Se acercan las fechas navideñas y ya se nos empiezan a mover emociones asociadas a los acontecimientos por lo que atravesamos al finalizar el año. Quizás sea por eso, o quizás no, pero me descubro escuchando las preciosas bandas sonoras con tintes nevados que Danny Elfman compuso para varias de las películas de Tim Burton; películas que nos hablan de lo extraño (como para muchos pueden resultar estas fechas), y los sentimientos por los que navegamos para sobrellevarlo. Y como aquí ya sabéis que hablamos habitualmente del miedo y otros procesos internos, apoyándonos en la temática navideña vamos a aprovechar para hacer un recorrido por un viaje especial, el de un personaje cinematográfico con el que, a lo mejor, tenemos más cosas en común de lo que aparentemente podemos llegar a imaginar: Jack Skellington.
Para quien desconozca, Jack es el protagonista de la poco convencional y maravillosa película de animación stop-motion Pesadilla antes de Navidad, que en 1993 salió a la luz dirigida por Henry Selick, a pesar de que muchos la atribuyan a Tim Burton, quien sí que está claramente presente en la confección de la historia y la producción. Aquí, lo que puede parecer un cuento gótico navideño de tétricas marionetas, en realidad es la historia de un viaje transformador cargado de profundidad psicológica.
La necesidad de un cambio
La trama empieza a desarrollarse en la ciudad de Halloween, habitada por todo tipo de seres extraños y terroríficos, en donde Jack es reconocido por todos como el maestro del miedo. Sin faltar a su cita, todos los años Jack ha sido el organizador de la fiesta de Halloween, la celebración más divertida, llena de sustos y excitante del año, pero en esta edición parece que algo no va como se esperaba… el gran anfitrión ha perdido la motivación, lleva muchos años haciendo lo mismo y ya no le llena. Ya no se contenta con lo de siempre, para él ha perdido su encanto, y siente un gran vacío en su interior ¿pero entonces? Si ya no le encuentra sentido a organizar Halloween, ¿qué es lo que hará en su lugar? ¿Dejará de ser el rey del miedo?
Muchos de nosotros, y más si conocemos sensaciones habituales de ansiedad, quizás hayamos experimentado en alguna ocasión algo parecido a Jack. Convencidos de que es lo mejor, organizaremos nuestra vida en torno a un ambiente que nos es conocido, en el que reine la tranquilidad y la seguridad de saber lo que está por venir, pero como a Jack, con el tiempo, puede que nos descubramos desmotivados, hastiados o atrapados por lo de siempre. Porque será más seguro sí, pero también repetitivo; una vida en ocasiones poco estimulante, en donde parece que se vuelve obligatorio seguir unos hábitos determinados (no vaya a ser que se nos escape “la tranquilidad”), y nos coartamos de desear hacer otras cosas que no vayan tanto de la mano de lo habitual.
Si has sentido esto alguna vez y te has propuesto ampliar tus propias fronteras, también te habrás dado cuenta que desear algo más siempre ofrece cosas nuevas, pero lo nuevo a menudo amenaza con trastornar tu propio mundo. Como los interrogantes que le asaltan a nuestro protagonista, puede que al desear salir de tus hábitos rutinarios y lanzarte a acumular otras vivencias, a la vez parezca florecer una sensación de inseguridad o extrañeza en relación con tu propia vida, con tu identidad; por la simple idea de hacer cosas que nunca has hecho, con recelo a que los demás perciban que no “eres el o la de antes”, o simplemente por la incertidumbre de cómo me sentiré o qué llegaré a hacer… ¿Pasaré al otro extremo? ¿dejaré de ser yo? ¿dejarán de aceptarme mis seres queridos?… La vida “tranquila” nos llena de vacío, y cuando queremos salir de ella, temblamos con sólo pensarlo.
