Si yo te digo frases como “Pórtate bien”, “tienes que ser educada”, “¿qué se dice?” “muy bien, eres una niña muy obediente”, “tienes que ser más tranquila”, “no se molesta”, “si te dicen que cojas del bol de patatas tu di que no tienes hambre”, “si coges algo que te ofrecen, coge solo una vez, más no”, “no te muevas tanto”, “mantén la compostura”, “no molestes a los demás”… “Qué niña más buena no da un ruido” “Qué
niña tan estudiosa y responsable, nunca da problemas”, “siempre te estas portando bien, así da gusto”, “siéntate bien”, “no se grita”, “nos tiene muy contentos porque no da un ruido, no como su hermano”… ¿Qué te viene a la cabeza con estas frases? ¿Te suenan de algo?

Con estas frases que a priori parecen inofensivas, muchas de nosotras aprendimos a no molestar, a ser sonrientes, amables, a no quejarnos, a estar atentas, a cuidar de los demás, a portarnos bien, a ser ordenadas, responsables, a no llevar la contraria, no dar problemas, tener paciencia y estar calladas. Por tanto, también aprendimos a no protestar, a no quejarnos, a no expresar lo que sentíamos o lo que pensábamos, a no dar nuestra opinión, a contener emociones, a ser hipercomplacientes con los demás, a no tenernos en cuenta, a darle más importancia a lo que pensaran los demás de nosotras, a no priorizarnos, a no respetarnos… en definitiva a estar por y para los demás intentando ajustarnos a sus expectativas.

Con esto queda más que claro que el síndrome de la niña buena se origina en nuestra infancia un reflejo de la desigualdad en educación que hemos recibido tradicionalmente las mujeres.

Características del síndrome de la niña buena

Una de las principales característica del síndrome de la niña buena es la tendencia a infravalorar sus propias emociones, lo que siente, lo que quiere, desea o necesita para lograr estar bien con los demás. Necesidad de estar en armonía con el resto para ser aceptada y tenida en cuenta. Ser buena implica silenciar lo que se necesita para lograr el consenso y la aprobación ajena. Por ello no valoran sus capacidades, logros y valías. Sitúan la mirada más en el exterior para complacer que en el interior para desarrollar su potencial y cultivar su felicidad. Es más importante cuidar del otro que atenderse a una misma.

La complacencia con los demás es otra de las características, este estilo de respuesta va dirigido a la evitación de conflictos y confrontaciones que puedan hace peligrar la aceptación de los demás. Esto se hace tangible desde el rol de cuidadora siendo amables, cercanas, empáticas y dispuestas (siempre disponibles para el otro) a lo que sea necesario con tal de no entrar en un posible conflicto, aunque suponga una gran ansiedad llevarlo a cabo.

Alta autoexigencia y autocritica consigo misma en diferentes áreas sobre todo a nivel social o relacional, buscando la perfección para lograr la aceptación de aquellos quienes las rodean.

Su valía va en función de los demás, depende de las relaciones interpersonales. Si alguien se muestra distante aparecerá la autocrítica a cuestionar “que han hecho mal para que esta persona se sienta de una determinada manera” y buscara los medios necesarios para ponerle solución.

Miedo a decepcionar a los demás, puesto que su propia valía depende de la validación y la aprobación externa tienen un miedo atroz a decepcionar a personas de su entorno, creen que, si decepcionan, las personas dejarán de quererlas o de contar con ellas.

Dificultad para expresar tus opiniones y deseos por miedo a ser juzgada o rechazada por sus relaciones más cercanas.

Dificultad para decir que no y poner límites, para oponerse, discrepar o realizar una crítica, de nuevo por miedo a que si se expresa de esta manera el resto la rechazará por ello.

Autoestima condicionada, está muy vinculada a la aprobación externa y a la conformidad con expectativas sociales, en lugar de basarse en una valoración interna y auténtica de sí mismas. Lo que deriva en una dependencia excesiva de la validación externa y una sensación de inadecuación cuando no se cumplen las expectativas externas.

Valorar más las necesidades de otro que sus propias necesidades, esto hace que estén totalmente desconectadas de ellas mismas, han desarrollado una creencia de que pensar en ellas mismas es un acto egoísta, esta mal y por este motivo anteponen las necesidades de los demás a lo que ellas mismas puedan necesitar. Muchas veces ni siquiera saben cuáles son sus verdaderos deseos ya que nunca han atendido esta parte, por lo tanto, suelen dejarse llevar por lo que quieren los demás.

Dificultad a la hora de mostrar ciertas emociones como ira o enfado. Han aprendido que las niñas buenas no deben enfadarse, no se lo permiten porque creen que son emociones negativas y muy mal vistas. Han aprendido que siempre tienen que estar bien, independientemente de cómo se sientan por dentro. Por lo tanto, al no permitirse expresar ciertas emociones, la gestión de las mismas se hace prácticamente
imposible y hay mucho sufrimiento encubierto.

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