¿Cómo tratar la angustia?

“Tengo mucha angustia”. “Tengo mucha ansiedad”. En muchas ocasiones nos descubrimos utilizando estas expresiones indistintamente, lo que puede provocar que la persona encuentre dificultades para etiquetar e identificar correctamente sus emociones. Vamos a darte algunas claves en este artículo para tratar la angustia.

¿Es lo mismo la ansiedad que la angustia?

La realidad es que estos términos, aunque tienen interrelación no son sinónimos y aprender a distinguir cuando tenemos ansiedad, o cuando tenemos angustia, nos permitirá saber que estamos experimentando, tomar una perspectiva adecuada y poder poner en marcha las herramientas adecuadas para tratar la angustia.

¿Cómo puedo diferenciarlos?

La ansiedad surge ante un estímulo concreto, por ejemplo, una persona con agorafobia podrá experimentar altos niveles de ansiedad cuando suba al autobús, por el contrario, la angustia aparece sin un objeto que la dispare, no surge previa a un determinado estímulo aversivo para la persona. La percepción del fenómeno es percibido de manera clara por la persona cuando padece ansiedad sin embargo cuando hablamos de angustia, la vivencia de ésta es mucho más difusa. Otra de las diferencias radica en el mecanismo de éstas, mientras la ansiedad es un mecanismo adaptativo, que se da tanto en animales como en los seres humanos, la angustia no responde a ningún fin, y está presente únicamente en los seres humanos.

“En cierto modo las personas no dejamos de crear y de encontrarnos ante el peligro de no conseguirlo; y en la base de todo ello se encuentra la angustia, que es lo que nos mueve, y si sin la cual no cabría existencia auténtica”.

¿Podemos hacer algo para tratar la angustia cuando esta nos inmoviliza, bloquea o paraliza?

Debemos tener en cuenta que tenemos muchas cosas que hacer con nuestras emociones y que lejos de adoptar un papel de mero observador y sufridor podemos adquirir un papel activo que nos permita relacionarnos de una mejor forma con estas.

Hoy daremos algunas claves para tratar la angustia:

Reconocer y aceptar la angustia: Será importante que pongamos nombre a la emoción que experimentamos, la reconozcamos y no establezcamos una negativa ante ella. Estamos acostumbrados a negarnos el permiso de experimentar emociones que nos desagradan, lo que suele producir un efecto contrario, convirtiéndose en un círculo vicioso, donde de forma inconsciente las alimentamos.

No traducir la angustia como mensajes premonitorios: Las emociones desagradables y los pensamientos que surgen tras ellas pueden ser traducidos como mensajes que nos alertan de que algo horrible se avecina, debemos eliminar la idea de que todos los sentimientos que experimentamos van cargados de mensajes cargados de veracidad, estos no tienen por qué estar diciéndome la verdad.

Reducir el nivel de autoexigencia: Ser autoexigentes puede resultar positivo mientras no se convierta en un modus operandi, donde la persona no puede permitirse fallar, y siempre debe poder abarcar todo al máximo nivel. No siempre podemos ser la mejor versión de nosotros mismos, nos equivocaremos, y pueden ser en esos tropiezos donde tendremos la oportunidad de reforzarnos y crecer como personas.

Responsabilizarse: Experimentar estados elevados de angustia, puede llevarnos a la elección de dejar de tomar decisiones por nosotros mismos y por ende eludir toda responsabilidad. El objetivo será no tener que hacer frente al posible fracaso y reducir los niveles de incertidumbre que puedan aparecer. Es importante seguir responsabilizándonos, en la medida que nos corresponda ,de las cosas, pues afianzará nuestra percepción de eficacia, control, y no permitiremos que la emoción no tome el control de nuestra vida.

Y así como la dura cubierta del fruto debe romperse para que su corazón salga a la luz del sol, así también debéis conocer el dolor“. Khalil Gibran

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