La batalla entre la búsqueda de lo lógico y lo que sientes
Jack, en un viaje del héroe en el que desde el mundo ordinario es llamado a la aventura, emprende una búsqueda en solitario para encontrar su nuevo camino. Como el arquetipo del ermitaño (tan representado en figuras literarias), que se aísla del mundo con el objeto de evitar tentaciones para alcanzar la sabiduría o el orden escondido detrás del caos de su vida, Jack comienza a vagar con determinación por un bosque en el que encuentra un círculo de árboles que contienen puertas que conducen a otros mundos, como el de la Navidad en donde termina cayendo. Y allí, en el país de la Navidad, queda prendado por su colorido, nieve, luces, ausencia de miedo o sustos… Se siente realmente eufórico al descubrir algo tan distinto a lo que él estaba acostumbrado. Esto amplía su visión de lo que puede haber, de lo que puede hacer… así que coge información y muestras de este nuevo mundo de Navidad, y torna emocionado de vuelta a su ciudad de Halloween.
Una vez allí y antes de poder dar a conocer lo que ha descubierto a sus habitantes, se recluye en su estudio para investigar en qué consiste esta nueva festividad. Obsesionado por encontrar qué sentido tiene la Navidad, pasa horas leyendo cuentos, aprende villancicos, observa y realiza experimentos con juguetes… Pero sus intentos, a pesar de que son apasionados y reúnen la energía para salir de sus anteriores rutinas, son realmente infructuosos. Jack no logra encontrar la lógica de la Navidad o qué es lo que concretamente la hace tan especial, y cuanto más tiempo pasa desde que estuvo en la ciudad de la Navidad, menos entiende el significado de lo que sintió en ese viaje.
¿Se puede analizar la Navidad a través de un microscopio y entenderla? ¿Cómo hacer comprender al resto de sus amigos que lo importante de un regalo está en la sorpresa y el afecto compartidos? Lo cierto es que cuando la ansiedad es tan intensa que haríamos lo que fuese por quitárnosla de encima, a veces reunimos fuerzas para salir de nuestro círculo de seguridad y exponernos a lo que nos da miedo, pero desde lugares equivocados. Como en el método analítico de Jack, que busca y busca una y otra vez respuestas para aliviar su vacío, a veces esperamos que leyendo libros, razonando, dándonos instrucciones como “no debo tener miedo”, en definitiva, cultivando nuestra parte más lógica y mental, llegaremos a comprenderlo todo, y así, tras la iluminación, dejaremos de sentirlo para dejar paso a la tranquilidad. Es como una especie de sensación de que existe una clave atesorada con recelo, que parece que se me escapa de las manos, que se me muestra inalcanzable.
Con la ansiedad (al igual que con la Navidad), podemos describir razonadamente y enumerar componentes que terminan formando parte de ella, pero si queremos explicarle a alguien que no haya experimentado ansiedad qué es lo que nos sucede, lo más definitorio no será eso, sino lo que significa, implica y extraemos de ella en nuestra vida. La Navidad no tendría lugar si no nos hiciese conectar con emociones como la alegría por las fechas lúdicas, la añoranza por los que ya no están, la calidez de sentirse acompañado por los que sí están, la extrañeza que puede acarrear el terminar un año y empezar otro, la culpa por flexibilizar hábitos a base de excesos… Pues igualmente sucede con la ansiedad, que no tiene sentido entenderla únicamente desde una biblioteca o un laboratorio, porque no deja de ser un desencadenante emocional de una serie de conflictos internos que, a veces, no estamos teniendo en cuenta.
La ansiedad, queramos o no, tiene más contenido sensible del que nos planteamos desde las explicaciones lógicas; tiene que ver contigo y lo que de verdad te importa, te asusta y te duele; tiene que ver con observarte y entenderte, no como una persona abstraída de todo contexto (desde los ideales o expectativas que has de cumplir), sino en interacción con lo que recibes y compartes (o dejas de compartir) con el mundo exterior, en definitiva, con la vida que te rodea y de la que formas parte.
