¿Por qué usar metáforas en terapia? A veces nos sobran los tecnicismos. Necesitamos poder explicar al paciente con un lenguaje cotidiano, cercano y entendible que es lo que le ocurre. Una de las dificultades que tanto pacientes como profesionales nos encontramos en consulta, es la ausencia de palabras para describir la ansiedad. Nos faltan palabras para describir, por ejemplo, lo que se siente cuando uno entra en pánico, nos faltan palabras para poder describir nuestros propios pensamientos en momentos de crisis.

En mi propio proceso con la ansiedad, descubrí una manera de trasladar lo que sentía a los que me rodeaban más útil que cualquier descripción precisa a cerca de mi sintomatología: la metáfora.

A través de la metáforas en terapia, voy de la comparativa de lo que sentía con historias cotidianas que ayudaran a comprender mejor la historia, descubrí un camino para acercar a los otros a mi propia vivencia. Actualmente, desde mi posición de terapeuta, sigo utilizándolas con asiduidad. He descubierto a través de ellas una manera de conectar con el paciente quizá, más profunda y cercana. La metáfora nos ayuda a conceptualizar la historia que estamos viviendo, saliendo de nuestros propios esquemas para poder ver lo que nos pasa de una manera más clara y distanciada de nuestros propios razonamientos.

Metáforas en terapia: Cuerpo a flote

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A través de esta metáfora, pretendo transmitir a mis pacientes la importancia de no establecer una lucha y negativa con nuestra ansiedad ¿por qué? Porque esto, simplemente, no funciona, sino todo lo contrario, nos propicia estados de más ansiedad. Lejos de conseguir lo que pretendemos, cuánto más nos decimos “no” más fuerte aparece.

Imagina que no sabes aún nadar, estás aprendiendo, y como cualquier aprendizaje requiere práctica. Un día estás cerca de unas rocas contiguas al mar y tropiezas al agua. Estás asustado, claro, no sabes defenderte en este medio y aunque el mar no está bravo, te asusta, es una situación que no gestionas bien. Entonces aparece un miedo incesante que te alerta de que puedes morir ahogado en cualquier momento, y tú, que tienes tu instinto de supervivencia afinado a la perfección, empiezas a chapotear, mueves tus brazos y tus pies insistentemente, pretendes agarrarte a algo aunque no sepas ni a qué. Lamentablemente no obtienes los resultados esperados, todos tus esfuerzos no sirven, has empleado tu fuerza y toda tu energía en vano. Cuando uno se está hundiendo en el mar, agitar el cuerpo con todas sus fuerzas no tiene por qué resultar un sinónimo de salvación. Pero… ¿Qué pasa si abandonamos nuestro instinto primario de lucha y nos dejamos guiar por el mar? Y fluimos con él… Pues pasará algo que seguramente hayas experimentado muchas veces… flotarás. Cuando uno deja de realizar movimientos espasmódicos, aparece el mar, que nos salva por el mismo, nos hace flotar, nos saca a la superficie. Esto, resulta complicado, pues instintivamente tenderemos a luchar por salir a flote, empleando todo lo que podamos nuestro cuerpo para conseguir el objetivo. Flotar, aunque parezca mentira, no es algo tan sencillo, requiere confianza, requiere soltar, requiere saber esperar, requiere que abandone mi propio instinto para dejar que otras partes me salven.

Otra de las metáforas en terapia es la de “cuerpo a flote” nos muestra como cuando abandonamos la lucha primaria del control, paradójicamente muchas de las cosas que tememos dejan de pasar. Cuando atravesamos momentos de ansiedad elevada nos negamos insistentemente a experimentar determinadas emociones, y esto es normal pues nos resultan desagradables, las tememos, pero también hemos de ser conscientes del autosabotaje continuo al que nos sometemos. De manera involuntaria el rechazo hacia a la ansiedad provoca su efecto antagónico. Cuando por el contrario me permito sentir lo que estoy sintiendo, abandono la lucha para pasar a la aceptación, la ansiedad se esfuma, es decir, “el mar nos pone a salvo por él mismo”.

