EL MIEDO A VOMITAR SE LLAMA EMETOFOBIA.

Vomitar es un acto natural que nos garantiza la supervivencia, al expulsar o eliminar automáticamente alimentos que pudieran resultar nocivos o negativos para nuestro cuerpo. En este artículo hablamos de la emetofobia.

Ninguno de nosotros nos hemos librado de ello alguna vez en nuestra vida, y a nadie nos gusta. Está claro, es un acto bastante desagradable, sobre todo porque generalmente trae consigo dolor y malestar previo –aunque después nos sintamos tremendamente aliviados, es cierto-, y si tuviésemos la oportunidad de no volver a vomitar, quizá lo elegiríamos. Pero, ¿qué pasaría si sólo el hecho de pensarlo nos genera ansiedad? Este es el caso de la emetofobia. Veamos.

¿Qué es la emetofobia?

La emetofobia es un miedo intenso e irracional a la conducta de vomitar y al vómito en sí, tanto propio como ajeno, por la anticipación de las molestias ocasionadas antes y durante el vómito –incluidas las náuseas-, como por la anticipación de una posible evaluación negativa de terceros -vergüenza o asco-, sobre todo si se produce en lugares públicos. Si bien es cierto que suele ser poco conocida, se estima que afecta en torno a un 5-6% de la población adulta.

Es importante recalcar la idea de anticipación porque una de las características diferenciadoras de este tipo de fobia específica es que generalmente la conducta de vomitar suele ser poco frecuente y estar limitada, por tanto, a situaciones muy concretas, por lo que es habitual que una persona pueda llevar meses e incluso años sin vomitar (no ocurre así con otro tipo de fobias, por ejemplo, la fobia social o la fagofobia o miedo a tragar, en las que la persona tiene que exponerse prácticamente a diario a lo que teme). No obstante, la ansiedad que genera pensar o anticipar que puede volver a producirse el vómito sí es continua e incluso diaria.

¿Por qué aparece y por qué se mantiene el problema a día de hoy?

Como cualquier problema psicológico, la emetofobia es un fenómeno multicausal. En algunos casos, este problema suele desencadenarse tras haber experimentado o simplemente haber visto en otros un episodio negativo o desagradable relacionado con el vómito (por ejemplo, haberlo pasado tremendamente mal tras una intoxicación alimentaria o una gastroenteritis), generalmente en la infancia, aunque no tendría por qué ser siempre así, de hecho, puede originarse siendo adulto y no encontrarse una causa clara.

Sea como fuere, haya o no una causa clara, a partir de entonces se asocia el vómito (y las náuseas) a una situación potencialmente peligrosa o amenazante, de falta de control –ya que aparece de forma automática e inesperada-, por lo que la persona comienza a experimentar elevada ansiedad tanto a la hora de anticipar un posible vómito en ella misma o en otros como durante el propio episodio de vómito (“¿Y si vomito?”, “¿Y si al ver a otro vomitar me contagia y vomito yo también? ¡Sería HORRIBLE! ¿Qué pensarían los demás de mí?”), e incluso en ocasiones al hablar de vómitos en sí.

Por este motivo, la persona tiende a evitar o escapar todas aquellas situaciones que puedan facilitar o inducir el vómito, tales como la ingesta de alcohol o de determinados alimentos –llegando en ocasiones a restringir su alimentación-, estar cerca de personas enfermas en hospitales y centros de salud, comer fuera de casa, en restaurantes –incluyendo las conductas de seguridad como llevar siempre una bolsa de plástico o un medicamento anti-náuseas, buscar el baño o un lugar apartado para vomitar sin llamar la atención-, realizar viajes en transporte que puedan inducir mareos (coche, avión, barco..) o, incluso en mujeres, quedarse embarazadas o estar cerca de bebés, por ejemplo. La hipervigilancia a síntomas gastrointestinales es también una característica esencial en este tipo de casos, llegando a crear náuseas y, por ende, un círculo vicioso que retroalimenta la ansiedad.

También suele ser muy habitual que aparezca este tipo de fobia como característica o síntoma de un problema de agorafobia –sobre todo si uno de los síntomas más característicos o temidos durante las crisis de ansiedad tiene que ver con síntomas digestivos o gastrointestinales-, de ansiedad social –por el miedo al qué dirán los otros- o de miedo a volar –por el miedo a que las turbulencias les produzcan mareos-.

¿Cuál es el tratamiento de la emetofobia?

El tratamiento psicológico recomendado es la terapia cognitivo-conductual, como en cualquier caso de fobia específica, el cual incluye el entrenamiento en técnicas de relajación, reestructuración cognitiva (cuestionar los pensamientos irracionales relacionados con el vómito y el acto de vomitar en sí: “¿Por qué me preocupo tanto y le doy tanta importancia al acto de vomitar si la mayor parte de mi vida no he vomitado?”, “¿Es TAN terrible vomitar?”, “Todas las personas han pasado por ello alguna vez y saben lo que se siente, por tanto, lo comprenden, no van a criticarme por ello o formarse una imagen negativa de mí”, por ejemplo) y la exposición a las náuseas y al acto de vomitar en sí (buscando situaciones controladas en las que la propia persona u otros vomiten u observarlo a través de imágenes o vídeos).

En resumen, la emetofobia es una fobia específica que se caracteriza por un miedo irracional muy frecuente, intenso y duradero a la posibilidad de vomitar como al acto y el vómito en sí, incluyendo las náuseas. El problema se cronifica por las conductas de evitación o escape activas, buscando de forma intencional no volver a vomitar, generándose un círculo vicioso que aumenta la ansiedad. No obstante, la emetofobia, como cualquier otro problema de ansiedad, tiene solución. En Amadag, como siempre, podemos ayudarte.

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