Cuando parece que invertir no da sus frutos
Volvemos con nuestro protagonista que, desde ese vacío existencial en el que se plantea quién es y que está destinado a hacer, desesperado por su confusión y en un salto impulsivo consigo mismo, decide reencarnar la figura de “Santa Clavos”. Sin un plan ni un método, Jack se deja llevar por la fuerza que siente en su propósito, una energía irreverente con la que, desafiando cánones establecidos, se pone en marcha decidido a organizar una Navidad, su Navidad, sin tener miedo a nada y creyendo que conseguirá superar a la fiesta que suelen organizar en el otro mundo. Su voluntad (de querer ser el poderoso rey de la navidad) va por un lado, mientras que su consciencia (encarnada en Sally) va siguiéndole el paso. ¿El resultado? Una bizarra mezcla entre Halloween y Navidad en donde los niños reciben con horror regalos que contienen muñecas sin cabeza, víboras, juguetes que les atacan… y en donde, de inmediato, las autoridades en la tierra deciden atacar y derribar al impostor de su trineo.
Su Navidad no resultó como esperaba. Y triste y confundido se pregunta qué es lo que hizo mal, “lo único que yo quería era darles algo sensacional” decía. No podía valorar qué había fallado del plan que llevó a cabo porque estaba únicamente centrado en su ideal de la fiesta, en lo que él esperaba, sin entender que existían ciertas condiciones dentro y fuera de él que debía respetar.
Porque a veces, reunir las fuerzas para exponerme a lo que temo desde un lugar equivocado, sin un plan, un método, guiándome por ideales de quién debería ser o qué debería hacer o sentir en situaciones que vivo con dificultad o incluso desconocidas… puede hacer que no comprenda del todo cuál es mi situación real, dónde encuentro mis limitaciones o dificultades actualmente, o cuál es la mejor manera de abordarlas. Puede que al hacer una práctica nos sintamos tremendamente frustrados por no conseguir lo que esperábamos, o puede que nos invada la impaciencia por conseguir algo que, por otro lado, en la vida hemos llevado a cabo sintiendo tanto miedo. Y como a Jack, se nos hacen añicos los planes de ser “nuestro propio rey de la navidad”.
Intentando extraer conclusiones del duro final que ha tenido su Navidad, Jack se da cuenta de que, a pesar de haber puesto gran cantidad de sus fuerzas e intención, no todo vale: no sólo con pensarlo lo ha comprendido, no sólo con desearlo lo ha obtenido, no sólo con llevarlo a cabo ha sido un éxito. Porque aunque a veces nos sintamos cargados de desesperanza y resignación, creyendo que anhelar algo más para nosotros mismos es perjudicial, no lo es ni mucho menos, pero sí lo puede llegar a ser el emprender nuestra aventura sin entender desde dónde partimos, lo que estará bajo nuestro control y lo que no, o que a veces el viaje no se ajustará a nuestras expectativas idealizadas.
Así que finalmente, con honestidad y humildad, Jack acepta que no todo depende de su voluntad, de que no es omnipotente, y hace una cosa muy interesante: se perdona por haberse negado a sí mismo, a su esencia, y por haberse forzado a suplantar a otro que no es él. Gracias a enfrentarse a lo desconocido transgrediendo las normas, asumiendo con valentía e ímpetu el desafío, y entendiendo que, al fin y al cabo, parte del camino en este viaje lo llevó a cabo con ignorancia, consigue distanciarse de la angustia que le llevó a hacer este enloquecido viaje. Gracias a esta “pesadilla” ha conseguido su propia transformación.
Para el próximo año os deseamos un viaje como el de nuestro entrañable amigo, en el que (no sin dificultades) podáis resituaros más cerca de vosotros/as mismos/as, en el que podáis sentiros a veces ignorantes, y poner atención a qué se os da bien y no tan bien, en el que os reencontréis con lo que deseáis elegir para vuestra vida; y entre nuestros propósitos de estas Navidades estará seguir acompañándoos en él.
Amables fiestas a todos/as
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