Hoy vamos a hablar sobre las ventajas de la terapia de aceptación y compromiso, pero antes un ejemplo. ¿Qué haríais si fueseis caminando tranquilamente por el bosque y en un momento determinado dais un paso y metéis los pies en arenas movedizas? Seguramente, intentar hacer lo que pudieseis para salir de ellas. Os agitaríais, moverías y lucharíais contra ellas intentando escapar. En verdad, lo peor que se puede hacer es intentar luchar contra ellas. Lo único que se puede hacer es extender el cuerpo y tratar de entrar en contacto, lo más posible con ellas. Los instintos nos ordenan luchar, pero actuando de este modo, nos hundiríamos más. Este principio se puede aplicar por ejemplo a los sentimientos que no deseamos tener, mientras más luchemos contra ellos más desbordados por ellos estaremos. En vez de batallar hay que entrar en contacto total con lo que estamos tratando de evitar.
Terapia de aceptación y compromiso (ACT)
En ACT, todo el proceso terapéutico parte de la premisa de que el problema no es tener ciertos pensamientos o sentimientos que se valoran negativamente, sino que el problema viene dado por el modo en el que la persona reacciona ante esos eventos privados.
Se considera que el comportamiento (pensamientos, recuerdos, emociones o sentimientos son considerados comportamientos) depende del contexto actual e histórico, lo que significa que todas las reacciones del organismo (incluso los eventos privados) son “normales” en el sentido de que son las que se han conformado a lo largo de su historia, constituyen el repertorio de la persona y dadas ciertas circunstancias se hacen presentes.
En ACT se trabaja a partir de la premisa de que los problemas psicológicos no solo están dados por la presencia de ciertos contenidos psicológicos perturbadores (como pueden ser pensamientos negativos, recurrentes, sensaciones de ansiedad, tristeza, apatía, etc.), sino que los problemas surgen cuando estos contenidos privados adquieren un papel protagonista en el control del comportamiento, es decir, cuando estos contenidos terminan siendo relevantes y su credibilidad como causa del comportamiento termina dirigiendo las elecciones de la persona, quedando relegado a un segundo plano los valores fundamentales para la persona.
Principios de la ACT
• La aceptación: La aceptación es un proceso fundamental en la terapia ACT, de ello le da nombre y se basa en enseñar a la persona a aceptar sus pensamientos y emociones, aunque sean no deseados, sin luchar contra ellos ni intentar evitarlos. La aceptación facilita que la persona se implique en sus experiencias de una manera más plena, para aprender de ellas. Aceptación es una disposición conductual como elección voluntaria y basada en valores de permitir o mantener el contacto con las vivencias internas o los acontecimientos que puedan originarlas, aunque sean desagradables y aceptación psicológica como adopción de una postura abierta, reflexiva, flexible y sin prejuicios respecto a la experiencia que tiene lugar en cada momento.
• Defusión cognitiva: Se trata de observar nuestros pensamientos y cogniciones como lo que son, trozos de lenguaje, palabras, imágenes, etc. Simplemente, observar y dejar ir sin juzgarlos. De este modo se adopta una visión distanciada y más racional de las cosas. Consiste en conseguir que la persona salga de sí mismo para darse cuenta de que sus vivencias internas (pensamientos y emociones) están distorsionados y no constituyen la propia naturaleza, sino que son solo eso pensamientos y emociones. Es decir, hay que escapar de la maraña de los propios pensamientos y emociones para adquirir una perspectiva adecuada de la realidad personal.
• Experiencia presente: para tener una vida eficaz, la persona tiene que ser consciente de ella misma y de su situación en el presente desde el punto de vista físico, psicológico y social. Cuanto más tiempo pasamos en un estado mental centrado en sus problemas pasados y futuros, menos tiempo y capacidad tenemos de contactar con el “aquí y ahora”. La desconexión con el “aquí y ahora” origina dificultades para el cambio de conducta y disminuye la capacidad de adaptación a las demandas variables del entorno social. Conseguir una focalización en el momento presente de manera centrada, voluntaria y flexible, consigue aumentar la adaptabilidad dado que, para afrontar eficazmente las contingencias naturales, la persona debe estar presente psicológicamente para establecer un contacto directo con esas contingencias. El único momento en que puede suceder algo es en el presente. El presente es la única realidad efectiva. La rigidez atencional viene dada por la falacia de que para resolver problemas el pensamiento emocional se dirige al pasado para interrogarse ¿por qué me siento así? y hacia el futuro buscando una situación mejor.
