Hace unos días os contábamos lo importante que es uso de metáforas en terapia. Hoy, nos centramos en la metáfora del monstruo.

¿Cuánto tiempo pasamos en nuestra vida luchando para controlar nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestro malestar, nuestra ansiedad, los recuerdos, etc?

Imagina eso que tanto mal estar y sufrimiento te está generando – ansiedad, recuerdos negativos, culpa, miedo, pensamientos negativos – Ese mal estar se parece a una persona que estuviese unida a un monstruo por una cuerda y hubiese un foso entre ambos. Mientras el monstruo está tranquilo, dormido, tumbado, podemos verlo, pero en cuanto despierta se hace insoportable, insufrible, y tiramos de la cuerda para conseguir tirar al monstruo al foso. A veces parece que se calma al tirar de la cuerda, como si se diera por vencido, pero lo que ocurre a la larga es que cuanto más tiramos de la cuerda, más nos aproximamos al filo del foso y, por el contrario, más grande, fuerte y amenazante está haciéndose el monstruo. Así la situación es que tenemos que estar pendiente constantemente de si el monstruo se levanta para tirar de la cuerda, y, además, cuando tiramos, el monstruo también lo hace, lo que a veces nos lleva a que nos encontremos al borde del abismo. Y mientras, nuestra vida se limita a estar pendientes de la cuerda. Nos gustaría no estar atados al monstruo, pero eso no es algo que pueda cambiarse, de manera que nos planteamos qué podemos hacer basándonos en la experiencia. Una posibilidad para hacer nuestra vida es soltar la cuerda y ver al monstruo. Otra que nuestra vida se limite a estar pendiente de la cuerda”.

Imagen del libro Monstruosamente de Alfonso Casas

¿Qué nos quiere decir la metáfora del monstruo?

En realidad, la ansiedad, los pensamientos negativos, la culpa, los recuerdos negativos, la preocupación es como un monstruo que vive y se alimenta de adrenalina. Cuando el miedo nos avisa de que hay un peligro, como cuando bajamos por una escalera mucho más empinada de lo que esperábamos, realizamos una descarga automática de adrenalina y el monstruo de la adrenalina que estaba dormido se despierta y hace que de forma automática nos agarremos a la barandilla y así nos ayuda a no caernos.

Nos damos cuenta de que el monstruo está con nosotros y que se ha quedado, porque mientras vamos digerimos la adrenalina todavía le queda alimento para vivir y seguimos sintiendo ansiedad. Cuando pasa el tiempo sin que veamos un nuevo peligro, el cuerpo recupera su nivel normal de adrenalina y el monstruo hiberna.

Cuando es el propio monstruo el que nos da miedo, lucharemos para echarlo del cuerpo, para que desaparezca de inmediato. Es decir, intentaremos deshacernos a toda costa de los pensamientos que nos angustian, de la ansiedad, de los recuerdos emocionalmente negativos el pasado, la culpa… ejerciendo así una lucha contra nosotros mismos. Como si nos subiésemos a un ring de boxeo y comenzáramos un combate contra nosotros que parece no tener fin.

Esa constante lucha por echar todo lo que nos genera malestar de nuestro lado nos lleva a hacer más descarga de adrenalina. El monstruo, encantado porque tiene más alimento, crece y se hace más amenazador, nos dice cosas terribles como que va a comernos el cerebro, que nos va a dañar el corazón y que nos va a paralizar la garganta para siempre.

Si aceptamos al monstruo en nuestro cuerpo y no hacemos nada para que se vaya, entonces dejaremos de darle alimento y el monstruo hibernará de nuevo. La disposición a experimentar lo que sea que la historia de uno pone sobre la mesa es la clave que permite ser capaz de establecer y mantener compromisos para cambiar aquello que en la actualidad no nos está funcionando.

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