Hoy hablamos de una técnica de modificación de conducta: la activación conductual. 

La depresión se caracteriza por un sentimiento de profunda tristeza, decaimiento anímico, pérdida de interés por todo e imposibilidad de experimentar placer o capacidad de disfrutar de cualquier experiencia. Hemos de aclarar que los problemas etiquetados bajo el nombre de “depresión” son más complejos de lo que se puede abarcar en una simple definición. El sufrimiento y su forma de manifestarse es individual y dependiente de cada caso, manifestándose a través de diferente y variada sintomatología.

A pesar de ser una asociación dedicada en exclusivo al tratamiento de las problemáticas relacionadas con la ansiedad, en muchas ocasiones nos enfrentamos también a otro tipo de conductas disfuncionales que han ido apareciendo en el transcurso de la vida de la persona, siendo una muy común la depresión reactiva, caracterizándose ésta por un estado de ánimo deprimido que se produce como respuesta a un acontecimiento negativo de la vida del sujeto, como por ejemplo, un problema de carácter ansioso.

Entonces nos encontramos en terapia con una gran dificultad, el paciente no tiene ánimos de hacer nada y cómo consecuencia no lo hace. Surgen los “¿para qué?” “¡No tengo energía!” “Cuando me encuentre mejor ya lo haré…” “Es que no tengo motivación …” ¿Qué pasa con éste tipo de pensamientos? ¿Qué pasa con los pensamientos que se tienen en un estado depresivo? Es más probable pensar que las cosas no están tan mal si se comprueba que las cosas empiezan a ir menos mal. Para eso, hay que probar qué pasa si se hacen pequeños cambios.

En numerosas ocasiones existe una imposibilidad para realizar de manera inicial un trabajo cognitivo, esto es así porque la persona se ve inmersa en tal sufrimiento que existe una notable dificultad para la reflexión y el cambio cognitivo. Por lo que la intervención más eficaz es probable sea la intervención conductual, siendo una de las técnicas más eficaces en el trabajo con la depresión. ¿Por qué es esta técnica tan eficaz?

Activación conductual 

El comportamiento depresivo, como cualquier comportamiento, se mantiene por reportar una serie de ventajas a corto plazo.

  • En este caso la inactividad, es decir, la ausencia de actividades en la vida de la persona permite no hacer cosas que en el estado en el que se encuentra la persona, es decir, un estado de tristeza y apatía, resultan agotadoras. El problema es que mantenerse en esta línea a largo plazo es problemático: se pierden fuentes de placer y todo se vuelve más costoso. Si no me “estimulo” no puedo obtener mejorías, en algunos casos el paciente se queda sumido en “el tiempo lo curará”.
  • La evitación de tareas (rutinarias, de higiene, de ocio …) de conflictos (interpersonales, cotidianos, burocráticos…) y de relaciones personales tiene como consecuencia que hacerse cargo de la propia vida cada vez sea más costoso e influya en el estado anímico, los problemas se han hecho más grandes y la persona cada vez se siente más indefensa. Ponerse en contacto con tareas y con personas es lo que nos permite acceder a momentos de disfrute, sin estimulación no hay placer y por lo tanto no hay ausencia de sufrimiento que finalmente es el objetivo del paciente. No exponerse a lo que resulta difícil es perderse también la posibilidad de que algo sea o llegue a ser satisfactorio.

La Activación Conductual es un conjunto de técnicas que parten de la funcionalidad de la conducta depresiva, y tiene como objetivo frenar el bucle de la conducta evitativa y poner a la persona en contacto con reforzadores de acciones concretas. La idea es hacerlo de una forma progresiva, si las actividades son demasiado difíciles frustraremos al paciente y este se rendirá antes de haber empezado, por eso es importante empezar por pequeños retos, valorando siempre las características individuales de la persona y el momento en el que se encuentra, es importante recordar: no todas las conductas depresivas son iguales. Para alguien que no se levanta de la cama, hacerse el desayuno ya es un reto que reforzar.

Lo que viene después de hacer algunas cosas a veces aumenta la probabilidad de volverlas a hacer. A estos estímulos, los llamamos reforzadores, que son por ejemplo la sensación de bienestar, de orgullo propio, los halagos por parte de otros, la percepción de autoeficacia… Sabemos lo complejo que resulta, pero aquí no hay truco: No hay que esperar a tener ganas para hacerlo, hay que empezar a hacerlo sin ganas, y luego será más probable que esas ganas y energía aparezcan.

Aunque en un inicio las actividades propuestas no son necesariamente complejas ni plenamente reconfortantes, a veces solo son rutinarias, la persona se irá acercando con ayuda del terapeuta a esas acciones que tienen un sentido y un valor para la persona (o que en su momento lo tuvieron).

El aumento de actividad expone a la persona a cierta estimulación que genera respuestas condicionadas agradables que aumentan el estado anímico.

La activación conductual funciona por los procesos que está “tocando”: reducir el patrón evitativo mantenido por reforzamiento negativo y aumentar actividades que acaban siendo reforzadas positivamente, lo que aumenta la tendencia a hacerlas.

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