Homeostasis, de origen griego “homios” qué significa “similar” y “estasis” que se refiere a la “estabilidad”.

¿Qué le pasa a tu cuerpo cuando tienes mucho frio? Tiemblas. ¿Y cuándo tienes mucho calor? Sudas.

Entendemos la homeostasis como el conjunto de fenómenos de nuestro organismo que se encargan de nuestra propia autoregulación. Es nuestra capacidad “autocurativa”. Gracias a la homeostasis mantenemos una constancia en la composición y propiedades del medio interno de nuestro organismo.

Estamos preparados para poder enfrentar a agentes externos que puedan agredir a nuestro organismo ¿Cómo? Con una respuesta homeostática que nos permite mantener nuestra estabilidad. Si no contáramos con este proceso nuestro organismo sufriría constantes desequilibrios que afectarían a nuestro organismo.

Hoy en día se acepta la existencia de dos tipos generales de homeostasis:

  • Homeostasis reactiva: en la que el cuerpo reacciona a un estímulo con la tendencia a restablecer los niveles de ciertas variables que habitualmente son constantes. Por ejemplo, cuando ingerimos azúcar, el organismo aumenta la secreción de hormonas que favorecen su utilización, permitiendo el descenso de los niveles de azúcar en sangre.
  • Homeostasis predictiva: se refiere a los mecanismos internos que posee el organismo para predecir cambios que ocurrirán posteriormente. Es el caso de la secreción de cortisol, la llamada hormona del estrés, que organiza al cuerpo para despertar y activarse ante un fenómeno externo.

A nuestro cuerpo por encima de todo, le gusta la homeostasis, es decir, le gusta y busca el equilibrio. Constantemente tiene que medir niveles de glucosa, la cantidad de oxígeno, el pH… y se está preocupando de que siempre esté dentro de unos niveles de normalidad. Si observas una analítica de sangre sabrás que lo bueno no es tener la creatinina o la glucosa alta o baja sino que se encuentre dentro de unos parámetros

Los seres vivos contamos con diferentes mecanismos fisiológicos que nos ayudan a mantener un equilibrio interno. Digamos que contamos con “sensores” capaces de detectar que algo no está equilibrado para actuar y volvernos a equilibrar.

Estos sensores son capaces de detectar valores alterados y ponerse en marcha para restablecernos de manera automática y cómo resultado, estabilizar el organismo.

¿Sabías que las alteraciones emocionales también inciden en la homeostasis?

Cómo habrás podido observar cuando tienes ansiedad tu cuerpo cambia, siendo la hiperventilación quizá uno de los cambios más obvios. Una de las cosas que tiene que vigilar nuestro organismo es que exista una correspondencia entre el nivel de oxígeno y el nivel de CO2. Cuando rompemos este equilibrio (a través de la famosa hiperventilación) se concentra en los pulmones más oxígeno del que debería, y como correspondencia disminuye el nivel de CO2 en sangre. Y es el CO2, y no el oxígeno, el termómetro en el que se basa el cuerpo para decir que todo va bien. Es decir se concentra el oxígeno en los pulmones, y disminuye el CO2 a nivel de los alveolos pulmonares y la sangre.

Cuando el oxígeno aumenta y disminuye el nivel de CO2 nuestro organismo detecta y actúa.

  1. Por un lado el cerebro detecta esa disminución de CO2 y actúa. Le dice a los pulmones: vamos a reducir el ritmo respiratorio, tenéis que ir un poco más despacio. Y los pulmones enlentecen su ritmo habitual. Pero esto puede ser percibido por la persona que tiene la crisis de ansiedad como: “me estoy ahogando”. Entonces la persona intenta respirar más deprisa, o más profundamente, y esto vuelve a reducir el nivel de CO2, con lo que la parte automática del cerebro, vuelve a decir a los pulmones que disminuyan su ritmo. Así que como veis, se está formando un bucle. Cuanto más me asusto más deprisa respiro, y cuanto más oxigeno cojo más sensación tengo de ahogo.
  2. Por otro lado cambia el PH de la sangre, y esta se vuelve más alcalina. En términos prácticos, esto quiere decir que a los glóbulos rojos, que son los que llevan el oxígeno, les cuesta enormemente soltarlo, con lo que no puede llegar a las diferentes partes del cuerpo. Hay, por tanto, una bajada de oxigeno periférica, es decir, en las extremidades, y por eso empiezas a sentir esas sensaciones que ya conoces como: flojera en las piernas, sensación de que se te duermen las extremidades, temblores, cambios en la temperatura…
  3. Por otro lado, el cerebro también se ve privado de tan esencial elemento, y se produce la sensación de mareo que acompaña a la ansiedad. También hay un aumento del ritmo cardiaco, como forma de regular este desaguisado.

¿Por qué a algunas personas que acuden a urgencias se les dice que respiren dentro de una bolsa de papel? Lo que ocurre es una manera práctica de equilibrar los niveles de oxígeno y anhídrido carbónico, ya que las persona está respirando su propio CO2, y eso hace que se equilibre la proporción CO2/O2, es decir, una manera de regular nuestra homeostasis.

Así que, si nos fijamos, la respiración es una parte muy importante en la generación de las sensaciones de pánico. Y el control sobre la misma nos va a proporcionar una de las claves más importantes para manejar la ansiedad.

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