La ansiedad tiene mucho que ver con la impaciencia y la intolerancia a la incertidumbre. Te cuento por qué.
A veces tengo que recordármelo, cuando la impaciencia del que tengo enfrente me envuelve y me lleva con él. Por unos minutos me quedo atrapada en su ansia de respuesta, hasta que puedo volver a ponerme en mi sitio y no alimentar ese sentir tan ansioso. Supongo que en parte porque lo entiendo, entiendo que el malestar arrastre a sentimientos de desesperación y por consecuencia a intentar resolver todo de golpe, como si el problema de la ansiedad tuviera una respuesta concreta y no un proceso que recorrer, un aprendizaje. También supongo que porque así funcionamos todos y los psicólogos, por supuesto, no íbamos a ser menos. Las prisas del otro nos sorprenden andando a matacaballo por la calle sin saber bien por qué lo hacemos, hemos entrado en la dinámica del que tenemos al lado. Creo que esto también puede pasarnos (y de hecho nos pasa) en consulta. ¿Pero entonces como se hace? ¿Qué hago para no sentir ansiedad?
Yo siempre suelo responder que si esta respuesta fuera universal y aplicable a todos los individuos por igual, la respuesta estaría en Google y la hubieran encontrado hace mucho tiempo en todas las búsquedas que, no dudo, han llevado a cabo. Y que quizá, mejor pronto que tarde estaría bien asumir que ese no es el camino.
Veo diariamente a personas sufrir mucho en la búsqueda incansable de esta respuesta ¿Cómo? ¿Cómo lo hago? ¿Qué estoy haciendo mal?
Supongo, a veces sin percatarse, que se están pidiendo una solución rápida y simple a un problema, que para que engañarnos, es complejo. Por eso supongo que causan furor las supuestas terapias mágicas que prometen acabar con todo en casi un abrir y cerrar de ojos o la búsqueda incansable del fármaco mágico que apague todos esos fuegos que parecen quemarme por dentro cada vez que abro los ojos por la mañana. Sin embargo, uno puede pasarse mucho tiempo dando vueltas en círculo en búsqueda de todo lo mencionado hasta acabar exhausto, confundido, echándose la culpa a sí mismo o quizá al psicólogo que tiene enfrente por no proporcionarle esa respuesta. Por eso mismo, más vale pronto que tarde para darnos cuenta de todo esto.
Hace poco, en una terapia de grupo (en este caso de personas que padecen agorafobia) uno de los integrantes preguntaba: ¿Por qué creéis que hemos acabado teniendo este problema? ¿Qué tipo de características personales creéis que han favorecido que tengamos un problema de ansiedad? Todos estaban de acuerdo en algo: siempre habían mostrado dificultad para aceptar los cambios, habían tendido a ejercer control y se reconocían como personas impacientes.
Si algo sabemos al día de hoy es que hay dos ingredientes que son caldo de cultivo para los problemas de ansiedad: la tendencia al control y la intolerancia a la incertidumbre, que como siempre suelo decir, son dos enamoradas que no se entienden la una sin la otra, siempre van bien agarraditas de la mano.
¿Qué es la impaciencia sino la representación de la intolerancia a la incertidumbre? Cómo no tolero no saber, quiero resolver de forma inmediata para quitarme este malestar que me produce la falta de información o de respuestas. El problema, es que queramos o no, vamos a enfrentarnos a ella, por mucho que nos resistamos nos la encontramos cada día y nos la seguiremos encontrando. ¿Cuándo dejaré de sentir miedo? ¿Qué es exactamente lo que tengo que hacer para que todo esto acabe? Son respuestas que simplemente ahora no puedo resolver y es importante que pueda aceptar esta idea, porque si no me frustro, me peleo y acabo perdiendo mi tiempo y mi energía. Si no acepto esto no puedo aprender, porque no me vale ninguna información que no suponga un cambio mágico y como esto no existe, me quedo estancado, peleándome o abandonando terapias sin parar porque nadie me da la clave.
En esta misma terapia de grupo que os comento, entró hace escasas semanas una nueva integrante. Pedí al resto del grupo que después de las presentaciones, pudieran compartir con ella cosas que habían sido de utilidad en su proceso. Después le di yo mi propio consejo de bienvenida: Paciencia. Paciencia para entender que hay cosas que simplemente no puedes cambiar inmediatamente y que mientras aceptes esto, paradójicamente ya estás cambiando.
Cultivar la paciencia con uno mismo es como si digamos una pieza del puzzle. Llevo 30 años con agorafobia y tengo que decir que el nivel profesional de algunos psicólogos es cero. Solo quieren dinero y que los tratamientos se alarguen lo máximo posible. En mi caso he pedido que me apunten a una terapia de grupo de agorafobia como 4 veces en varios años, me han dicho que me llamarían y he recibido la callada por respuesta. Como veréis, así no se puede.
Gracias, llegó en el momento justo… quizás que una voz desde afuera nos recuerde la paciencia es un camino.
No la paso bien, pero sigo.
Muy buen artículo. Provoca una reflexión muy interesante. Gracias