No lo niegues. Quién más y quién menos, todos estamos en el mismo barco, prestando cuanto menos más atención a la limpieza estos días de cuarentena. Ahora bien, ¿me estaré obsesionando con la limpieza?

¿Me estoy obsesionando con la limpieza por el coronavirus?

Es común –y necesario, ahora más que nunca- realizar pequeños rituales de higiene y autocuidado diario como forma de protección ante un posible contagio de COVID-19. Desinfectar con geles hidroalcohólicos y lavarnos las manos con agua y jabón antes de salir fuera, al llegar de nuevo a casa, antes de tocar algún objeto o alimento, antes de tocarte la cara… es más, es algo que se nos ha recomendado desde las propias autoridades sanitarias. Hasta aquí bien.

No nos preocupemos de antemano, a priori, estas conductas de limpieza pueden ser algo más frecuentes que antes y no suponer ningún problema. Son perfectamente adaptativas, esto es, son respuesta a la situación extraordinaria que estamos viviendo actualmente. Es más, me atrevería a decir incluso que en algunos casos son hasta básicas, ya que no todo el mundo se lavaba las manos lo necesario antes de que ocurriese todo esto, así que tiene más ventajas en estos casos aún si cabe. Como todo en la vida, hay que buscar el equilibrio entre realizar conductas de limpieza y lavarme demasiado.

Pero, como en todo, existe una delgada línea dentro de un continuo, ¿qué pasa si, de repente y sin darme cuenta, me descubro a mí mismo/a lavándome las manos por enésima vez, con cada cosa que hago, mucho más de lo necesario? ¿Y si empiezo a tener ansiedad si no tengo la casa perfectamente limpia cada día? ¿Y si intento no tocar nada por si acaso me contamino o contagio? ¿Y si no paro de pensar constantemente en que si no limpio los focos de contaminación -como pomos de la puerta- o ventilo las habitaciones, puede estar presente el coronavirus ahí mismo y contagiarme? ¿Y si me obsesiono por tener las manos siempre limpias? En este punto, cuando existen pensamientos intrusivos repetitivos, intensos y duraderos, que me producen ansiedad y me “obligan” a realizar determinados rituales, podríamos estar ante un posible Trastorno Obsesivo-Compulsivo, TOC.

Si es tu caso, hay que tener especial cuidado: es cierto que en este momento extraordinario de crisis las recomendaciones sanitarias parecen (ojo, recalcamos: parecen) confirmar las obsesiones (“¿Ves? Tenía yo razón, lo sabía”) y justificar las compulsiones o rituales, pero en realidad no es así: tenemos que prestar algo más de atención a la limpieza, cierto, pero no de forma excesiva. Esta es la clave. Por tanto, ahora más que nunca tenemos una referencia, debemos seguir las recomendaciones oficiales y repetirnos a nosotros mismos que de esta forma es más que suficiente; y no seguir ya lo que nos dicta el TOC que hagamos.

Y, por otro lado, la pregunta del millón, ¿continuarán o perdurarán en el tiempo, una vez que acabe todo esto? Depende. Si conseguimos instaurar un pequeño hábito en nuestro día a día, sí. Si, por el contrario, lo hacemos en respuesta a, como obligación, una vez acabado el virus, volveremos a nuestros patrones anteriores.

¿Cómo puedo tratar o “controlar” estas pequeñas obsesiones y que no se conviertan en un problema?

Ahora bien, tengamos obsesión o no por la limpieza, si queremos evitar que se conviertan en algo problemático o, al menos, que no vayan a más, podemos seguir una pequeña regla de dos grandes recomendaciones:

Acéptala y distánciate de ella. La obsesión es un pensamiento, ni más, ni menos. Si quiero que no aparezca, me engancho a ella y le doy excesiva importancia, lo único que conseguiré es que aparezca con mayor frecuencia e intensidad. Por el contrario, si aparece, déjala estar. Desaparecerá.

Pon límites. ¿Sientes que tienes que limpiar algo varias veces? No lo hagas, o hazlo menos veces o menos tiempo. Establece momentos y periodos específicos y limitados para la limpieza, siempre dentro de lo razonable, según las autoridades sanitarias. De esta forma, conseguimos que las obsesiones no “nos controlen”.

¡NUESTRO NUEVO LIBRO YA A LA VENTA!