Todas las personas que he conocido con un trastorno de ansiedad, todas sin excepción, se han encontrado en un momento (o muchos) de su vida observando obsesivamente su propio cuerpo. “¿Late bien mi corazón? ¿Me siento mareada? ¿Es normal sentir como siento? ¿Tengo un cáncer? ¿Me está fallando la vista? ¿Tengo un problema en los pulmones?” ¿Te has descubierto a ti mismo con pensamientos similares? ¿Puede que el coronavirus esté encendiendo nuestra hipocondría?
¿Y por qué? Te preguntarás si tú no perteneces a ese porcentaje de personas que han padecido patologías ansiosas. Los encuentros con la ansiedad (en grados elevados) se caracterizan por la presencia de una intensa sintomatología física, que resulta impactante experimentar. El corazón late muy deprisa, sudoración, vista borrosa, temblores, sensación de ahogo… son algunos de los síntomas experimentados en los llamados ataques de pánico. Las primeras teorías que las personas crean de lo ocurrido, tienen que ver con el fallo en su organismo y con la creencia de haber experimentado algo muy cercano a la muerte. Por lo tanto, el contacto con el cuerpo, empieza a establecerse desde el miedo y la desconfianza. Lo que hace que una simple taquicardia, pueda ser leída como el inicio de una verdadera catástrofe a nivel corporal. Las personas desarrollan un estado de hiperalerta, es decir, amplían su atención ante el mínimo estímulo proveniente de su propio cuerpo dando lugar a interpretaciones catastróficas de lo que sucede.
El coronavirus enciende nuestra hipocondría
-“No puedo parar de chequear como me siento“. Me decía el otro día una amiga.
– “Pues así se sienten mis pacientes todos los días, aunque no haya coronavirus” le respondí.
Aunque parece que no es un caso tan aislado. Leía también en Twitter, a una mujer pidiendo más programas de entretenimiento en la televisión. Su madre, una mujer de 80 años, no paraba de ver en todos los canales programación dedicada al coronavirus y había acabado pidiendo una ambulancia, producto de una opresión en el pecho. Diagnóstico: ansiedad.
Me contaba también una amiga médica, que muchos compañeros (incluida ella) van en búsqueda de la prueba ¿Por qué? Porque sienten falta de aire. ¿Coronavirus? Negativo. Diagnóstico: ansiedad.
Muchos se toman la temperatura compulsivamente. La maravillosa función de la fiebre, tiene que ver con que la sentimos y así nos damos cuenta, a través de ella, que algo no marcha bien en nuestro organismo. Pues de repente hemos inutilizado al poder de la fiebre, creyendo que no somos capaces de sentirla por nosotros mismos y necesitamos ponernos el termómetro debajo de la axila para comprobarlo. Cosa que, en muchas ocasiones, parece carecer de lógica, porque simplemente, no nos encontramos mal.
Parece que, en tiempos de coronavirus, todos observamos más nuestro organismo, en búsqueda, pero no deseo, de algún síntoma que se asemeje a aquellos que no nos paran de repetir.
Podríamos decir, en sentido coloquial, que todos, estamos un poco más hipocondriacos. Pero no nos volvamos hipocondriacos mentales (así llamamos mi paciente yo, esos momentos donde uno cree que tiene todo tipo de trastornos y enfermedades mentales). Pues un poco hipocondríacos, en estos tiempos que corren tampoco está tan mal y tampoco es tan extraño.
Etiquetar a la población, o a parte de ella, con hipocondría en sentido literal y no ya coloquial, quizá no sea tan honesto en estos tiempos. Teniendo en cuenta que un criterio fundamental para realizar este diagnóstico es que la preocupación excesiva esté presente al menos 6 meses.
¿Es posible acabar teniendo un trastorno de hipocondría después de esto?
Pues posible, es todo. Que exista posibilidad, siempre es posible, pero que la probabilidad aumente, es algo que honestamente desconocemos. Es posible que se instauren conductas de higiene y autocuidado que antes no existían, y eso siempre será beneficioso. Pero para que se produzca un trastorno de hipocondría es necesario que se den una serie de factores conjuntos. Las personas que desarrollan trastornos de ansiedad, han sumado una serie de factores que han propiciado la aparición del trastorno. Las experiencias aisladas, no tienen por qué desembocar en una patología.
Por otra parte, la experiencia con nuestros pacientes, no nos reportan un especial agravamiento en su trastorno hipocondríaco en este momento. Ciertamente y hablando solo de nuestra experiencia, nunca como conclusión general, nuestros pacientes tienen su propia historia con su enfermedad (miedo al cáncer, miedo al infarto…) y aunque estos momentos supongan una elevación en su ansiedad (cómo en prácticamente toda la población), no observamos, de momento, una expansión de la patología, siguiendo su miedo la misma línea que anteriormente y temiendo por lo tanto aquellas enfermedades que ya temían antes.
Decía el doctor Pablo Iglesias, en la conferencia Online que realizamos la semana pasada, que tener pánico en estos días sigue siendo una reacción poco adaptativa. No tener miedo, por el contrario, sería casi insensato.
Permitámonos sentir.
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