¿Alguna vez te has descubierto pensando que tendrías que haber reaccionado de otra forma en una situación de tu pasado? ¿Por qué a veces pensándolo en frio queremos reaccionar de una manera, y en caliente sobre el terreno nos da por hacer otra cosa? Está claro que tomar decisiones a veces se nos hace una tarea complicada. Así que hoy nos asomamos a una explicación neurocientífica que pretende dar luz a los aspectos que influyen en los procesos de toma de decisiones, y que de un tiempo a esta parte está cobrando fuerza: la hipótesis de los marcadores somáticos.
Decidir ¿un quebradero de… cabeza?
La toma de decisiones puede definirse como la habilidad para seleccionar el curso de acción más adaptativo para el organismo entre un conjunto de posibles alternativas de respuesta. Algo que “se cuece dentro” para sacarlo fuera a través de nuestras acciones o conductas.
Algo que históricamente hemos creído es que la toma de decisiones -y sobre todo la decisión racional correcta- proviene siempre de un marco lógico, de un análisis de sentido común, en el que procesos cognitivos como la abstracción, la planificación, la atención o la memoria son los que previamente dirigen nuestras reacciones, mientras que las emociones no son muy importantes para ello, incluso que pueden nublar la mente. Pero desde los años 90 la neurociencia trata de aclarar que éstos procesos lógicos no sólo son los únicos necesarios e influyentes para tomar una decisión en la vida cotidiana, también la emociones juegan un importante papel; y esto es lo que nos dice el reconocido neurocientífico Antonio Damasio en su Hipótesis del Marcador Somático, formulada por primera vez en su libro “El error de Descartes”.
Porque seguro que conocemos a personas (o incluso nosotros mismos nos reconocemos a veces en esto) que parecen tomar decisiones y reaccionar llevados por recompensas inmediatas, incluso cuando estas acciones conllevan la aparición de importantes consecuencias negativas en el futuro. Esta peculiar toma de decisiones ha sido definida de manera intuitiva por algunos neurocientíficos como Antoine Bechara, como un fenómeno de “miopía hacia el futuro”.
Es por ejemplo el caso de las personas que evitan sistemáticamente lugares por miedo a sentir ansiedad en ellos: a corto plazo “se libran” del pánico y les invade una sensación de estar a salvo, pero, a medio/largo plazo, siguen sintiendo miedo porque nada les asegura que no vaya a haber otra ocasión en la que puedan volver a experimentar ansiedad. Es, en definitiva, una toma de decisiones que, aunque a priori nos pueda parecer elaborada desde la lógica, la planificación y una estrategia meditada de escape o evitación, en el fondo responde a algo más pasional y emotivo: sentirse seguro.
Hipótesis de los Marcadores Somáticos
Para intentar explicar los mecanismos neurales implicados en este fenómeno denominado miopía hacia el futuro, Antonio Damasio propone la existencia de una serie de marcadores somáticos en nuestro sistema. Se trata de una teoría neurológica que rompe con el dualismo cerebro-cuerpo, es decir, que descarta la idea de que el cerebro es una parte diferente al resto del cuerpo, para sostener que existe una unidad corporal: el cuerpo sirve como base para las representaciones mentales.
Damasio investiga y describe los diversos roles que desempeñan las distintas estructuras del cerebro en el procesamiento de la información que conduce a la toma de una decisión, y la noción central de su hipótesis es que los procesos de toma de decisiones dependen de manera fundamental de los mecanismos neurales que regulan las emociones y los sentimientos.
De tal manera que esta Hipótesis del Marcador Somático nos viene a decir que la toma de decisiones depende, o está guiada, por cambios homeostáticos (emocionales) sutiles o evidentes que el cuerpo genera. Así que terminamos actuando en respuesta a estímulos que, bien puede ser conscientes, pero que, la mayoría son inconscientes.
Parte de las experiencias pasadas fueron generando una respuesta en el sōma (cuerpo en griego), de tal forma que van quedando, digámoslo así, grabadas en la memoria. Así que, en un presente, cuando sin haber hecho ningún tipo de esfuerzo físico prolongado, el cuerpo suda, hay tensión muscular, se nos acelera el corazón, notamos dolor abdominal, etc. estaríamos hablando de que es el marcador somático manifestándose. Es decir, que esos cambios físicos repentinos relacionados con la ansiedad, inmediatos, más notables para nosotros en algunas situaciones y que anticipan la toma de decisiones, son reacciones o respuestas de nuestro cuerpo como si volviese a estar en una situación de características similares a las que se codificaron en el sōma en un pasado.
Experimentamos toda esa sintomatología como si realmente existiera un peligro porque nuestro cuerpo recupera, consciente o inconscientemente, una respuesta emocional para influir en los resultados y economizar la toma de decisiones (ya que con este envío de señales “sensitivas” a su vez disminuye en gran medida la carga de trabajo en el posterior proceso racional). De tal manera que el peligro puede estar o no presente, pero el cuerpo ya se va a encargar de hacer un bucle corporal que lo hará responder del mismo modo, sin importar si el peligro es real o imaginado.
Una respuesta evolutiva
Que el cuerpo genere una señal como si algo ocurriera fuera de él, significa que las cortezas prefrontales y la amígdala envían la información del mismo modo que si sucediera la situación que se predice, señal de que se deberían tomar las precauciones necesarias, es decir, responder de acuerdo con el estímulo, sea verdadero o no. La Hipótesis del Marcador somático asegura que el cuerpo humano realiza una deliberación automática, una preselección que tiene más que ver con las sensaciones y lo emocional, y después de ese filtro de resultados disminuidos, entonces se inicia el proceso de deliberación racional.
