Llega el fin de las vacaciones de verano y, con ello de la mano, el fenómeno comúnmente conocido como la depresión postvacacional, ese síndrome que muchas personas hemos experimentado alguna vez. Sentimos una invasión de decaimiento sólo con la idea de tener que volver a la rutina tras las vacaciones; y es que después de pasar unos días descansando mente y cuerpo, sin tener reparos en lo que comemos o ingerimos, sin mirar el reloj o simplemente disfrutando de poder cambiar los hábitos que el resto del año marcan nuestros ritmos… “volver a la realidad” se nos hace difícil. Así que, si eso es lo que estás sintiendo, presta atención a algunas cosas con las que te puedes ayudar a hacerte más amable estos momentos de tránsito.

El cambio de rutina

No todos somos iguales y por tanto no todos experimentamos depresión postvacacional, pero sí que las vacaciones siempre suponen un cambio en nuestras rutinas.

Hay personas a las que en su día a día tener un horario y actividad delimitados, así como hábitos muy organizados, les resulta un funcionamiento cómodo en el que se sienten seguras. En su caso, ver que se aproximan las vacaciones y el consecuente cambio de ritmos estivales puede suponer un factor estresante e incluso experimentar ansiedad por no saber qué hacer muy bien con ese tiempo “vacío” o poco productivo. Hablamos de los coloquialmente conocidos como “adictos al trabajo”, o personas más rígidas consigo mismas en las que sentir la seguridad de la certidumbre en su día a día es algo valioso. Por lo que volver a la rutina postvacacional no se suele vivir tan problemático, ya que los días vividos con cierto “descontrol” están llegando a su fin y todo volverá a la “normalidad”.

Pero hay personas a las que el síndrome de depresión postvacacional les suena, y mucho. Llevan planeando meses qué días cogerse, qué planes hacer y con quién, según se acerca el verano (aunque uno esté cansado de la acumulación de meses de trabajo) tiene puesto el ojo con ilusión en esos días tan esperados… Y al fin llegan. Las vacaciones (viajemos o no) siempre son días de interrupción de la vida cotidiana, rompemos con rutinas, aflojamos costumbres y solemos descansar más. Pero en un abrir y cerrar de ojos nos parece que se acaban, y en su lugar surge ese hastío e inhibición que experimentamos con la vuelta al trabajo y todo lo que conlleva (ritmos más rápidos, en los que hay una mayor necesidad de organización y optimización del tiempo, presiones laborales, etc.). Esa resistencia a volver a la rutina productiva, que aún se presenta más intensamente si estamos descontentos con nuestro trabajo, es una experiencia tremendamente humana con el que muchas personas nos sentimos descolocadas; y esto es así porque el escenario en el que nos movemos en períodos vacacionales es totalmente distinto.

Una cosa a tener en cuenta (tanto para un tipo de personas como para otro) es que, a pesar de que al acabar el verano nos parezca una “vuelta a la realidad”, nuestra realidad se compone de ambos escenarios (aunque uno sea más habitual que el otro). Integrando la idea de que nuestra vida se compone de temporadas productivas con ritmos más frenéticos y rutinarios, y también de temporadas con estilos de vida más laxos, disfrutones y relajados, nos ayudará a aceptar los cambios que se van a producir cíclicamente cada año.

Cuando no quiero volver al trabajo

Algo que nos puede facilitar la vuelta a una rutina menos flexible después de las vacaciones es tener presente que, a pesar de que genere malestar, suele ser un problema transitorio: al igual que nuestro cuerpo va a tender a cicatrizar una herida, nuestro sistema mente-cuerpo generalmente terminará acompañándonos a la adaptación y reincorporación laboral en un proceso que durará en torno a los 15 días. Ten en cuenta que previamente para pasar de la alta tensión laboral y el esfuerzo continuado, tu sistema se ajustó a hábitos como levantarse más tarde o tirarse horas tumbado en la playa o en la piscina; algo que exige adaptación conductual y mental; así que, ante un cambio de ritmo a mayor exigencia, también lo hará tarde o temprano. Como especie contamos con esa función adaptativa; no todo va a ser defensa.

Pero si no quieres dejarlo todo en manos de tu sistema autorregulador, y prefieres ayudarle a hacerle más amable este cambio, ten en cuenta que pasar de 0 a 100 no es tan natural como creemos, tan sólo es producto de nuestras expectativas. Al igual que cuando damos pedaladas montados en una bicicleta y al parar de darlas la bicicleta sigue rodando con una inercia, nuestro organismo tenderá a tener su inercia en los ritmos que le impongamos. Así que asumamos que la frustración de que las cosas no salgan tan rápido como habíamos pensado, es una cuestión natural si tenemos expectativas muy altas a la hora de incorporarnos.

Dicho esto, estas claves que te pueden ayudar a hacer las cosas de forma más realista y progresiva:

• Si has salido de viaje, procura volver algún día antes de que inmediatamente tengas que incorporarte al trabajo, y así poder ir ajustando horarios de sueño y de comidas a la rutina que está por empezar. El descanso y retomar una alimentación saludable serán dos factores importantes para dirigir a nuestro organismo hacia la adaptación.

• De igual manera, el nivel de productividad que alcanzarás el primer día de trabajo no va a ser ni parecido a lo que en otros períodos del año puedes abarcar. Así que ten en cuenta que aunque el nivel de productividad irá in crescendo, debemos darle tregua a nuestro organismo para que lo haga. Si puedes, procura empezar con tareas más sencillas, cortas o, si son complejas, simplemente plantéate abarcar menor cantidad de trabajo a la vez; huye del atasco monumental de proyectos o trabajos adicionales y se lo más flexible que sepas con tu agenda.

Busca y guarda momentos en esos días (y a ser posible instáuralos como hábito en lo que reste de tu ritmo productivo) para quedar con otras personas, amigos o familiares, con los que compartir momentos de socialización, comunicación, vivir momentos de humor… con los que equilibrar el mapa de emociones que esos días estamos experimentando y a ratitos sacar la presión que implica la vuelta a la rutina.

• Si pasado unos días sigues viviendo un sinsentido en tus días, párate a pensar qué proyecto te gustaría compaginar con tu área labora en este período invernal. Puede ser hacer algún deporte, apuntarte a algún curso que te llame la atención, o actualizar tu curriculum para más adelante intentar acceder a otro trabajo. Proponte proyectos que te motiven y que creas que puedes mantener a medio plazo.

Porque lo importante para cualquier tipo de adaptación será incorporarnos despacio, poco a poco, pero sin apalancarnos.
¡A por la vuelta!

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