llamada autorregistro, gracias a ella, seremos más consciente de tal asociación y así podremos trabajar mediante diferentes estrategias con la información que se vaya registrando.
Autorregistro
El cuadro siguiente es un ejemplo de autorregistro:
Situación/lugar | Pensamientos | Emoción/es, sentimientos y sensaciones | Conducta |
¿Dónde te encuentras y que está ocurriendo? Ejemplo: En la cola del banco esperando ser atendida en ventanilla | ¿Qué te viene a la cabeza en ese momento (recuerdos, imágenes, ideas, pensamientos…) ¿En qué grado de 0 a 10 pesó que esos pensamientos eran ciertos? Ejemplo: “Voy a tardar una eternidad, no me va dar tiempo a pasarme por la gestoría, desde luego no hay derecho a que tarden tanto” | ¿Qué emociones sintió (¿ira, enfado, miedo, tristeza…? ¿Cómo de intenso fue lo que sintió en escala de 1 a 10? Ejemplo: Enfado: 8 Ansiedad: 10 | ¿Cómo reaccionas, cuál es tu respuesta o como actúas ante esto? Acción realizada para disminuir el malestar o modificar la situación Ejemplo: Me salgo del banco a tomar aire |
El autorregistro nos ayuda a autobservarnos y ser conscientes de lo que sucede en nuestra mente sin que pase desapercibido, es decir, pasamos de ese piloto automático al piloto manual. Poner todo esto sobre un papel nos ayuda a poder reflexionar sobre ello. Este procedimiento puede variar desde anotar en un diario sin límite fijo, podemos registrar cualquier cosa, depende de lo que queramos hacer posteriormente con ello. Con esta herramienta aprenderemos a detectar, a evaluar, a discriminar, a valorar, a anticipar y a modificar tanto nuestras respuestas como nuestros objetivos, progresos, conductas que queramos eliminar (como dejar de fumar) ….
Se rellenan en situaciones de la vida diaria, es decir, en el mismo instante en el que ocurren los hechos o posteriormente después, no dejar que pase mucho tiempo porque si no, nos costará recordar al menos que estábamos pensando en ese momento. El autorregistro se puede ampliar añadiendo estrategias llevadas a cabo para resolver un problema, entre otras muchas cosas.
Si atribuimos al azar o a causas externas a nosotros, el hecho de sentirse bien o mal, nos convertiremos en sujetos pasivos que simplemente ven pasar la vida delante de sus ojos, y en cuya vida solo reinará la sorpresa, y la improvisación como formas de actuar y sentir. Si registramos lo que sucede, lo que pensamos, lo que sentimos y lo que hacemos al respecto estaremos entendiendo nuestro modo automático de actuar o sentir y podremos tomar “control” de la situación (piloto manual) y, lo más importante, de nuestro comportamiento y emociones. Y con ello poder llevar a cabo diferentes estrategias que nos ayuden o bien a aliviar el malestar, a regularnos, a graduarnos o bien a transitar por este de un modo más sano y funcional.
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