Que si, que a nadie nos gusta sentir emociones desagradables, que nuestro primer instinto es querer deshacernos de ellas, huir ¿hacia dónde? No sé, pero de nosotros mismos. Pero que mal sale y cuánta angustia. Siempre cuento la historia del Lorazepam y la tristeza. ¿Cómo puede ser que la gente manifieste sentirse mejor cuando se toma un ansiolítico porque tiene un día de bajón? El ansiolítico no sube el ánimo, pero retira la angustia, porque de la emoción primaria, por ejemplo, sentirnos tristes, surge una secundaria la angustia. Y de eso vamos a hablar hoy, de lo mal que nos llevamos a veces con las emociones que más nos desagradan: no tolero emociones negativas.

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Emociones desagradables

Para empezar, has de saber que existen tres tipos principales de emociones a las que vamos a llamar desagradables:

  • La tristeza: En este grupo se incluyen algunas como la desesperación, la melancolía, la culpa, vergüenza…
  • Ira: aquí entrarían el enfado, la irritación, la rabia, la frustración, los celos…
  • El miedo: hablamos de angustia, ansiedad, inseguridad, amenaza, incertidumbre… 

Hay personas que tienen grandes dificultades para tolerar cualquier emoción negativa. No es la intensidad de la misma lo que define la intolerancia de la persona sino más bien cómo de frustrante e intolerable resulta la posibilidad de sentir esa emoción y cuanto es su deseo de deshacerse de ella.

Lo normal es que, si la emoción nos disgusta o estresa, intentemos quitárnosla de encima. Desafortunadamente, al contrario de lo que ocurre con otras necesidades, cuanto más intentamos liberarnos de esa emoción que nos resulta desagradable, más difícil nos será deshacernos de ella.

¿Por qué me asusto tanto ante estas emociones?

Algunos estudios sugieren que hay personas biológicamente más sensibles que otras y que por lo tanto viven con mayor intensidad las emociones negativas, por lo que les resulta más complicado tolerarlas.

La historia de aprendizaje también es de vital importancia para entender esta tendencia a asustarnos ante las emociones mencionadas. Desde familias en las que se castiga o ignora cualquier emoción negativa; a experiencias vitales con nuestros iguales donde hemos salido mal parados por expresar ciertas emociones. Acabamos aprendiendo que la censura es la mejor opción.

Si hemos estado utilizando formas de evitar/escapar de nuestras emociones, estas conductas habrán reforzado a lo largo de los años nuestra intolerancia a las mismas.

Si nos detenemos en qué tipo de creencias influyen en el problema, algunos ejemplos típicos serían:

  • La ansiedad es cosa de débiles.
  • Las personas que sienten ansiedad o tristeza son problemáticas.
  • A la gente no le gusta las personas irritables.
  • La gente huye de las personas tristes.
  • Nunca han de saber qué te sientes mal.
  • No puedo soportar verme triste.
  • Sentir emociones negativas es peligroso.
  • Si continúo sintiéndome así, me volveré loco.
  • No puedo y no debo permitirme estas emociones.
  • Nunca hay que mostrarse vulnerable ante los demás, se aprovecharán

Aprendiendo a tolerar emociones desagradables

Lo primero para conseguir tolerarlas hay que empezar por disminuir el ansia que surge por evitarlas, que es exactamente lo opuesto a la tolerancia de las mismas.

Empezar a ver las emociones desde una perspectiva diferente es un buen inicio. Las emociones que consideramos como negativas: estrés, miedo, tristeza, rabia… tienen su función, de hecho, son imprescindibles para nuestra supervivencia. Entenderlas, es entender que necesitamos para mejorar, es entender que cosas necesito cambiar, buscar el equilibrio es también escuchar mis emociones. Poder escuchar mis emociones es una tarea ardua cuando encima se depositan mil kilos de angustia. Como decía Carl Roger: “la curiosa paradoja es que cuando me acepto tal y como soy, entonces puedo cambiar“.

En lugar de intentar pararlas o evitarlas, simplemente obsérvalas como si fueras una 3ª persona que está observando lo que ocurre en tu interior. 

Se trata de observar tus emociones y describirlas. Que tu discurso interno se convierta en una descripción de lo que estás sintiendo, a qué crees que se debe, qué efectos notas a nivel físico…. Sin intentar pararlo. Muestra curiosidad por tu estado anímico, su origen y sus efectos, pero sin juzgarte o castigarte a ti mismo por estar sintiendo lo que sientes ¿por qué deberías castigarte por ello? ¿No tienes derecho a sentir? ¿Por qué deberías sentirte siempre bien?

La emoción vendrá, se irá y volverá a venir, no cometas el error de pensar que las cosas están saliendo mal porque esto pase. Recuerda que no se trata de lograr no sentir tus emociones, ése no es el objetivo. El objetivo es que, sintiéndolas, consigas no abrumarte por ello, tolerándolas así mejor.

Sé tan tolerante con tus emociones como lo serías con alguien a quien quieres… a ver que surge de esa nueva perspectiva.

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