Ante una sensación de miedo en la que huiremos o nos quedaremos paralizados, previamente ocurrirán una serie de cambios fisiológicos automáticos no voluntarios, y que serán momentos en los que no se es racional o analítico para tomar una decisión, ya que el protagonismo lo tendrá el marcador somático mandando avisos de que algo podría no estar bien.
¿Cómo se construyen los marcadores somáticos?
De acuerdo con Damasio, la experiencia es el medio a través del cual los marcadores somáticos se van adquiriendo. Estas experiencias están moduladas por dos aspectos:
- Un aspecto interno (que regula las preferencias personales) y las respuestas psicosomáticas. Se hablaría de respuestas de carácter innato y que están dispuestas para que el organismo pueda sobrevivir, garantizando la preservación de un equilibrio homeostático (que significa atender el hambre, la sed, descansar…), y también evitar el peligro, el dolor y buscar las condiciones que le sean placenteras.
- Y un aspecto externo, que está basado en las relaciones interpersonales, los acontecimientos a los que el ser humano se enfrenta, las normas de la ética y las convenciones que cada sociedad tiene, y en las cuales el individuo se desarrolla. Respuestas ante condiciones que pudieron haber sido definidas por los padres, la familia y la comunidad. Un sistema de premios y de recompensas que termina por construir las bases del marcador somático, ya que los resultados obtenidos en el corto, mediano y largo plazo determinará la respuesta somática futura (ya sea que se haya relacionado con el dolor, ya sea que se asocie con el placer).
Damasio explica que la construcción de marcadores somáticos se da especialmente en la infancia y en la juventud, sobre todo en los aspectos relacionados con la ética y las convenciones sociales, sin embargo, el proceso de adquisición de relaciones entre el cuerpo y su entorno es un aprendizaje continuo que dura toda la vida.
¿Dónde operan? Áreas implicadas
Los estados somáticos modulan la retroalimentación en zonas de nuestro organismo que estarían comprometidas en la toma de decisiones, más concretamente la corteza prefrontal (especialmente la ventromedial), la ínsula y la amígdala. Aunque recientes aportaciones señalan que en lugar de ser la médula espinal una vía crítica para la comunicación y construcción de estados somáticos, el nervio vago también es partícipe y responsable, en gran medida, de la comunicación aferente del cuerpo con el cerebro y éste, a su vez, de la comunicación eferente del cerebro al cuerpo.
Siguiendo a los neurocientíficos Poppa y Bechara, entre los órganos que el nervio vago establece comunicación están el estómago, el corazón y los pulmones; así como en la comunicación aferente (como decíamos cuerpocerebro) se implica en la producción de neurotransmisores como la norepinefrina, acetilcolina, serotonina y dopamina, todos ellos involucrados en el estado anímico y en la cognición de alto nivel para la toma de decisiones. Por lo que cobra interés neurocientífico el nervio vago, ya que puede estar involucrado tanto en el lanzamiento de las emociones, como en los procesos cognitivos.
Influyen en nuestras preferencias
Para Antonio Damasio, las personas vamos construyendo un catálogo de estímulos y de respuestas que, aun cuando no sean conscientes, actúan en situaciones similares, y modulará nuestro sistema disposicional; haciendo que decidamos a partir del recordatorio automático de consecuencias que se avecinan.
Pero el ámbito biológico no es el único que decide por nosotros, sino que en realidad esos recordatorios automáticos se van fijando y configurándo con diferentes valías a partir de elementos aprendidos, tanto culturales, contextuales, así como de nuestra historia personal. Por lo que existirán:
- Marcadores somáticos asociados a resultados positivos: experiencias de las que hemos aprendido que los resultados de nuestras acciones han derivado en incentivos, y que funcionan como motivadores para llevarnos a la acción.
- Marcadores somáticos asociados a resultados negativos: experiencias en las que la alarma nos hace escapar o evitar, y que en nuestra toma de decisiones funcionan como inhibidores o nuestros protectores frente a un peligro real o imaginario.
Falta más investigación
Como desde el principio hemos comentado, la idea de los marcadores somáticos es una hipótesis, que a pesar de que lleva muchas investigaciones a sus espaldas, no deja de recibir críticas por parte de otros neurocientíficos. Los estudios que pretenden concluir la fisiología humana que está relacionada con el proceso de toma de decisión son muchos, pero aún con hallazgos científicos en ocasiones contradictorios. Pero a pesar de ello, esta hipótesis sigue vigente después de treinta años, pendiente de verificar o descartar su valía.
Mientras eso llegue, a día de hoy pretende servir como un punto de apoyo explicativo para intentar entender procesos de toma de decisiones en ámbitos tan variados del mundo de la clínica como la adicción a sustancias, juego patológico, el TOC, obesidad, daño crónico, trastorno de déficit de atención e hiperactividad, agresión, desorden afectivo, además la disminución en la capacidad de la toma de decisiones en los adultos mayores, o para comprender cuestiones del mundo social como el mecanismo neuronal de la conducta moral, la fuerza de voluntad, el neuromarketing y la neuro-economía, y también las conductas antisociales, que incluye las conductas criminales.
Porque, como afirmaba Antoine Bergara en una conferencia acerca de la toma de decisiones humanas, “No siempre la emoción es beneficiosa y una de las cuestiones claves que tratamos de entender es en qué condiciones, en qué circunstancias, las emociones son de ayuda y en qué condiciones ya no lo son, y son disruptivas. Sin embargo, no podemos obviar el hecho de que los mecanismos cerebrales involucrados en los procesos de generación de señales emocionales desarrollan y juegan un papel fundamental en la toma de decisiones, nos guste o no nos guste.”
Si tienes más curiosidad acerca de este tema, te dejamos las fuentes consultadas para la realización de este post:
https://scielo.isciii.es/pdf/ep/v12n1/1989-3809-ep-12-01-00020.pdf
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