Estás exagerando, no es para tanto”, “¿cómo te vas a poner así por esta tontería?”, “no llores más, tienes que ser fuerte”, “no estés triste, hay que estar alegre”, “lloras menos meas”, “que fea te pones cuando lloras”, “hay que estar bien”… son algunas de las frases que muy probablemente hayamos escuchado en más de una ocasión cuando éramos pequeños y que vamos a querer dejar de decir una vez que comprendamos la importancia de la validación emocional. Quizás esas frases ahora también van en primera persona como: “no debería sentirme así”, “no sé porque me siento así si esto es una tontería”, “pensé que no era para tango, no entiendo porque me siento así”, “tengo que estar bien”, “no puedo estar mal”. Aprender a validar nuestras emociones y las emociones de los demás es una de las grandes herramientas que nos permiten cuidar y fortalecer nuestras relación con nosotros mismos y con los demás.

 ¿Qué es la autovalidación emocional?

Se trata del proceso psicológico basado en la aceptación de las emociones y los sentimientos, sin someterlas a juicios de valor. Potenciar la validación emocional pasa por asumir que los fenómenos emocionales son en gran parte algo que no podemos controlar, y por ello, algo por lo que no deberíamos sentirnos culpables si consideramos que son inadecuadas a juzgar por las convenciones sociales.

Es el proceso en el que aceptamos lo que estamos sintiendo ante las situaciones que vivimos, escuchando nuestro cuerpo y nuestra mente (pensamientos) para generar aprendizaje en cuanto a gestionarlas y volver al bienestar. La validación de nuestras emociones nos ayuda a tomar consciencia y tener un mayor autoconocimiento. Aceptar la validez de nuestras propias emociones nos ayuda a gestionarlas más adaptativamente. Así, reafirmamos que lo que sentimos es importante, sea lo que sea que estemos sintiendo, sea una emoción agradable o una emoción desagradable. 

La aceptación es el punto donde ante una situación que nos ocurre, decidimos dejar que la emoción fluya sin resistirnos, permitiéndonos sentir tal y como nos estamos sintiendo. Cierto es que las emociones desagradables no queremos sentirlas, pero tienen su valor y utilidad como las agradables, ya que la realidad no se puede cambiar. Sin embargo, si entendemos por qué aparecen y aprendemos a manejarlas con una buena regulación, poco a poco conseguiremos más recursos para afrontar los factores adversos que ocurran en nuestra vida.

Todas las emociones son válidas y útiles, por esta razón el rechazarlas solo provocaría que llegue un momento en el que nos desbordemos por la acumulación de estas y no haberlas gestionado de una forma adaptativa.

Si tomamos consciencia de su utilidad podemos comenzar a entender lo importante que es la validación emocional en nuestra vida. Aceptar la tristeza o la rabia parece difícil, sin embargo, evitándolas, ignorándolas, conteniéndolas o minimizándolas solo se generará más dolor y dificultades para desarrollar nuestra día a día. Así que, soltando el control y entrenándonos poco a poco en esto de permitirnos sentir, tendremos el aprendizaje necesario para poder regularnos de una manera más sana y funcional, estando en paz con nosotros.

 ¿Qué nos ayuda a validar?

Si has leído con atención habrás visto que hay una palabra que repito mucho, la aceptación.

La aceptación es un mecanismo de regulación sano, ser conscientes de nuestro estado emocional eliminando todo juicio y análisis, centrándonos en el momento presente y asumiéndolo por completo tal y
como es.

¿Qué significa aceptar? Muchas veces creemos que aceptamos una situación, pero nos decimos cosas como “no lo soporto”, “no quiero sentir ésto”, “no puedo con esto”, “debería sentir esto otro…”. Sentimos emociones que como bien he dicho antes no queremos sentir y deseamos que cambien simplemente porque sí. Es más, a veces sentimos que una emoción genera otras. Es decir, nos enfadamos por sentirnos tristes: “No tengo porque estar así”; nos avergonzamos de sentir miedo o ansiedad: “soy un cobarde”; nos asusta sentir rabia: “Voy a explotar y perder los papeles”, y muchas otras posibles combinaciones. Ninguna de ellas ayuda y van en contra de este principio de aceptación.

