La palabra “emoción” proviene del latín emovere, que significa “mover hacia afuera”. Desde ahí ya podemos comenzar a entender lo esenciales que son las emociones. Mientras la razón nos ofrece una perspectiva estática del mundo, las emociones son las que realmente nos impulsan a vivirlo. Imagina un plato sin condimentos: podría cumplir su propósito, pero carece de sabor. Así es nuestra vida sin emociones, sin esos colores que nos conectan y nos hacen sentir vivos.
No tienes que eliminar ninguna emoción. Si existe, es porque tiene un propósito. No hay emociones “positivas” o “negativas”, aunque algunas nos hagan sentir bien y otras nos incomoden. Por ejemplo, el asco es una herramienta que nos protege: cerramos los ojos, la nariz, la boca, y nos alejamos de lo que puede hacernos daño. ¿Lo ves? Es pura supervivencia.
Lo mismo ocurre con la tristeza: nos obliga a detenernos cuando todo se vuelve abrumador. Es la forma en la que nuestro cuerpo nos dice: “Para, respira, recarga para seguir adelante”. Sin estas señales emocionales, ¿cómo podríamos adaptarnos o enfrentar lo que nos rodea?
Vamos a explorar juntos el papel de nuestras emociones, desmentir algunos mitos comunes y aprender cómo aceptarlas para vivir más plenamente. ¡Acompáñanos en este viaje para entender nuestras emociones!
Mitos sobre las emociones
Mito 1: No debería sentir emociones negativas
Algunas emociones, como el miedo o la tristeza, no son placenteras, pero eso no significa que sean indeseables. Son señales necesarias. Si intentas negarlas, pierdes la oportunidad de realizar cambios importantes en tu vida. La negación constante nos desconecta de nosotros mismos y congela nuestras emociones, limitando nuestro crecimiento.
Estudios han demostrado que reprimir emociones negativas puede tener consecuencias importantes en nuestra salud mental y física. Por ejemplo, investigaciones indican que la supresión de emociones se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardíacas, trastornos autoinmunitarios y problemas gastrointestinales. Ademas la negación de sentimientos puede impedir el aprendizaje y la adaptación necesarios para el crecimiento personal.
Cuando decidimos qué debemos sentir y qué no. Puede suceder que dichas emociones persistan, que empeoren -es decir, que tengan más intensidad, frecuencia o duración-, o que empecemos a manifestar conductas desadaptativas para intentar neutralizarlas. Estos comportamientos pueden ir desde la rumia (darle vueltas una y otra vez a lo mismo) hasta estrategias de evitación (alcohol, drogas, medicación…).
Mito 2: Debo ignorar las emociones desagradables
Muchos creen que ignorar sus emociones les hará sentir mejor, pero esto solo pospone el malestar. Las emociones son como fiebre: preparan al cuerpo y la mente para actuar. Bajar la fiebre no es acponsejable en muchos casos porque estamos impidiendo un mecanismo de proteccion natural. Si escuchas a tus emociones, aprenderás a regularlas y a transformar el malestar en cambio y maduración. Las emociones no se deben ignorar igual que el dolor tampoco es algo que debe ser ignorado. Imagina que estas corriendo una carrera y de pronto sientes un dolor agudo en el gemelo… puedes ignorarlo, pero es muy probable que generes o agraves una lesión ¿verdad?
Mito 3: Hay emociones adecuadas e inadecuadas según el contexto
¿Sientes miedo en el metro aunque sabes que es seguro? Eso no te hace menos válido. Las emociones no son racionales, y no tienen por qué serlo. Negarlas solo intensifica el malestar. Un ejemplo claro es cómo vivimos un duelo: parece que durante los primeros dos meses se espera que estés hecho polvo, pero cuando han pasado siete u ocho meses, la sociedad empieza a esperar que ya lo hayas superado. Esto no siempre es así. El duelo, de alguna manera, se ha profesionalizado; se le ha dado un marco de cuánto debería durar y de qué manera debería vivirse, lo cual no refleja la realidad del proceso emocional de cada individuo.
Mito 4: Algunas emociones surgen de la nada
Cada emoción nace de un pensamiento, aunque no siempre lo identifiquemos de inmediato. Estas asociaciones, descritas por el neurocientífico Antonio Damasio como “marcadores somáticos”, pueden parecer automáticas, pero siempre tienen un origen. Los marcadores somáticos son respuestas emocionales que han sido asociadas con experiencias previas, creando así una conexión entre lo que pensamos y lo que sentimos, de forma que nuestras emociones actúan como señales que nos ayudan a navegar el mundo. Puede que el origen de una emoción no sea evidente de inmediato, ya que a menudo estas respuestas se han automatizado por la repetición de experiencias similares. Así, lo que sentimos es el resultado de interpretaciones inconscientes que se han instalado en nuestro sistema emocional, permitiendo respuestas rápidas y eficientes, pero no siempre fáciles de desentrañar o analizar conscientemente. Ponerle nombre a eso que sentimos en realidad nos ayuda a hacerlo mucho más manejable. Lo limita, le da forma, no es tan abrumador ¿verdad?
Mito 5: Sentir intensamente significa perder el control
Sentir con intensidad no es lo mismo que perder el control. Aunque las emociones pueden influir en nuestras decisiones, la responsabilidad de nuestras acciones siempre está en nuestras manos. Por ejemplo, si decides actuar con ira o huir por miedo, sigue siendo una decisión consciente. Es mucho más frecuente perder el control cuando ignoras tus emociones o las niegas, porque es como si tu mano derecha no sabe lo que hace la izquierda.
Mito 6: No puedo tener emociones contradictorias
Como decía Walt Whitman en su poema: ‘Me contradigo… ¿y qué?‘. Es normal sentir emociones opuestas. Todos somos seres complejos, y dentro de nosotros pueden convivir sentimientos aparentemente contradictorios sin problema. ¿Te has alegrado por un amigo que encontró pareja, pero también te has entristecido al saber que vuestra relación cambiará? Ese tipo de dualidad es completamente humana. Aceptar esta complejidad emocional no solo es natural, sino también necesario para nuestro bienestar. Al permitirnos sentir esta mezcla de emociones, reconocemos que cada situación tiene muchas facetas, y nuestras respuestas emocionales reflejan esa complejidad. Aceptar esto nos ayuda a evitar conflictos internos innecesarios y a vivir con mayor autenticidad, en lugar de luchar contra lo que sentimos o tratar de encajar en moldes simplistas de cómo deberíamos reaccionar. En el fondo, el hecho de sentir emociones encontradas demuestra que somos seres capaces de empatizar profundamente, tanto con los demás como con nosotros mismos. No hay necesidad de reducir nuestras emociones a lo blanco o lo negro, cuando todo en la vida tiene matices. Sentir emociones contradictorias es una prueba de nuestra riqueza emocional, y aceptar esa contradicción nos brinda una perspectiva más completa y enriquecedora de nuestras experiencias.
Reflexión final
Las emociones no son enemigas, son aliadas. No se trata de rechazarlas ni de catalogarlas como buenas o malas, sino de entenderlas, escucharlas y dejar que nos guíen hacia una vida más plena y consciente.
Desde aquí, te invito a desmontar estos mitos y a ver las emociones como lo que realmente son: movimientos vitales que nos impulsan a crecer y adaptarnos. ¡Hablemos de ellas sin miedo!
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