Durante nuestro transcurso por la vida nos vamos topando con diversas experiencias tanto internas como externas que van a suponer para nosotros cierta respuesta emocional. Si nos sabemos manejarnos con esa respuesta y la tendencia es huir, evitar, contener o intentar erradicar ese componente emocional hará que la propia experiencia se haga muy cuesta arriba. Si además del componente emocional lo que pretendemos de alguna manera es controlar o cambiar la realidad para que así nuestro estados emocionales cambien, también será una manera de hacer la bola de nieve mucho más grande, lo cual hará que suframos más ante esa experiencia. Desde aquí planteo otro recurso que nos ayudará a poder afrontar y transitar por esa experiencia sin tanto sufrimiento: la aceptación .

¿Qué es aceptación?

Aceptar plenamente algo supone vivir con ello sin querer cambiarlo, sin hacer nada para modificarlo. Supone conocerlo y abrirse a experimentarlo sin restricciones ni luchas. También supone seguir con el propio proyecto desde esa experiencia, es decir, sin renunciar a seguir nuestros valores porque aquello esté presente.

Aceptar la realidad, nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones es dejar de hacer todo aquello que empleamos para evitarlos o para expulsarlos de nosotros. Se trata de evitar…evitar.

Diciéndolo de forma metafórica, aceptar es vivir que eres el océano y no las olas (de tus pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones), el cielo y no las nubes. Aceptar significa enfocar nuestra vista fuera del microscopio que nos centra en nuestro dolor, ampliando así nuestro campo de visión sin dejar de ver nuestras molestias. Aceptar sin dirección no tiene sentido: hay que abrirse a más sensaciones, a todo lo que nos rodea, para vivir la vida plena, siguiendo el rumbo que deseamos. Aceptar es hacerse amigo de nuestro pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones, por muy desagradables que sean, y seguir con ellos el camino que hemos elegido. Es aprender a convivir con aquello que no podemos controlar o cambiar a nuestro antojo.

La aceptación implica el reconocimiento y la validación de lo que es real en el momento presente, sin juzgarlo como “bueno” o “malo”. Esto significa que no estamos necesariamente de acuerdo con lo que está sucediendo, pensando o sintiendo, pero estamos dispuestos a mirarlo de frente, sin rechazarlo o negarlo.

¿Qué no es aceptación?

  • No es aguantar: Aguantar tiene la connotación de hacer fuerza para oponerse al empuje que recibimos de alguien. La aceptación, por el contrario, supone dejar la lucha. En una metáfora sería como si dos personas tiran de una cuerda intentando hacer que el otro ceda; en ese caso la aceptación es cesar la lucha y oposición, abandonar y rendirse sin dejarse arrastras, para poder dejar una lucha inútil y seguir nuestro camino
  • No es resignarse: La resignación implica el abandono de nuestros intereses, implica tomar una actitud pasiva y de inacción. Mientras que la aceptación implica continuar la lucha por nuestros intereses y el avance hacia nuestros valores. Cuando aceptamos una situación que para nosotros es negativa o desagradable que no podemos controlar, no significa aceptar el malestar para siempre, significa que siempre puedo hacer algo para encontrarme mejor ante esas circunstancias. Es importante que nos centremos en lo que realmente está en nuestras mano, en lo que depende de nosotros. Sentir autocontrol, decidir responsabilizarme de mi propio estado de ánimo, para, poco a poco, poder cambiarlo, sin tirar la toalla o caer en la apatía de la resignación.
  • No es ignorar: No podemos hacer como que las cosas no están pasando, no podemos obviar o negar la realidad en cualquiera de los niveles. Las cosas suceden en muchas ocasiones queramos o no, de nosotros depende la postura que tomamos en lo incontrolable.

Beneficios de la aceptación

Algunos de los beneficios que se pueden obtener si se trabaja la aceptación:

  • Aprendizaje y cambio personal.
  • Mayor ajuste con la realidad, fomenta pensamientos más racionales y objetivos.
  • Resiliencia y fortaleza para manejar situaciones futuras.
  • Paso a la acción: búsqueda de soluciones, desbloqueo.
  • Mayor regulación y cuidado de nuestros estados emocionales
  • Autoestima, sensación de capacidad y de control personal.
  • Cuidarnos cuando estamos mal.
  • Llevarnos mejor con nuestros estados emocionales.
  • Reducir el nivel de sufrimiento subjetivo.
  • Soltar el control sobre aquellas cosas que creemos que podemos controlar y no es así, y pasar a la adaptación.
  • Aprender que siempre podemos hacer cosas para estar mejor.
  • Eliminar el sentimiento de indefensión aprendida.
  • Tomar una actitud más activa para la búsqueda de soluciones.
  • Estar más en calma con nuestras emociones.
  • Ser más autocompasivos y empáticos con nosotros mismos.

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