Metáforas en terapia: el autobús

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Imagínate que eres el conductor de un autobús con muchos pasajeros. Los pasajeros son pensamientos, sentimientos, recuerdos… Es un autobús con una sola puerta de entrada, y solo de entrada. Algunos de los pasajeros son muy desagradables y con una apariencia peligrosa. Mientras conduces el autobús algunos de estos pasajeros comienzan a amenazarte, diciéndote lo que tienes que hacer, donde tienes que ir, a veces te dicen: ¨”gira a la derecha” “vete más rápido”… Incluso a veces te insultan y te desaniman. Tú, como es de esperar, te sientes muy mal y haces todo lo que te piden para que se callen, para que se vayan al fondo del autobús y te dejen conducir tranquilo. Algunos días te cansas de sus amenazas y quieres echarlos del autobús, pero no puedes, discutes y te enfrentas a ellos. Lo primero que has hecho, ha sido dejar de conducir y ahora no estas yendo a ninguna parte, además los pasajeros son muy fuertes, resisten y no puedes bajarlos del autobús, así que resignado vuelves a tu asiento y conduces por donde ellos te mandan para así aplacarlos. De esta forma, para que no te molesten y no sentirte mal empiezas a hacer todo lo que te dicen y a dirigir el autobús por donde ellos quieren para así no tener que discutir con ellos. Muy pronto, los pasajeros ya no necesitarán ni siquiera hablar, girarás a la izquierda antes de que ellos te lo digan para así evitarlos. Así sin tardar mucho empezaras a justificar sus decisiones, de modo que casi crees que ellos ya no están en el autobús y te convences de que estas llevando el autobús por la única dirección posible. El poder de estos pasajeros se basa en amenazas del tipo: “Mira si no haces lo que queremos, apareceremos y haremos que te sientas mal”. Pero, si lo piensas bien, eso es todo lo que pueden hacer. Es verdad que cuando aparecen estos pasajeros, parece que te pueden hacer mucho daño y haces lo que te digan para que dejen tranquilo, aceptas el trato, pero solo son eso, amenazas. Tienes que entender que intentando mantener el control de los pasajeros, en realidad has perdido la dirección del autobús, ellos no giran el volante, ni manejan el acelerador ni el freno, ni deciden donde parar, porque el conductor eres tú. Así que asume que siempre habrá un ruido de fondo, pero nosotros podemos decidir hacia dónde mirar, que escuchar y si ese ruido será un personaje principal o tan solo lo aceptaremos como algo más.

La metáfora del autobús permite entender a los pacientes como opera nuestra mente, y como podemos trabajar con esos pensamientos tan molestos que nos invaden todos los días y que no sentimos que podamos echar de nuestra vida. ¿Cómo relacionarnos ante ello? Esta metáfora permite tomar perspectiva de cómo nuestros pensamientos negativos pueden llegar a inundarlo todo y ponerse al frente de nuestro camino, planes e incluso haciendo que nos detengamos. Quizá tengamos que recordarnos, que el volante sigue siendo nuestro.

Metáforas del polígrafo

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A closeup of lie detector machine needles drawing blue lines on graph paper depicting an interrogation – 3D render

Imagina que estás enchufado a un moderno polígrafo que es capaz de detectar todo de ti. Para que consigas pasar la prueba necesitas no activar el botón de alarma, que se activará en el momento que exista cualquier manifestación corporal (no puedes sudar, no pueden subirte las pulsaciones…) y más aún, este polígrafo es capaz de detectar tus pensamientos negativos. Tienes que conseguir mantenerte en un estado neutro, sin emociones llamativas, un estado plano. ¿Preparado? El polígrafo se activa, y tú que estabas escuchando la explicación acerca de cómo funcionaba el polígrafo sin que nada interesante pasara por cuerpo, empiezas no intencionadamente a pensar a cerca de aquellas cosas en las que no puedes pensar. “Venga, concéntrate en no pensar en nada malo”. Chequeas tu cuerpo para asegurarte de que no hay ninguna manifestación nueva. Mientras vigilas tu cuerpo para que no te juego una mala pasada ¡Sorpresa! Una pequeña taquicardia, a la que va a acompañada un pensamiento “No, no debería de haber tenido esta taquicardia, la máquina va a saltar y voy a perder la prueba” ¡Sorpresa! “He tenido un pensamiento negativo” ¡Sorpresa! “Me pongo nervioso y mi corazón empieza a latir más deprisa”. La máquina no para de pitar, hemos perdido la prueba. Pero… Si mi cuerpo y mi mente parecían estar serenos ¿Porque se han activado al ponerme el polígrafo? ¿Es mi mente mi enemiga?

Cuando experimentamos ansiedad establecemos una hipervigilancia con nuestro propio cuerpo, sesgando nuestra atención a aquello que podría ser un inicio de una crisis de ansiedad. La metáfora del polígrafo, nos permite darnos cuenta de que es justamente la orden “no puede pasar” la que provoca paradójicamente que nuestro cuerpo y nuestra mente se activen. Es una cuestión de atención y provocación. Nuestra mente no entiende de negativas, basta con que algo no quiera pensarlo para que lo piense, la mente no entiende de noes.

Las metáforas resultan un excelente recurso en terapia, existen tantas como imaginación tenga la persona que decide realizarlas para ayudar al otro a enfocar su problemática. Sean como sean, tienen un gran poder, nos ayudan a reflexionar y a contextualizar de otro modo lo que estamos viviendo.

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