• El Yo observador: Aprendemos a observar y a distanciarnos de los pensamientos, imágenes, recuerdos y otras cogniciones como lo que son –nada más que piezas de lenguaje, palabras e imágenes- en oposición a lo que dicen ser –eventos amenazantes, reglas que tienen que ser obedecidas, verdades objetivas y hechos. El apego al yo conceptualizado es una forma extrema de la fusión cognitiva, ya que implica la fusión con el propio concepto de sí mismo. Involucra las historias que las personas cuentan sobre sí mismas, que, a su vez, ayudan a definir quiénes son como personas (por ejemplo, “yo estoy deprimido”, o “yo no soy capaz”, o “yo no soy digno de ser amado”). El riesgo que implica apegarse a nuestras narrativas personales es el estrechamiento de las opciones conductuales, en donde las acciones se dirigen a defender la narrativa o buscar formas de sostenerla (por ejemplo, ser la víctima, o estar roto, ser incapaz o inteligente). Aprender a desprenderse del yo conceptualizado consiste fundamentalmente en fomentar una perspectiva del yo como observador.
• Los valores: La identificación de los valores personales, libremente elegidos y que dan sentido a la vida de la persona. Los valores orientan a la persona en la determinación de un propósito y un significado psicológico, actuando como “causas finales”, en el sentido aristotélico, de la conducta. Los valores representan el propósito último por el que se emprenden las acciones y proporcionan los criterios que permiten la variación y adaptación de la conducta. El resultado final de la fusión, la evitación y la pérdida del contacto con los valores es un patrón conductual rígido de respuestas ineficaces. La rigidez de la conducta puede llevar a la evitación conductual (inacción, pasividad, etc.) propia de estilos de apego desadaptados o a un comportamiento excesivo e impulsivo. Ambos comportamientos están enfocados a la reducción o eliminación de los estados aversivos.
• El compromiso: con la acción dado que en el modelo ACT, la acción comprometida se refiere a una acción basada en valores, destinada a crear una pauta de acción que esté basada en valores. Hay pues un redireccionamiento continuo del comportamiento con el fin de generar patrones cada vez más amplios de comportamiento flexible y eficaz basado en valores. Una acción comprometida es una extensión de los valores. Mientras que un valor implica las consecuencias elegidas de los patrones de actividad en curso y cualquier acción basada en valores es una acción reforzada por esas consecuencias, mantener un compromiso significa, en cada momento, redirigir la conducta hacia patrones más amplios de comportamiento con el objetivo de mantener esos propósitos.
En que nos ayuda la terapia de aceptación y compromiso
a. La ACT es un tratamiento centrado en las acciones valiosas para cada uno de nosotros.
b. Contempla el malestar/sufrimiento como normal, producto de la condición humana en tanto que seres verbales.
c. Define que se aprende a resistir el sufrimiento normal y esa resistencia genera el sufrimiento patológico.
d. Promueve el análisis funcional de los comportamientos de la persona y, por tanto, se basa en la experiencia personal como clave del tratamiento. El mensaje es “¿qué te dice tu experiencia al hacer eso?, ¿qué obtienes, de verdadera importancia?, ¿qué estarías haciendo cada día si pudieras dedicarte a otra cosa que no fuera tratar de quitarte el sufrimiento?”
e. Tiene por objetivo flexibilizar la reacción al malestar porque la experiencia de la persona le dice que resistir los eventos privados limita la vida, que centrarse en ellos es perder la dirección. El objetivo primordial de ACT es, pues, romper la rigidez del patrón de evitación destructivo o la excesiva o desadaptativa regulación por procesos verbales que la cultura amplifica al potenciar sentirse bien de inmediato y evitar el dolor como fundamental para vivir.
f. Ayuda a clarificar valores para actuar en la dirección valiosa, aceptando con plena conciencia los eventos privados que surjan, y practicar la aceptación cuanto antes y tantas veces como sea posible.
g. Implica aprender a “caer y a levantarse”, o sea, a elegir nuevamente actuar hacia valores con los eventos privados que sobrevengan por la recaída.
h. Aprenderemos que el control es parte del problema. El contexto del control emocional conlleva a que las personas piensen que el control de sus problemas radica en la intervención de los eventos internos que los causan. En esta meta, se intenta hacer ver que estos eventos internos no son la causa de su problema sino parte del mismo. Por consiguiente, su regulación (por ejemplo, no pensar negativamente, controlar la ansiedad, etc.) no soluciona el problema, sino que de hecho ayuda a que se mantenga.
i. Abandonaremos la lucha contra los síntomas. Luchar contra los eventos internos es prácticamente igual que luchar contra sí mismo. Asumiremos definitivamente nuestros síntomas como otras respuestas con una funcionalidad, que radica en las contingencias a las cuales hemos estados expuestos y no como la causa de los problemas.
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