Las emociones hay que aceptarlas tal y como son, sin intentar cambiarlas, igual que cuando un niño se siente mal porque se ha caído y necesita que alguien vea cómo se siente y le diga “Duele mucho, ¿verdad?, ven que te lo curo”. La cura no es sofisticada, basta una tirita de dinosaurios o un ritual tipo “sana, sana” para que el dolor se alivie, pero muchas familias se saltan ese paso fundamental y van directamente al “no es nada”, con lo que están enseñando al niño a barrer debajo de la alfombra. La aceptación plena es una limpieza a fondo de todo nuestro sistema emocional, que requiere ponerlo todo a la vista. Veremos las emociones en estado puro, sin residuos, sin contaminación, tal y como son.

Aceptar plenamente algo supone vivir con ello sin querer cambiarlo, sin juzgarlo. Supone permitir, conocer y abrirse a experimentar sin restricciones ni luchas. La aceptación implica el reconocimiento de lo que es real en el momento presente, sin juzgarlo como “bueno” o “malo”. Esto significa que no estamos necesariamente de acuerdo con lo que está sucediendo, pensando o sintiendo, pero estamos dispuestos a mirarlo de frente, sin rechazarlo o negarlo.

Sintamos o que sintamos, estas emociones surgen no son opcionales. Pretender eliminarlas es como creernos capaces me modificar el clima. Podemos decidir salir a la calle cuando llueve y asumir que no nos mojaremos, o quedarnos en casa para que la lluvia no nos toque, ponernos un chubasquero o llevar paraguas, ir en coche o andando. También podemos maldecir la lluvia, pero eso no suele hacer que se vuelva hacia arriba. Mucha gente que vive en lugares en los que suele llover se enfada cada vez que ve el cielo gris. Los que son más felices son los que ni se lo plantean. Algo sobre que no podemos cambiar
directamente es algo en lo que no vale la pena desperdiciar pensamientos.

Otro recurso que nos ayudará a validar lo que sentimos es la autocompasión.

La autocompasión significa ser amable y comprensivo con nosotros mismos, esto es, como de la palabra se traduce, ser compasivos con nosotros mismos. Podemos definirla como el deseo de aliviar nuestro propio sufrimiento, en contraposición con machacarse y castigarse a uno mismo. Pero cuidado con confundir la autocompasión con autocompadecerse, porque, aunque suenen y se escriban parecidos, son polos totalmente opuestos. Autocompadecerse hace referencia a la lástima, a dar pena y al victimismo, nada que ver.

Ser amable con uno mismo consiste en que en el momento en sintamos malestar/cualquier emoción o emociones desagradables, busquemos cuidarnos, recogernos desde un dialogo amable, cercano y empático en lugar de sumirnos en la autocrítica y el castigo por sentir algo que supuestamente es inadecuado o intolerable. Este recurso nos va a facilitar poder consolarnos activamente, igual que haríamos con ese niño que se ha caído y se ha hecho daño en la rodilla.

¿Qué es la validación emocional hacia los demás? 

Consiste en comunicar a otra persona que está siendo escuchada y vista. Es aceptar la experiencia emocional que alguien está sintiendo en ese momento y comunicárselo claramente, a través de nuestras palabras o acciones. Es transmitir que sus respuestas son válidas y su punto de vista, comprensible, aunque incluso no lo lleguemos a entender, es normal, no estamos en su cabeza.

Se trata de hacerle saber que lo que está sintiendo y manifestando es aceptado, independientemente de si estamos de acuerdo o no con ello. En definitiva, validar es expresarle a otra persona que sus emociones tienen sentido, que son relevantes, significativas o coherentes desde la perspectiva lógica.

¿Qué nos puede ayudar validar las emociones de los demás?

    • Escucha lo que siente: presta atención a los sentimientos y emociones que comparte y muestra interés en lo que te dice. 

    • Valida sus sentimientos: Acepta los sentimientos de la persona como si a ti te hubiera pasado, trata de ser respetuoso y no juzgarlos.

    • Empatiza: trata de empatizar con la persona que te comparte su sentir, hazle saber que estás ubicándote en su lugar, se amable y cercano.

    • Brinda apoyo emocional: Hazle saber que estarás ahí si algo pasa, que puede contar contigo si necesita ayuda. 

La invalidación emocional hacia uno mismo o hacia los demás significa minimizar, juzgar o quitarles trascendencia a las emociones. Sorprendentemente, las respuestas invalidantes pueden ser muy cálidas e incluso bien intencionadas, a pesar de provocar consecuencias disfuncionales. Es habitual invalidar las emociones de alguien que queremos sin siquiera notarlo. Al contrario, lo que estamos buscando es brindarle contención y apoyo.

 

 

 

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